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El gran juego de actuar

En su intención de tomar el trabajo como un juego, el actor interpretó, entre otros, a un delincuente extremo y a Diego Maradona, en una carrera que él niega llamarla como tal.

Por Astrid Moreno
| 27 de junio de 2022

Su juguete preferido, el escenario, y su familia, los grupos de actores, teatreros y titiriteros que lo acompañaron en el camino. Su madre por elección, la alma mater de su carrera, Silvina Reinaudi; así está conformada la genealogía de Rolando "Roly" Serrano. 

 

El intérprete de "El sapo" en "El Marginal" es mucho más que un personaje carcelario y reo. Desde Maradona hasta un hombre que busca su sensibilidad interior en "Rotos de amor"; para el salteño, que nació en el norte argentino de casualidad, no importa si está en las calles, en el servicio militar o en Suiza, mientras el crecimiento personal esté primero.

 

 

—¿Cuál es el recuerdo de tu pueblo natal, Guachipas?
—Mi papá era jefe de correo, entonces solía estar por no más de tres años en un pueblo. Somos tres hermanos y cada uno nació en un lugar distinto, a mí me tocó en Guachipas, que en ese momento no se llamaba así y era un pueblo de 200 habitantes, ahí estuvimos cuatro años, después nos fuimos a La Caldera y, a partir de ahí, empecé a vivir con unos tíos que me trajeron a Buenos Aires. Eran medio nefastos, hermanos de mi papá, llevaba una vida muy dura, me golpeaban y pegaban mucho. Así que a los 13 años me fui a la calle, solo.

 

—¿Cómo fue vivir en la calle?
—La supervivencia llegó de una persona que hoy se autodenomina la famosa resiliencia, eso de ir encontrando de a poco tu lugar, ir creciendo y de diferenciar entre lo bueno y lo malo. También, el cruzarme a personas muy esenciales en mi vida que me ayudaron mucho y me abrieron puertas. En realidad, buscando una familia constantemente, esa sería la definición de mi período en la calle. Eso fue hasta los 19 años que me tocó hacer el servicio militar en Córdoba, allí terminé la escuela secundaria y empecé a estudiar abogacía. Al mismo tiempo, conocí gente del mundo del teatro. 

 

—¿Qué importancia cobró en tu vida el teatro?
—En realidad, empecé a reconocer que era más que el teatro en sí, era un grupo familiar. Todo lo que tenía que ver con grupos de actores significaba eso para mí, así que me sumé a ellos de una manera férrea. Lo primero que vi en mi vida de teatro fue haciéndolo, nunca había estado sentado en una butaca. En esa época aparecieron los títeres, había en Córdoba una titiritera emblemática, Silvina Reinaudi. Tenía un programa de televisión al que me invitó como actor y nos quedamos encantadísimos mutuamente. Me contrataron para trabajar como actor y dejé todo el recorrido como actor para enfocarme en los títeres.

 

—Tienen un lado muy infantil los títeres…
—Exacto. Me enamoró esa cosa de trabajar para niños, quizá por lo relacionado con mi historia y mi vida, pero todavía sigo siendo un niño, por eso puedo usar esta profesión más como un elemento de juego que de compromiso estético. Y sigue siendo así, haga lo que haga. Silvina fue para mí un alma máter, una persona que me ayudó muchísimo a crecer, como profesional y persona. Me enseñó de la seriedad del arte más que de lo gracioso de él. 

 

—¿Cómo sería eso?
—Me enseñó que el arte es una herramienta social importante para proyectar cosas de mi vida, las de los demás y para ayudar. Me enseñó a dar la mitad de lo que tengo y no lo que me sobra como concepto personal y social. 

 

—¿Cómo fue la transición de vivir en la calle a grabar en Suiza?
—Hay que tener en claro lo que querés de tu vida, a lo mejor me faltaba mucho para saber qué quería, pero sí tenía en claro qué no quería hacer, en qué lugares y con qué personas no quería estar. Eso marcó mi guía. Para mí era lo mismo hacer una producción de títeres o estar en Suiza. Hay una herramienta que necesitamos los actores, músicos y artistas que se llama ego, que es muy necesaria tenerla porque si no, te impide dar pasos adelante. Es extraordinaria si se usa como tal, como un martillo. El ego me permitió eso, usarlo para mí en todos mis trabajos; después lo saco, lo limpio y lo guardo para la próxima vez. 

 

—¿Estabas jugando cuando interpretaste a Maradona en "La Juventud" o la presión era distinta?
—Más allá de que sigue siendo un juego, sí existe esa diferencia. No es lo mismo interpretar un personaje que nadie conoce, que fue creado por alguien en papel y vos le das vida, como “El Sapo” de "El Marginal", a hacer una persona que vive, que la gente sabe cómo es y que no está en la memoria colectiva, sino en los genes. Porque para nosotros somos él o nos representa a todos hasta en nuestras miserias. Esa es la dimensión de Diego, que es considerado como Dios mundialmente. Yo no sabía si podía hacerlo, sino que me descubrí haciéndolo con la confianza del director.

