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Johana Morán tenía 12 lesiones previas al disparo que la mató

Lo contó un forense en el inicio del debate. Eran moretones en piernas, brazos y en las costillas, algunos de hasta 21 días.

Por redacción
| 10 de mayo de 2022
Heredia. Tiene 43 años y enfrenta un pedido de pena a prisión perpetua. Foto: Héctor Portela.

A Johana Morán prácticamente le apoyaron el arma en medio de los ojos antes de dispararle. El proyectil, calibre 32, ingresó a su cabeza un poco más al costado, casi sobre el ojo izquierdo. Pero el informe del forense Luis Lucero Arienti sugiere que ese solo fue el final de un calvario previo: al momento de morir, la mujer tenía 12 lesiones en distintas partes de cuerpo, algunas de vieja data. Sus vecinos, familia y amigas declararon en la investigación que sospechaban que era víctima de violencia de género. Ayer, en la Cámara del Crimen 2 comenzaron a juzgar a su pareja y único acusado por su femicidio: Flavio Gastón Heredia que, como en ocasiones anteriores, optó por no declarar ante los jueces.

 

Lucero Arienti fue el último de los seis testigos que hubo en el inicio del debate. El forense del Poder Judicial no solo realizó la autopsia a la víctima, sino que hizo un informe de lesiones previo, cuando la mujer aún estaba internada en la terapia intensiva del Hospital San Luis.

 

Johana ingresó allí la madrugada del 27 de junio de 2020 llevada por el propio Heredia. Tras pasar por el área de shock room fue derivada a cuidados intensivos. Allí, el forense detectó 12 hematomas en brazos, piernas y en las costillas, algunos recientes y otros con entre 6 y 21 días de evolución.

 

La mañana del domingo 28 los médicos le diagnosticaron muerte cerebral y se activó el protocolo de ablación, ya que su familia decidió donar sus órganos.

 

El perito volvió a detallar esas lesiones en el informe forense y ayer, ante una pregunta del tribunal, opinó que podían haber sido causadas por golpes de puño o patadas. También aclaró, ante otra pregunta, que no halló lesiones de defensa.

 

Sobre qué pudo inferir del análisis de la herida que dejó el disparo, Lucero Arienti dijo que el arma debió estar apoyada contra la cabeza o a no más de un centímetro de distancia, a un centímetro de la línea media del entrecejo.

 

Si bien no pudo establecer si la víctima se encontraba parada o acostada, sí tiene la certeza de que el cañón del arma apuntaba derecho, en un ángulo de casi 90 grados.

 

Según la hipótesis del fiscal Esteban Roche, que redactó la requisitoria fiscal, Johana fue asesinada mientras estaba recostada en su cama, sostenida en el secuestro de una almohada de la cama matrimonial que tenía manchas de sangre.

 

El informe de las lesiones previas que redactó el forense es muy importante para sostener una de las calificaciones del delito que le imputan a Heredia: “Homicidio calificado por el vínculo, por la alevosía, por mediar violencia de género y por el uso de arma de fuego”.

 

Justamente, Yania Tonetti, abogada del acusado, apuntó en el inicio de la audiencia a desestimar las declaraciones de la madre, tres hermanos, una tía y una amiga de la víctima incluidos entre los testigos del juicio y que podían dar cuenta de que Heredia era violento con su pareja.

 

También ofreció como testigo a la licenciada en psicología Carina Martínez, que declaró ayer y, ante una pregunta de Tonetti, dijo no haber detectado, mientras hacía terapia con él en la Penitenciaría, signos de una personalidad violenta.

 

 

Los primeros que la vieron

 

Los otros cuatro testigos fueron dos policías del Departamento Homicidios; el cabo primero Fernando Sasso, que estaba de guardia en el hospital la noche del crimen, y Ramona Salomone, que pertenecía al Plan Solidario y prestaba funciones en el centro médico.

 

Los dos primeros fueron quienes llegaron al hospital tras el aviso de Sasso. Custodiaron a Heredia hasta que quedó formalmente detenido y secuestraron su ropa y la de Johana, ambas manchadas con sangre. También la camioneta Renault Kangoo en la que el acusado trasladó a su pareja hasta allí.

 

Salomone contó que debía estar en otra parte del hospital, pero que cubría a un compañero que se había ido a tomar algo y estaba en la guardia a las 3:10, el horario aproximado en el que entró la víctima. Dijo que escuchó bocinazos a lo lejos antes de ver la camioneta. Recordó que a Morán la traía en la parte de atrás y que Heredia se bajó pidiendo ayuda a gritos.

 

Como no podía con la mujer, Salomone entró y llamó a los médicos y a Sasso, que ya había salido al encuentro de la pareja.

 

El policía declaró que el acusado estaba en estado de shock, nervioso y que no se le entendía lo que decía. El hombre tomaba a su pareja de las axilas y Sasso la tomó de los pies para ayudarlo a ingresarla al pasillo. Dentro, Heredia dijo: “Fue un tiro”.

 

“Le preguntaba qué había pasado. Respondía, pero no se le entendía. Le pregunté su nombre, pero seguía muy shockeado. Cuando se llevaron a la señora lo llevé afuera para que corriera la camioneta. La estacionó, se bajó, cerró la compuerta y volvíamos caminando (hacia el edificio). Ahí volví a preguntarle si los habían asaltado y me dijo “yo fui, con un 38”, recordó Sasso ante el tribunal.

 

El cabo primero puso a Heredia contra la pared, lo cacheó para descartar que tuviera un arma y lo custodió hasta que llegaron los efectivos de Homicidios. Eso que le dijo el imputado esa noche no volvió a repetirlo, ni en la indagatoria de la etapa de instrucción ni ayer, cuando los jueces de Cámara le ofrecieron la palabra.

 

El juicio sigue hoy a las 9:30.

 

MM

 

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