SAN LUIS - Sabado 28 de Junio de 2025

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Arriesgaron y cosecharon 12 toneladas netas de ajo

Sin hacerle caso a los ciclos de la naturaleza, plantaron las semillas a fines de marzo, cuando la fecha límite es el 20 de febrero. No solo les fue bien, sino que repetirán la experiencia.

Por María José Rodríguez
| 26 de diciembre de 2021
Selfie. Alejandro Luna (adelante) y Leandro Sturba, trabajando a pleno. Foto: Gentileza Alejandro Luna.

Si tuviéramos que ponernos una nota, hasta la etapa de cosecha sería un 9. No es por presumidos, pero el cultivo está espectacular, le causamos envidia a los chicos de Mendoza que nos vendieron las semillas y a los que les consultamos por las variedades”, expresó con picardía Alejandro Luna, un productor de Villa Mercedes que lleva un largo recorrido de estudio y preparación para obtener, por ahora, 36 mil kilos de ajo. Pero va por más.

 

Luna tiene 39 años y es ingeniero agrónomo, docente de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), de la cátedra de Horticultura, además da Química en tres escuelas y es el único que se anima a hablar con la revista El Campo. Su amigo y compañero de proyecto es Leandro Sturba, tiene 35 años y le faltan unas pocas materias para recibirse de agrónomo y dedicarse de lleno al proyecto productivo que tienen juntos.

 

“El primer paso que dimos fue hace cuatro años, cuando empezamos a evaluar trece variedades de ajo. Desde 2017 estamos en la Red Nacional de Cultivadores de Ajo, con base en La Consulta, Mendoza. Son especialistas que han trabajado específicamente en esas especies y a partir de ahí, y de las características que tiene el suelo y el clima de Villa Mercedes, seleccionamos e identificamos los materiales que mejor rendimiento productivo tuvieron para trabajarlos acá”, explicó.

 

 

 

Ambos experimentaron también el cultivo de otras hortalizas como zapallo, pero siempre con la idea y las ganas de hacer ajo. Aunque reconocen que la rotación de cultivos es importante, probarán, desde febrero del año que viene, sembrar ajo.

 

“Este año pudimos concretar nuestro deseo: alquilamos un lote de una hectárea que incluye una casa y le dimos para adelante. En febrero nos entregaron la quinta, que es la que trabajamos actualmente, y empezamos a realizar la limpieza del terreno. Arrancamos de cero. En marzo movimos el suelo y se nos atrasó un poco todo, pero allá vamos”, contó, y explicó que a pesar de que estaban retrasados con la siembra, decidieron arriesgarse.

 

“La fecha de plantación óptima se puede estirar hasta el 20 de febrero. Nosotros la hicimos a fines de marzo, llevábamos por lo menos un mes atrasados, pero aún así obtuvimos muy buen rendimiento”, dijo asombrado. Y el tiempo les dio la razón. Para los socios amigos valió la pena el intento porque adquirieron experiencia y conocimientos para volver a intentarlo.

 

“Obtuvimos 36 mil kilos de planta entera y eso equivale a alrededor de doce toneladas netas de ajo apto para comercializar. Pero perdimos en el arrancado, porque la máquina rompió algunos bulbos. Además un temporal hizo que se mojara el ajo y no tuvimos tiempo para guardarlo. En total perdimos seis mil kilos que no se pueden comercializar: tres mil usaremos para semilla y el resto se pudrió. Estos son detalles que tenemos que afinar para la próxima campaña. Es decir, antes de la cosecha sabemos que tenemos que tener listo el secadero. Pero el rendimiento fue muy bueno dentro del espacio dedicado”, especificó Luna.

 

 

Los productores decidieron implementar el sistema de riego por goteo en terreno plano, por una línea de agua pusieron dos de ajo.

 

 

La superficie total del lote es de una hectárea, pero los productores decidieron enfocarse en cultivar ochenta y cinco líneas de cien metros, “es decir que son líneas de riego y por cada una de ellas van dos de ajo. Pusimos alrededor de cien mil bulbos por hectárea en dos sectores, y en otra zona detrás de la casa hicimos treinta líneas más, de cincuenta metros”. 

 

Para desarrollar este proyecto, Luna y Sturba eligieron las variedades que mejor se dieron durante las pruebas que realizaron. “Pusimos morado y quilla, ya que sabemos que ambas son de cosecha temprana. Unos meses antes de iniciar con la siembra, en noviembre, nos habíamos contactado con un amigo de Mendoza que produce semillas. A él le encargamos la cantidad necesaria para hacer una hectárea, es decir que compramos alrededor de mil ochocientos kilos, que venía sin calibrar”, explicó.

 

La dupla productora decidió cultivar en un terreno plano: “Implementamos el riego por goteo, instalamos el sistema presurizado, ya que no podíamos llevar el agua por gravedad hasta el lote. Esto hizo que se nos complicara la cosecha porque las cuchillas de la máquina, al no tener el surco, lastimaron mucho las plantas. Ahí tuvimos una pérdida del 15% de la producción, porque cortaba el bulbo a la mitad. Así que tuvimos que hacerlas afilar de nuevo y poner un mayor peso sobre la máquina, era muy llamativo observar cómo llevábamos gente sentada arriba. Pero esto hizo que se enterrara un poco más y pudimos seguir cortando el ajo. Después de ese momento pasó la cuadrilla retirando los bulbos que despues se cortaron y se limpiaron, las cabezas quedaron listas para armar las ristras y comercializarlas”, indicó Luna.