 

—¿Tuviste algún vínculo con Diego?
—No tuve ningún tipo de relación con él. Solo hice dos cosas importantísimas con Diego, una película hace diez años en la que me invitaron a interpretar al papel del papá de Diego y fue algo extraordinario entrar en el mundo de Maradona. Porque una cosa es Diego y otra es Maradona. Son dos mundos distintos, y el otro fue cuando me toca hacer "La Juventud". Nunca tuve relación con él, pero sí lo estudié mucho. Hace tres años se iba a hacer una miniserie con el relato de su vida. Querían que Diego la relatara, pero él estaba mal en ese momento, tomaba muchos remedios y pastillas que le impedían hablar fluidamente entonces sugirió que fuera yo. Pero después no se hizo. 

 

—Fuiste parte del partido Comunista
—Fue una hermosa etapa de la juventud, soy de la generación que intentaba cambiar al mundo, aunque sea a las trompadas, pero había que cambiarlo. Nos equivocamos feo, obviamente, pero después mi pensamiento comunista se fue transformando en algo mucho más real. 

 

—¿A qué te referís con eso?
—Una vez estábamos con un compañero, que era secretario de la comisión juvenil de actores, era la época de Alfonsín y veníamos por la calle Callao, cerca del Congreso, y un señor se acerca y me pide plata. Yo no le doy, mi amigo mete la mano en el bolsillo y le da, entonces seguimos caminando y me preguntó si no tenía dinero. Le dije que sí, pero que yo estaba trabajando y militando fuertemente para que esas personas no existan y seamos todos iguales. Dar dádivas para quedarse tranquilos de que hacen algo: de ahí parte el pensamiento comunista. Le pregunté por qué le había dado y el me dio una respuesta que me cambió la vida. “Le di porque mientras vos cambias el mundo yo evito que se muera de hambre”. Ahí no es que me transformé en peronista, pero sí adopté un pensamiento más relajado.

 

—Te postulaste a precandidato a diputado por el kirchnerismo, ¿pensás en volver a la política?
—Soy muy poco de los partidos, nunca confié en los movimientos sociales. La vez que intenté hacerlo me di cuenta de por qué no lo había hecho antes, pero quizá necesitaba palparlo, masticarlo y saber cómo era. Fue una experiencia extraordinaria que me aclaró la mente en un montón de cosas sobre todo el por dónde me gustaría que vaya la sociedad. 

 

—¿Cómo transitaste la pandemia?
—A muchos les ayudó a reflexionar sobre un montón de cosas, en el decir qué me hace falta y qué no, qué tengo, qué no o qué cosas me impone el sistema, pero en realidad no se necesitan. Es mucho más importante un enfermero, un médico y un maestro en una sociedad en la que un jugador de fútbol o una artista gana más dinero que alguien que arriesga la vida todos los días. Eso nos ayudó a reflexionar cómo somos como sociedad, pero somos animales vagos porque nos olvidamos, cuando está todo bien de todo lo anterior y volvemos a seguir corriendo con la cabeza levantada sin ver abajo.

 

—¿Cómo fue la vuelta al teatro con "Rotos de amor"?
—Es una experiencia extraordinaria, he tenido una suerte enorme en este proceso. Le escapo a la palabra carrera por esto de querer ganarle a alguien, simplemente lo tomo como una oportunidad de crecer profesionalmente y eso lo aplico a mi vida, el querer ser un mejor hombre. Sobre todo en esta generación donde la sensibilidad era algo exclusivamente de mujeres, el poder decir no y buscar a esa mujer interior que tengo; ahí está la sensibilidad de, justamente, permitirme ser sensible y tomarla como herramienta para seguir viviendo. Encontrar mi mujer interior, eso mejoró muchísimo mi masculino y "Rotos de amor" tiene ese regalo. Hago un personaje que le pasa mucho lo que yo estoy viviendo, que está con ese dolor de no poder olvidarse de lo que vivió con esa persona que me acompañó muchos años de vida y que extraño muchísimo. Habla de seguir adelante y aprender de los errores cometidos. 

 

—¿Cómo es tu relación con San Luis?
—La época donde se iba a filmar fui en tres o cuatro oportunidades, me parecía hermoso lo que hacía el Gobierno con la apertura de esa ciudad tan linda y limpia que tienen. Además, la gente de San Luis es muy amorosa, nos mimaron muchísimo y tengo un recuerdo hermosísimo.
 

 

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