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Apuestan sus ilusiones a las gallinas ponedoras

Daniel Fernández y Jorge Carrizo son primos y tienen un objetivo: producir huevos para abastecer a la zona. Empezaron bien de abajo y están a punto de concretar su sueño gracias al tesón que le ponen al trabajo y a una ayudita del Ministerio de Producción.

Por Marcelo Dettoni
| 16 de diciembre de 2018
Socios. Carrizo llegó escapando de la inseguridad y Fernández le propuso trabajar juntos.

Todo comenzó con una carta manuscrita, entregada en medio de una multitud, durante uno de los tantos actos que organizó el gobierno provincial en pleno desarrollo del Plan Frutihortícola, que no por nada está enmarcado dentro de un proyecto mayor llamado Sueños Puntanos.

 

En cualquier lugar del país hubiera sido una gota en el océano, un intento heroico con escasísimas posibilidades de éxito, pero San Luis es distinto, aquí los funcionarios están atentos a las necesidades de la gente. Entonces ese papel que encerraba una fuerte cuota de esperanza, se terminó convirtiendo en el primer eslabón de una cadena virtuosa que ahora tiene a sus protagonistas entusiasmados, a punto de concretar un proyecto productivo con la ayuda del Programa Producción Agropecuaria y Arraigo Rural, que depende del flamante Ministerio de Producción que encabeza Sergio Freixes.

 

“La verdad es que no tenía muchas expectativas. Nos acercamos a donde estaban entregando los árboles frutales y las bandejas hortícolas y le dimos la carta a uno de los funcionarios. Ya estaba bueno poder llegar tan cerca de gente con poder de decisión, porque en Buenos Aires no te dejan ni llegar a 100 metros, pero no creí que podía llegar a las manos justas y que todo se diera tan rápido”, reconoce Jorge Carrizo, quien llegó a San Luis en julio de este año, corrido por la terrible inseguridad que se vive en el Conurbano bonaerense.

 

“Tenía un carromato con el que vendía comida de manera ambulante. Durante 35 años me dediqué a eso, son altos y bajos, pero siempre dándole para adelante. Estaba volviendo a mi casa en Lomas de Zamora desde Lanús, otra ciudad que queda cerca, en el sur del Gran Buenos Aires, cuando de pronto me cruzaron un auto, se bajaron tres tipos y me asaltaron. No sólo se llevaron todo, también me gatillaron tres veces en la cabeza y la bala no salió. Ese día me convencí de que no quería vivir más allá y entonces una idea que ya venía madurando se terminó de concretar: me vine a San Luis”, relata Carrizo con la mirada perdida, como recordando aquel mal trago que lo marcó para siempre.

 

Por suerte para él, en San Luis ya vivía desde hace 40 años su primo Daniel Fernández. “Jorge viene todos los años de vacaciones a la provincia y yo siempre le decía que se tenía que animar, hacer las valijas y empezar de nuevo acá, donde siempre hay oportunidades de trabajar y progresar. Yo nací en Buenos Aires pero mi familia se vino cuando tenía tres años, porque mi mamá es puntana, entonces me siento uno más en esta provincia, toda mi vida la pasé en San Luis”, agrega Fernández.

 

Cuando Carrizo llegó en julio, su primo ya lo estaba esperando con un proyecto en mente. “Mi viejo, Rubén, tenía este campo en el Departamento Belgrano y cuando falleció quedó para mis hermanos y para mí. Lo dividimos en tres y yo con mi parte me empecé a dedicar a la ganadería de manera incipiente, tengo algunos cerdos y siempre quise arrancar con la producción de huevos caseros. Le ofrecí a Jorge asociarnos y así comenzó este sueño que ahora se va a convertir en realidad”, cuenta el ‘puntano’ Daniel, quien le da para adelante con entusiasmo y la ayuda de su mujer, Mónica, con quien armó una numerosa familia ensamblada: “Yo tengo cuatro hijos y ella tres, así que imaginate...”, agrega con una sonrisa. Su papá Rubén siempre está presente en su vida, incluso lo tiene tatuado en un brazo, como para no olvidar el origen de ese campo que ahora es su medio de vida.

