SAN LUIS - Domingo 29 de Junio de 2025

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Una guerra que se peleó con coraje y hasta el final

Los británicos reconocieron que todas sus victorias militares se dieron por un margen estrecho. 

Por Hernan Silva
| 02 de abril de 2022
Potencia. Un A4C, con el armamento colocado, listo para despegar rumbo hacia la zona del conflicto. Foto: Archivo.

El mito que se construyó en los primeros años posteriores al conflicto de Malvinas, alimentado por la falta de legitimidad de la dictadura y por la proverbial ciclotimia criolla, era que había sido una guerra en la que la Argentina no había tenido ninguna chance. Sin embargo, el tiempo demostró que el esfuerzo bélico exhibió en general una enorme competencia, incluso hasta el punto de exigir al máximo a una potencia militar histórica como el Reino Unido.

 

Resulta revelador que sean los propios ingleses quienes reconocen que la diferencia por la que se decantó el resultado de la contienda de 1982 fue por demás exigua. Autoridades militares británicas admitieron que si solo seis bombas arrojadas por aviones argentinos hubieran detonado luego de impactar en sus buques, un desperfecto en la activación provocado por la escasa altitud desde la que eran arrojados los explosivos, la misión de recuperación de las Malvinas se hubiera frenado de inmediato. 

 

El brigadier y comandante de las primeras tropas del Reino Unido que desembarcaron en el archipiélago, Julian Thompson, dijo en el documental inglés denominado “The Great Falklands Gamble; Revealed” (La gran apuesta de las Malvinas) que “todas las victorias de nuestra parte fueron muy estrechas. Los argentinos podrían haber ganado la guerra si la jugaban de manera correcta” y no dudó en considerar a los aviadores nacionales como “mortíferos”.

 

La Argentina sacrificó un número muy importante de aviones en la contienda (en total fueron derribadas más de cien aeronaves), pero la pericia y arrojo de los pilotos implicó un enorme dolor de cabeza para los británicos. En el combate naval, que constituyó de manera predominante la primera etapa del conflicto, el Reino Unido registró pérdidas superiores a las argentinas, no solo por el número de embarcaciones, sino también por su importancia.

 

En total los ingleses sufrieron el hundimiento de seis buques: HMS Sheffield, HMS Coventry, HMS Ardent, HMS Antelope, RFA Sir Galahad y el Atlantic Conveyor. El Sheffield era uno de los destructores más modernos de los británicos y fue destruido por un misil Exocet el 4 de mayo de 1982, dos días después del hundimiento del ARA General Belgrano. El 25 de mayo el Atlantic Conveyor, un buque mercante reacondicionado como portaaviones y para transporte de carga, fue atacado también con misiles Exocet. Ese mismo día fue hundido el HMS Coventry.

 

“No teníamos idea de lo competente que era la Fuerza Aérea Argentina. Si hubieran hecho foco en los desembarcos anfibios, y si la inteligencia hubiera sido ligeramente mejor de lo que fue,  podrían habernos hecho un daño terrible”, afirmó Ivar Hellberg, responsable de la logística de los Royal Marines.

 

Pero la bravura de los argentinos no solo se manifestaba en los cielos. En tierra la pelea también fue dura. Al no contar con artillería suficiente, superioridad aérea y un número masivo de soldados como para iniciar ataques diurnos, los comandantes del Reino Unido decidieron acometer en horario nocturno el asalto final a Puerto Argentino, la capital de las Islas Malvinas.

 

El 11 de junio dos regimientos de infantería argentinos fueron atacados en medio de la oscuridad  por unos seiscientos soldados británicos en el Monte Dos Hermanas, próximo a Puerto Argentino. Ante el desequilibrio de las fuerzas, se dio la orden de retirada. Sin embargo, Oscar Poltronieri, un operador de ametralladora de solo 19 años, empezó a gritarle a sus compañeros: “Váyanse ustedes que tienen hijos. Váyanse todos, carajo. Yo me quedo y los cubro. Ustedes tienen algo por lo que volver”.

 

Así disparó durante horas con una ametralladora MAG, moviéndose constantemente en tramos de cinco y diez metros. El Ejército enemigo había sido engañado,  porque creía que los proyectiles provenían de toda una compañía. El coraje de Poltronieri permitió que unos 150 soldados argentinos salvaran sus vidas. Por esta hazaña recibió la máxima condecoración militar otorgada por la República Argentina: la Cruz al Heroico Valor en Combate. Es el único soldado vivo que la ostenta.

 

La acción de Poltronieri es un ejemplo de que el combate terrestre, a pesar que exhibió una resistencia irregular, tampoco resultó sencillo para los ingleses. El brigadier retirado de los Royal Marines, Ian Gardiner, afirmó que “hubo varias ocasiones durante la guerra donde el balance podría haberse ido para el otro lado, tanto en el mar como en tierra”.

 

El testimonio británico demuestra que Malvinas fue una guerra que se peleó con bravura, hasta el final y ante un enemigo muy experimentado que tenía a disposición un armamento superior. 

 

El General San Martín decía que “una derrota peleada vale más que una victoria casual”, palabras que encajan a la perfección sobre lo que sucedió en el Atlántico Sur y a las que pueden agregarse las pronunciadas el 2 de abril de 2008  por el entonces cardenal Jorge Bergoglio: “Nuestro estilo de vida elitista rechaza el fracaso, lo desvaloriza o lo esconde; no se deja enseñar de él. Es de buen argentino reconocer la valentía tanto de los que cayeron en esa guerra como los que murieron después a causa del silencio y la indolencia de la sociedad, o de los que sobrevivieron y hoy son testigos vivos de esa gesta”.

 

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