El esmalte saltado de la sociedad

Por suerte, las chicas de "Gran Hermano" tienen a una exdiputada entre ellas que sabe hacer las uñas, ¿semipermanentes o de acrílico también?

El interrogante que planteó Wanda Nara sobre cómo mantendrá sus uñas rojas, "contra la envidia", una de las integrantes parece ser la mayor preocupación entre las hermanitas (o lo que el programa quiere mostrarle al público). A tono con "ella tiene extensiones y yo estoy hecha concha" de la exparticipante Griselda Sánchez; 15 años después el programa demuestra que la revolución feminista y de diversidades que se encuentra en las calles, y que hace poco estuvo en San Luis, no se refleja en la pantalla de Telefe.

Mientras tanto, el programa parece estar preocupado solo por dos cosas, quién se acostará con quién y el estado físico de los participantes: por cumplir estereotipos Tomás Holder pasó de comer doce huevos por día a solo dos. Parece imposible seguir una dieta keto dentro de la casa. “Hago un personaje de un tincho medio clasista, un poco homofóbico, típico rugbier”, dijo en su video de presentación y agregó que “a la gente le divierte mucho”. Tomi, spoiler alert, el odio no es entretenimiento.

El “tincho influencer” no es el único con conductas homoodiantes, rápidamente otra participante se sumó con un comentario similar. Martina Stewart dijo con una preocupante liviandad que le dan un “poquito” de asco los bisexuales. Por otro lado, Daniela, a quienes sus compañeros de colegio no la invitaban a los cumpleaños, contó que se sentía fea hasta que hacerse las tetas le cambió la vida.

Aunque el programa no está para aleccionar ni dar ejemplos de buenas conductas, sus mensajes son preocupantes. En su primera emisión, por el pasillo que conecta al mundo real con la casa transitaron cuerpos hegemónicos en un 90 por ciento.

Luego, como si fuera un festival o una cámara de diputados la producción colocó algunos personajes estratégicos como para cumplir el cupo y mostrar la “diversidad”: un hombre de 60 años con denuncias de acoso, una mujer lesbiana que juega al fútbol y, el que más llamó la atención, Thiago, un joven que vive en González Catán y trabaja como cartonero.

Porque no fue suficiente con poner cuerpos hegemónicos, sino que también había que estereotipar a las disidencias y a la marginalidad. Rápidamente, tanto el público como los panelistas del programa y los propios jugadores calificaron a Thiago como el gran ganador. Ahora los hermanitos se pelean para ganarse el camino a la final junto a él; perdón, por ser sus amigos.

En horario de prime time, "Gran Hermano" logró que el 66,5 por ciento de los espectadores de la televisión abierta miraran el programa. Indiscutido es que la popularidad del nuevo ciclo se mide a base de escándalos y aunque se puede debatir el por qué la gente lo elige, el verdadero problema es que el programa de Telefe se vende como un reflejo de la sociedad contemporánea argentina y eso es lo que no cierra.

Sus participantes no representan a un país que tiene el 36,5 por ciento de su población por debajo del índice de la pobreza, a más de 40 mil personas travestis-trans y al 50 por ciento de sus habitantes con exceso de peso.

Pareciera que el mensaje es mirá cómo la joven correntina que nunca perdió un concurso de belleza no sabe ni lavar un plato mientras que Thiago se levanta todos los días temprano acostumbrado a tener que ir a trabajar al mercado central a las 4:30. En contraposición están Juan, “el taxista” y “gran estratega”, ya comparado con Cristian U, y la influencer que tiene como única misión enseñarles a todos los integrantes los bailecitos virales de TikTok.

A qué rol se vieron nuevamente relegadas las mujeres dentro del formato que recorre el mundo. Y hasta cuándo “Big Brother” nos venderá en la cara que esa es la sociedad argentina, con esos cuerpos y mentes que la habitan.