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Las mujeres que vencieron al machismo y al olvido

 Enfermeras e instrumentadoras, diplomáticas y técnicas, civiles y militares. No eran bien vistas por sus compañeros y superiores. Pese a todo, tuvieron un rol clave en medio de la guerra.

Por redacción
| 02 de abril de 2022
Presente. Silvia, 40 años después. "Cuando volvimos era como que cargábamos con la derrota", dijo. Foto: Télam.

Pese a que su historia es la menos conocida, un grupo de mujeres argentinas entró en la historia por su participación en la Guerra de Malvinas, a pesar de que el machismo vigente en las estructuras jerárquicas y en sus superiores de aquel entonces conspiró para relegarlas al olvido.

 

Después de la recuperación de las islas durante la Operación Rosario en la madrugada del 2 de abril de 1982, el Ejército Argentino montó un hospital de campaña en Puerto Argentino cuyos quirófanos no disponían de instrumentadoras. Ninguna autoridad pareció haber reparado en ese faltante hasta el comienzo de las hostilidades con los bombardeos del 1º de mayo de 1982, cuando la falta de esas profesionales dificultó la atención de los heridos que necesitaban cirugía.

 

Mayo de 1982. Silvia Barrera, instrumentadora de 23 años, llevaba dos trabajando en el Hospital Militar Central. Estaba de novia con un médico de ese centro de salud. Un día fue convocada por sus superiores a una reunión. "Éramos 32 chicas en el salón, y en la medida en que nos iban poniendo al tanto de cómo estaba la situación y cuáles eran los riesgos, se empezaron a retirar las que tenían hijos, después las casadas o las que tenían a los padres a su cargo. Al final quedamos 5 voluntarias". Desde el Hospital de Campo de Mayo se sumó una más.

 

"Cuando le avisé a mi novio que me iba a Malvinas me dijo que no podía ser que siendo yo instrumentadora, civil y mujer sea desplegada y que a él que era médico, militar y hombre no lo llamen; que yo de ninguna manera podía aceptar. En ese mismo momento y antes de armar el bolso corté la relación", recuerda con risas.

 

Las jóvenes destinadas al hospital de Puerto Argentino despegaron de Buenos Aires rumbo a Río Gallegos con uniformes de verano y borceguíes de hombre varios talles más grandes, sin comer y sin documentación que acreditase para qué viajaban. Gracias a un médico militar que encontraron de casualidad pudieron comer unos sánguches en el cordón de la vereda y comunicarse para que las trasladen hasta el helicóptero que las llevó al rompehielos Almirante Irízar, que prestaba servicio de hospital flotante junto al transporte polar Bahía Paraíso.

 

"El primer encuentro con la tripulación del Irízar fue muy tenso. A ellos no les habían dicho que las instrumentadoras eran mujeres y los marineros son muy supersticiosos sobre la presencia femenina en los buques. Hacía muy poquito los ingleses habían hundido el crucero General Belgrano y el jefe de cubierta del rompehielos, que era un machista recalcitrante, arrancó a los gritos de que nos iban a hundir porque estábamos nosotras a bordo", cuenta Silvia.

 

Las seis instrumentadoras trabajaron durante toda la noche de ese 8 de junio en el armado de los quirófanos del rompehielos. El plan era que desembarcasen al día siguiente en Puerto Argentino. No pudieron por los bombardeos ingleses. Tras idas y venidas, decidieron que se quedaran trabajando en el buque.

 

 

 En el final los traían directo del campo de batalla; teníamos que cortar la ropa y bañarlos sin anestesia para encontrar las heridas debajo del barro. Silvia Barrera

 

A bordo, hicieron mucho más que asistir en las cirugías: aprendieron sobre tipos de heridas que solo se ven en las guerras, y cuando fue necesario fueron de camilleras, enfermeras, madres y hermanas.

 

En la noche del 13 de junio el comandante del rompehielos anunció que al día siguiente se iba a firmar un alto el fuego. "Nadie esperaba que fuese el final del conflicto. El 14, cuando nos enteramos de la rendición, fue un shock: habíamos salido de Buenos Aires con la idea de que estábamos ganando".

 

Desde la cubierta del Irízar, ese grupo de jóvenes mujeres compartió la impotencia de toda la tripulación mientras veían a las fuerzas inglesas arriar la bandera argentina para enarbolar la británica, y también cómo algunos soldados argentinos eran dejados a la intemperie en ropa interior.

 

La vuelta no fue fácil. "En Comodoro Rivadavia nos subieron a un avión al que le habían sacado los asientos para cargar más gente. En el viaje nadie nos llevó el apunte y aterrizamos en Buenos Aires el domingo 20 de junio, Día del Padre y Día de la Bandera. El lunes nos reincorporamos al hospital y parecía que a nadie le importaba Malvinas, todos hablaban de que habíamos perdido en el Mundial y de la visita de Juan Pablo II. Era como que cargábamos con la derrota".

 

Barrera y sus compañeras Susana Maza, María Marta Leme, Norma Etel Navarro, María Cecilia Ricchieri y María Angélica Sendes fueron las primeras mujeres en ser reconocidas como veteranas de Malvinas por el Estado en 1983. Más tarde lo lograron Mariana Florinda Soneira, Marta Beatriz Giménez, Graciela Liliana Gerónimo, Doris Reneé West, Olga Graciela Cáceres, Marcia Noemí Marchesotti, María Liliana Colino, Maureen Dolan, Silvia Storey y Cristina María Cormack.

 

En mayo de 2021 la enfermera de la Fuerza Aérea Argentina Alicia Reynoso, que había prestado servicio durante la guerra en el hospital reubicable de Comodoro Rivadavia, logró su reconocimiento como veterana por la vía judicial. Sus compañeras tramitan hoy ese mismo reclamo.

 

 

Redacción / NTV

 

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