Benjamín Roure dicta un taller en Casa del Poeta

Guiar a los músicos, sincronizar los instrumentos de viento y marcar la forma adecuada en las que se tocan las cuerdas de una guitarra es lo que más disfruta hacer el director y compositor Benjamín Roure. A ese ejercicio, el músico lo describe similar al de una meditación guiada o un libro de autoayuda.

En 2019 unos 50 músicos se unieron al Ensamble Musical de Casa del Poeta y dos años después quedó un selecto grupo de ocho integrantes que se desempeñan en la formación con el saxo, la flauta traversa, el fagot, el bajo eléctrico, la guitarra, el ukelele y el piano como componentes. “Ellos fueron los que quedaron porque se comprometieron realmente con el ensamble”, explicó Benjamín.

Ahora, el director planea repetir la hazaña con el nuevo taller de ensamble musical que dicta los martes a las 18. Por el momento las clases son virtuales, aunque no descarta la posibilidad de volver a encontrarse con los integrantes una vez que mejore la situación epidemiológica.

Este grupo inicial aún tiene cupo disponible y quienes deseen inscribirse  tienen que cumplir el único requisito de saber tocar algún instrumento y tener un conocimiento básico.

“Es un espacio donde la gente viene, se capacita y aprende a leer, escuchar y transcribir música. Además, hay un trabajo individual con los instrumentos de reconocer y ejecutar sonidos. El objetivo es que logren hacer un análisis exhaustivo de su música para que luego puedan juntarse con otros músicos en una pequeña orquesta”, explicó Benjamín, quien estudió composición musical y perfeccionamiento instrumental en Córdoba y toca diversos instrumentos como la guitarra, el bajo, la batería, el piano y la trompeta.

En 2015, el músico decidió instalarse en la Villa de Merlo y se quedó asombrado por la cantidad y calidad de artistas que había en la zona. En ese momento supo de manera definitiva que quería volcar sus conocimientos y dedicarse a la enseñanza.

Fue entonces que le propuso a los directivos de Casa del Poeta, el museo de la localidad, formar un ensamble. Luego, llegó la pandemia y, reticente a abandonar a sus músicos, comenzó con las clases online para no perder la costumbre de hacer y enseñar música.

El compositor es la muestra viviente de que con pasión y compromiso se puede educar hasta en las condiciones más adversas.

“Con la virtualidad las clases se convirtieron en una especie de meditación guiada”, dijo con ironía aunque, más serio, complementó: “Uno se da cuenta de que en la presencialidad hay una cuestión corporal que acompaña. En cambio, lo que es virtual tiene que tener un desarrollo verbal de las actividades, es como un libro de autoayuda en el que les tengo que explicar cómo tocar las cuerdas paso por paso ya que la parte física no está”. Todo un desafío que podrá rendir sus frutos si alguna vez logra presentarse en vivo con el grupo.

Porque la mayor aspiración de Benjamín, un músico que ha viajado por el mundo y que tiene editado un disco, es formar una orquesta en la que todos los integrantes tengan una educación integral y, sobre todo, compromiso. Esta última condición, que aparece reiteradas veces en su discurso, es fundamental para el músico que quiere dejar su huella en la cultura merlina.