 

“Como decía, quedó mucho material de la cosecha en la tierra, la cuadrilla dejó bastante en el suelo. Lo peor fue cuando terminamos de sacar el cultivo. Entre el 6 y el 7 de noviembre se vino un temporal, nos agarró desprevenidos y se nos mojaron muchos atados que quedaron en el suelo, porque justamente no teníamos un depósito para ponerlos. Este aspecto hizo que el ajo perdiera la calidad comercial, la estética en realidad”, aclaró, y agregó que cuando limpian los bulbos se pelan fácil y el diente queda al descubierto. “Para consumo no es apto, pero sí lo es para semilla, entonces mucho de lo que se perdió para la venta lo vamos a destinar para sembrarlo el año que viene”.

 

 

En 2023 queremos meter otro cultivo y hacer una mejor rotación. Pero por ahora vamos a seguir con ajo. Ya aramos el lote, está descansando". Alejandro Luna, ingeniero agrónomo y productor de ajo en Villa Mercedes.

 

 

Por estos días, cuando la lluvia los deja, Luna y Sturba se dedican a preparar el suelo. “Lleva un tiempo el trabajo de preparación de la cama de siembra para el próximo cultivo. En febrero ya tenemos que estar plantando nuevamente el ajo para poder desarrollar el ciclo como corresponde. Consideramos que en el próximo, el de 2023, podremos meter otro cultivo y hacer una mejor rotación. Por lo pronto, seguiremos con ajo, ya aramos el lote, está descansando, incorporaremos guano y a fines de enero volveremos a hacerlo para iniciar la plantación a mediados de febrero”, especificó.

 

Luego de la etapa de corte y de realizar una limpieza al cultivo, llega el momento de embolsar las cabezas de ajo. Ahora los productores esperan vender lo que cosecharon.

 

“Hacemos bultos de más de diez kilos, es una típica bolsa de cebolla, como las que venden en la verdulería. Las ofrecemos en distintas calidades, nosotros tenemos tres: calibres 6, 7 y 8, cuya bolsa está a 2.500 pesos; la de bulbo mediano, que es calibre 5, la vendemos a 2 mil pesos;  y la 4, a 1.500 pesos. La idea es tratar de ubicarlas pronto para que llegue a los consumidores”, explicó Luna.

 

En mayoristas y verdulerías pudieron ofrecer el producto, pero por las redes sociales solo han recibido consultas. “Todavía no concretamos ninguna compra digital. Lo que sí hicimos fue un análisis de mercado que nos arrojó como resultado que el consumo per cápita del ajo en nuestro país ronda  los 150 gramos por año. Si hacés una cuenta rápida, nuestra producción podría abastecer tranquilamente a toda la ciudad de Villa Mercedes. Hay que tener fe, paciencia y seguir ofreciéndolo”, afirmó, y añadió que tiene conocidos y compañeros de la universidad  a los que les comentó sobre su proyecto. “Quedaron en pasarme algún contacto con la gente de Sol Puntano para ofrecer nuestra producción y que nos ayuden en la comercialización, pero tampoco hemos concretado nada”.

 

Luna es docente de la UNSL y tiene un nexo muy importante con la institución, actualmente trabaja en un proyecto de investigación que se llama "Biohorticultura en el kilómetro cero".  “El objetivo es que se consuma lo producido en el lugar, que no viaje la mercadería y la idea es motivar y contagiar a todos los productores locales para que dejen de importar y consuman lo local, que se haga un circuito dentro de la provincia”, aseveró.

 

Para que el proyecto fuera exitoso la dupla decidió aplicar tecnologías para realizar un buen manejo del suelo: “Hicimos la preparación de la cámara de plantación, seleccionamos la semilla pensando en que sea de gran calidad y buen tamaño; y también incorporamos fertilizantes biológicos para aportar al manejo sustentable del lote. A quien le agradecemos por el asesoramiento es a Patricia Bazán, que es la directora del trabajo”, explicó el ingeniero agrónomo.

 

“La idea es en febrero volver a hacer el mismo diseño, acomodar mejor el lote que estaba abandonado y tenía la tierra muy dura. Había pajonal y mucha basura. Ahora está sin malezas, trabajado y ordenado. Vamos a agregar más líneas de ajo, queremos ser más eficientes con la plantación; es decir, que entren más plantas por línea de riego. En esta oportunidad colocamos  1.300 plantas y ahora pondremos dos mil”, anticipó.

 

Luna, apasionado por su trabajo brindó un detalle poco conocido: “Una de las labores culturales que se realizan dentro de lo que es el cultivo de ajo es el destolado. Consiste en el arrancado de la vara floral en octubre. Se lleva a cabo durante el período de emergencia, dura un mes y es fundamental sacarla porque la planta pierde energía en detrimento del crecimiento del bulbo”, contó, y siguió: “El destolado o chiflote, como también le dicen, de la tola o vara floral se hace pegando el tirón planta por planta. Se puede consumir y tiene buen sabor, es más suave que el diente de ajo. Supe que, por ejemplo, el INTA fomenta la produccion comercial de varas florales”.

 

 El docente además dijo que los ajos morados tempranos emiten vara floral, los colorados también, pero los blancos no. “Se pueden preparar conservas, particularmente nosotros no lo hemos hecho todavía. Lo que tenemos en mente es trabajar ajo negro, que se realiza al someter al bulbo a temperaturas y humedad controlada, esto hace que se concentren minerales y azúcares del diente que lo convierten en un alimento funcional. Desde hace tiempo que tengo ganas de hacerlo, pero se necesita una estufa para controlar los parámetros. Esta es una materia pendiente pero vamos a intentar concretarla en el futuro”, concluyó. Seguramente los consumidores que son amantes del ajo quedarán a la espera de esta novedosa iniciativa.

 

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