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"La posguerra fue más dura que el bombardeo y el naufragio"

El mercedino, Leontes Muñoz sufrió el olvido social durante años y no había vuelto a contar su historia hasta ahora, para El Diario.

Por redacción
| 02 de abril de 2022
Sobreviviente. Muñoz, con la maqueta del crucero que fue atacado en 1982 y donde murieron 323 personas. Fotos: Luciana Iglesias.

Leontes Muñoz tuvo un nudo en la garganta durante décadas. Eligió el silencio para no volver a sentir el desprecio que sufrió hace muchos cuando relató la atrocidad de los hechos que le tocaron vivir entre mediados de abril y principios de mayo de 1982. Estaba en el ARA General Belgrano cuando fue bombardeado por el Ejército inglés, naufragó en el océano durante 36 horas, vio morir a sus compañeros, pero aun así dijo: "La posguerra fue lo más duro".

 

Casi cuarenta años después de convertirse en un sobreviviente en las islas, el villamercedino logró desatar las palabras que tenía guardadas para repensar por qué no le tocó ser uno de los 323 soldados que perdieron la vida en aquel suceso en una charla exclusiva con El Diario de la República.

 

Ese histórico 2 de abril, al comienzo no fue un día demasiado diferente a los demás para él. Ya estaba en tercer año de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) cuando les informaron de la toma de las islas. "Hasta ese momento no sabíamos nada. Nos llamaron a una formación y nos dijeron lo que sucedía y los pasos que deberíamos seguir", recordó.

 

Como el crucero, del que él integraba la tripulación estable, estaba en plena reparación, se incorporaron al conflicto unas semanas después. Zarparon desde Puerto Belgrano hacia Ushuaia 1.093 soldados, en un viaje que a la vez servía de preparación para los posibles enfrentamientos y por si debían abandonar el buque.

 

 

El 2 de mayo estaban en los alrededores de Malvinas. Leontes, quien en aquel momento tenía 21 años, había terminado su guardia a las 4 de la tarde y fue a una panadería que tenía el barco, donde se quedó conversando con un compañero, cuando sintió el sacudón del primer impacto. "A veces uno tiene el destino marcado. Fueron dos minutos, pero fueron los que me salvaron", dijo.

 

Al primer torpedo le siguieron otros dos, propinados por el submarino británico nuclear HMS Conqueror. El Belgrano comenzó a hundirse y llegó la señal de ocupar "lugar de abandono". "Fue un momento duro y triste. Había mucha gente herida y mucha que perdió la vida", repasó.

 

Saltar hacia las balsas de rescate tampoco fue una tarea fácil, porque no todas funcionaban correctamente. Muñoz pudo llegar a una, junto a otros cuatro colegas, pero estaba destruida y pronto comenzaría a inundarse. "El viento acercó otra y no sé cómo hice, hasta hoy me lo pregunto porque no soy buen nadador, pero me lancé como un pato", sostuvo.

 

 

Muñoz luchó por volver a insertarse en la sociedad, conseguir trabajo y recomponer su vida.

 

Cada balsa tenía capacidad para veinte personas, pero a la que llegó estaba ocupada por treinta. "No me querían dejar subir, pero por coraje lo hice y ayudé a otro compañero a ingresar también", agregó. 

 

Vio caer gente al agua y a otros morir de frío. Convivieron con una sensación térmica de 20 grados bajo cero, hambre, hacinamiento y alucinaciones a lo largo de un día y medio, hasta que el rugido de un barco les devolvió la esperanza.

 

Sin embargo, el verdadero calvario para el villamercedino llegó después, una vez que pudo salir de las islas e intentó reincorporarse a la sociedad. "Antes de la guerra yo había alquilado un departamento con otros tres muchachos y fui el único que sobrevivió. Me tuve que enfrentar a ver sus cosas y fue muy duro", rememoró.

 

 

Por eso, el ahora veterano considera que quienes regresaron, primero aprendieron a sobrevivir y después a vivir. "Fuimos desplazados. Salir a buscar trabajo era muy duro, tuvimos que aguantar las burlas de los que decían que 'por culpa de estos pendejos' perdimos la guerra", lamentó.

 

Fue en una entrevista laboral cuando eligió silenciar su historia. "La persona me dejó que le narre lo que había pasado. Cuando terminé, me dijo que estaba mintiendo, que había visto una película. Lloré todo el camino y desde ese momento decidí no hablar más de esto, hasta ahora. Esta es la segunda vez que lo cuento", dijo.

 

Cuarenta años después del inicio de la gesta, las heridas de Leontes cicatrizan de a poco: "Hoy me siento orgulloso de haber defendido a la Patria".

 

En la actualidad tiene 61 años, pudo montar su propia remisería y ser piloto de automovilismo. "Yo vinculo todo lo que me pasa con aquel entonces. Son cosas que Dios me está permitiendo disfrutar, porque yo pude haber sido uno de esos 323", sentenció.

 

 

 Redacción / NTV

 

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