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Un tambo robotizado para subir la producción de leche

Martín Bono invirtió un millón de dólares en tres máquinas de ordeñe y un sistema de puertas inteligentes y caravanas que maneja a las vacas con poca intervención humana.

Por Marcelo Dettoni
| 05 de junio de 2022
Emprendedor. Martín Bono ya tenía un tambo convencional y agregó el robotizado. Fotos: Revista El Campo

Ingresar a Don Romualdo es como hacerlo a un quirófano, donde todo está perfectamente ordenado y limpio. No es el tambo tradicional, ese en el que los empleados andan con botas y guardapolvos plásticos blancos, a veces mojados, en otras en medio del barro, agachados, manipulando las vacas y ordeñando a mano.

 

Este tambo ubicado en las afueras de Oliva, en la cuenca lechera cordobesa, anticipa de lo que deberá venir necesariamente en el sector: la robotización. Aquí son escasos los que andan merodeando el rodeo, que está permanentemente dentro del corral, bajo techo y con una calidad de piso envidiable. La mayoría de los operarios viste pantalón a la moda, camisa y un suéter, porque está en la oficina, detrás del vidrio, monitoreando valores y controlando que la tecnología no les juegue una mala pasada. Otros tiempos...

 

Martín Bono, su dueño, es el que recibe a los periodistas que se acercaron desde Todo Láctea, la expo que se desarrolló en Villa María, para conocer más sobre esta nueva modalidad para obtener leche en un tambo que además sumó una granja, parque, un lago artificial y seis empleados perfectamente capacitados por De Laval, la firma que instaló la robotización y hace el servicio de posventa ante cualquier problema.

 

 Automatización. Una vista, detrás del vidrio para no perturbar a las vacas, del proceso de ordeñe con uno de los robots.

 

"En el futuro todos los tambos van a incorporar tecnología, las puertas apartadoras, la medición de celo y rumia. Lamentablemente la actividad se va concentrando, pero la robotización es para cierto volumen de vacas, si son muchas, ya se complica. Por eso los tambos convencionales, por los que tengo un amor especial ya que conservo uno, van a seguir siendo mayoría", reconoce Bono, quien viene de familia de tamberos y, al tener uno robotizado y otro convencional, puede perfectamente establecer similitudes y diferencias en cuanto a producción.

 

“Los robots no quitan trabajo a los humanos, al contrario, ayudan a que los operarios también tengan una mejor calidad de vida", Marín Bono.

La inversión fue de un millón de dólares y el productor devolverá una parte en litros de leche. Realmente es una apuesta a largo plazo, difícil de ver en un país tan inestable, ya que la tasa de recupero de esta inversión será a 25 años. "Los productores siempre vamos por más, somos incurables...", bromea Martín, quien está secundado por uno de sus hijos y reconoce que "este tambo fue una oportunidad, no es común el sistema de pago que arreglé con De Laval, no lo hace nadie. Yo siempre quise vivir de la lechería y no trabajar para terceros".

 

El que lo ayuda con las tareas del tambo es Mateo, de 19 años, su hijo del medio, quien estudia Administración Agropecuaria y se prepara para el futuro. La mayor, Lucía (23), es contadora y lleva los papeles y las cuentas; mientras que Pedro (13) "por ahora solo juega, pero le gustan las tareas de campo", según el papá, quien tiene 48 años y una compañera que lo banca en todo como Andrea, su esposa.

 

 En 2018 había armado el tinglado para estabular el ganado y hace 20 meses agregó los robots. "Ojalá podamos meter tres más", pide el dueño, quien le dejó el nombre de Don Romualdo al campo porque ya venía del dueño anterior, José Andreotto, quien había homenajeado a su padre. El problema para agrandar un tambo con tanta tecnología es que solo se puede crecer de forma modular, replicando en espejo. "La robotización limita la escala, si queremos agregar más vacas, también hay que instalar más robots", explica el dueño.

 

Ordeñan 60 animales, tres veces por día. Es un sistema voluntario, las vacas se sienten atraídas por la comida e ingresan en lo que se conoce como "tráfico ordenado", con puertas inteligentes, una de entrada y otra de salida que "leen" la caravana electrónica que tienen en la oreja, por lo que saben si ya comió o no y si les toca el turno del ordeñe. Si no, no las dejan pasar y las dirigen hacia otro sector del galpón.

 

  La limpieza es por "flushing" y el agua se reutiliza. La cama del galpón tiene tierra y bosta, que luego se va usar como compost, pero un tractor la recorre dos veces por día para removerla y hacer que la estadía de las vacas sea más cómoda.

 

En general, el tambo observa todas las normas de bienestar animal, ya que antes del ordeñe se les hace un lavado y el despunte de los pezones. También guarda una distancia razonable de 15 metros cuadrados por vaca. "La robotización implica bienestar, entonces producen más", agrega Bono, quien asegura que entregan, en promedio, 37 litros por día con un nivel estable durante todo el año. "Igual aspiramos a más, queremos llegar a 45 litros por día y por animal, se necesita la máxima eficiencia", se propone.

 

La robotización está limitada por la escala. Se crece de manera modular, replicando en espejo. A más vacas, deben instalar más robots.

El productor cordobés asegura que "el tambo robotizado no quita trabajo, se necesitan operarios que le pongan la comida a los animales, para mover la cama, limpiar y monitorear el proceso. Los empleados serían los mismos en un tambo convencional, pero acá ellos también ganan en calidad de vida".

 

La robotización también es una parte importante de la alimentación. En un galpón contiguo se apilan los megafardos de alfalfa, el producto del silaje de maíz y el alimento balanceado. La mezcla se hace sola en una tolva a la que llegan los componentes mediante una cinta transportadora y luego el robot dosifica las raciones de acuerdo a las necesidades de las vacas. Los animales, además de la caravana electrónica tienen un collar que detecta los momentos de celo y ayuda a inseminar en el momento justo.

 

A un costado del corral principal está la guachera, que también cumple con todas las normas de bienestar animal; y en el fondo del campo, junto a la planta de tratamiento de efluentes, Bono instaló un corral de recría. "Los terneros nacen acá, en Don Romualdo, y a la semana se van al otro campo. Los machos los vendemos al nacer", cuenta.

 

El manejo ambiental incluye, además del lavado por flushing, un scraper para barrer la bosta y dos tanques australianos en los que hace la decantación y la separación de los sólidos. El agua verde se reutiliza para el lavado de los corrales. "Acá trabajan siete personas, todos familiares, y son 20 en total entre ambos tambos. Los robots son un complemento, la calidez de las personas sigue siendo fundamental", cierra Bono con una amplia sonrisa.

 

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