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Bianca dejó la silla de ruedas para brillar en la pista de baile

Nació con un virus y a los 10 años ya le habían amputado ambos pies. Hoy, con prótesis, se luce en una academia.

Por redacción
| 26 de agosto de 2018
Luchadora. Con el puño en alto y sobre sus piernas ortopédicas, Bianca dice que "todo es posible". Foto: Héctor Portela.

Bianca Pereyra apura el paso, dice que no le gusta andar lento. Cuando llega a la plaza del “828 Viviendas”, su barrio, sube sin problemas las escalinatas de los juegos, hace la vertical contra un muro y ensaya una pose de baile con sus brazos en alto y sus dos piernas ortopédicas bien firmes. La joven que hoy tiene 13 años, nació sin tibia y sin peroné, a los 2 le amputaron el pie izquierdo y a los 10, el derecho. Durante mucho tiempo se valió sólo de sus rodillas y de una silla de ruedas para moverse. Ahora no sólo camina sino que también brilla en una academia de danzas.

 

“Yo salgo adelante porque sé que hay personas en peores condiciones que yo”, aseguró la niña que nunca pierde la sonrisa y que deja adivinar dos ojos brillantes bajo el cristal de sus lentes. Desde que llegó al mundo, el 10 de setiembre de 2004, sufrió los efectos del Síndrome de Bridas Amnióticas que le ocasionó un virus congénito y que le generó malformaciones en sus miembros inferiores y también en los superiores (tiene los dedos de las manos más pequeños).

 

De modo que cuando tenía sólo cinco meses de vida, empezó a familiarizarse con los consultorios, los médicos y los tratamientos. “Fueron cinco años seguidos de hospitales y varias cirugías. Pero a los 6, ella tomó la decisión de que le amputaran desde la rodilla hacia abajo porque el sufrimiento era muy grande y ya se le estaba deformando la cadera. Ella quería quitarse los dos, pero en ese momento el especialista aconsejó que fuera uno solo porque el dolor iba a ser muy traumático”, contó Carina, una madre soltera que nunca sintió la patología de su hija como una carga: “Yo estuve feliz desde que la tuve en mis brazos. La deseaba tanto que nunca vi lo malo”, expresó.

 

Con esa misma naturalidad los Pereyra atravesaron cada una de las dificultades que aparecieron en el camino de la niña. Por eso no les fue extraño verla usar una valva (una especie de bota artificial) cuando era todavía una beba, ni los abrumó que tuviera que llevar un pie ortopédico después de la primera amputación. “Siempre lo llevé bien, yo sólo quería jugar”, contó ella, con inocencia.

 

Su abuela Cristina recuerda cuando la veían andar en patines de una esquina hasta la otra por la vereda del pasaje Bernabé Araoz, donde se asienta la casa que comparten todos, junto al abuelo y a Francisco, el hermano menor de Bianca. Siempre inquieta y alegre, se convirtió en el alma del hogar y en la debilidad de los vecinos y las maestras de la Escuela Nº 12 “Tomasa Garraza de Quiroga”, donde cursó toda la primaria. “Nunca la minimizamos. Siempre le pedíamos que ayudara con la limpieza, que hiciera todo lo que pudiera sin victimizarla pero sin forzarla tampoco”, agregó la madre.

 

Sin embargo, el pie derecho comenzó a sufrir deformaciones y no aguantó. En enero de 2015 tuvieron que cortárselo y la muchacha, que ya tenía 10 años, debió recargar todo su peso sobre sus rodillas. Ni eso la detuvo. Con las partes de piernas que le quedaban y el auxilio de una silla de ruedas que usaba sólo para trasladarse fuera de su vivienda, finalizó sus estudios primarios y portó la Bandera Argentina como la mejor alumna del colegio, motivo por el que fue noticia en las páginas de El Diario de la República en la edición del 20 de diciembre de 2015.

 

Pero comenzó otra batalla. Su obra social le puso trabas para costearle las prótesis que necesitaba y que valían $180.000, un precio demasiado alto para una familia que se sostiene con el sueldo de Carina, quien trabaja como empleada en el área de Rentas.

 

Finalmente la mutual accedió, y tras algunas sesiones de medición en las que hicieron los moldes en base a su peso y altura, le entregaron las dos extremidades artificiales. El 1º de julio del 2017, la joven se paró por primera vez sobre sus nuevas e inseparables compañeras. “Me costó un poco adaptarme y al principio me mareé, pero yo quería salir corriendo en el momento, estaba muy emocionada", recordó.

 

La madre contó que antes de aprender a dominarlas, la niña se cayó varias veces. "Pero cuando empezó a bailar, empezó a caminar cada vez mejor, eso la ayudó", sostuvo.

 

Es que fiel a su espíritu emprendedor y motivada por su mejor amiga, este año Bianca decidió sumarse a la academia de danzas "Expresarte". Y aunque al principio tuvo miedo, soltó todo su cuerpo al ritmo del reggaeton, del pop, del ballet y otros estilos musicales. La semana pasada participaron de un certamen internacional en Carlos Paz, Córdoba, y se trajeron un segundo puesto. "Yo no podía parar de llorar", admitió la mamá.

 

La niña morena de ojos brillantes, ahora cursa el segundo año del Colegio Nacional Nº 2 "Juan Esteban Pedernera". Aún no tiene muy en claro lo que quiere hacer en el futuro, pero no descarta dedicarse exclusivamente al baile. Pero de algo está segura: nunca detendrá sus pasos. "Todo es posible. No hay nada que no se pueda hacer si se pone verdadero esfuerzo", dijo y selló sus palabras con una sonrisa.

 

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