 

Jorge vino solo, “a probar suerte”, pero convencido de que a la larga se iba a quedar. En Lomas de Zamora quedaron su esposa Cristina, sus hijos Emanuel y Yamila, quien ya le dio un nieto, Aarón. “Ahora que la posibilidad de criar ponedoras es una realidad, se van a venir después de las Fiestas, ya estamos decididos a apostar al futuro en San Luis”, asegura el ‘porteño’ que ya no quiere ver ni en fotos la gran ciudad.

 

Los dos apostaron a fondo por la actividad avícola, con la ventaja de contar con el campo de Fernández, ubicado en Bella Estancia, un paraje ubicado sobre la ruta 15, en medio de la aridez que domina el paisaje en el Departamento Belgrano, en el oeste provincial. Queda a unos 60 kilómetros de la capital, hay que tomar la ruta 147 como quien va a San Juan y, a la altura del paraje Macho Muerto, desviar a la derecha por la 15, que es de asfalto y desemboca en Villa General Roca unos kilómetros más adelante del establecimiento San José, que es el nombre elegido por la flamante sociedad para vender los huevos que pronto llegarán.

 

Mientras tanto, están construyendo entre ambos, y con la ayuda de Franco, un hermano de Daniel, un espacioso galpón de 20 metros de largo por seis de ancho en el que vivirán las gallinas ponedoras. Ya tienen las paredes bajitas hechas de bloque, los postes de madera y el techo. Faltan el contrapiso y el tejido de acero romboidal que recubrirá los laterales, además de las puertas. Allí es donde cobró protagonismo el Programa Producción Agropecuaria, ya que la famosa carta manuscrita llegó a manos de su titular, Martín Rodríguez, quien rápidamente reaccionó al pedido de asistencia que hicieron los primos.

 

“En todos los actos recibimos este tipo de solicitudes y tratamos de conformar a todos, siempre y cuando los pedidos sean concretos y fundamentados. Por eso invertimos muchas horas en hacer relevamientos, confirmar que los productores sean reales, vivan donde dicen que viven y confirmamos qué es lo que quieren hacer. En este caso nos dimos cuenta de que realmente estaban convencidos, que habían arrancado con el proyecto y entonces les dimos una mano con lo que habían pedido en la carta”, contó Rodríguez.

 

Entonces el Ministerio de Producción aportó cinco rollos de tejido de alambre romboidal, seis comederos y seis bebederos para las aves. Y lo que es muy importante: un instructivo básico de cría con las principales recomendaciones para no cometer errores en los primeros pasos del emprendimiento, ya que el trabajo con aves de corral es muy delicado. Hace un tiempo atrás la revista El Campo visitó a un productor en El Suyuque, quien al igual que los primos de Bella Estancia se largó recientemente con la cría de ponedoras y pagó un alto precio a la falta de capacitación. Se le murieron muchas gallinas en invierno, a causa del frío y la falta de manejo adecuado en el galpón.

 

“Ahora le trajimos los materiales para que puedan seguir avanzando, pero en los próximos días va a venir Juan Pablo Rey, un veterinario del área de Sanidad Animal del Ministerio, quien se va a encargar de darles una charla y aclararles todas las dudas que tengan luego de leer el instructivo”, aseguró Agustín Martínez, quien de todos modos contestó algunas preguntas de Jorge y Daniel, sobre todo en lo que hace al ‘peinado’ y la cosecha de semillas de Buffel que había divisado en las banquinas de la ruta, justo frente al campo de dos hectáreas donde se levanta el galpón. Esa pastura megatérmica que nace salvaje,  es una muy buena fuente de alimentación, sobre todo para el pequeño rodeo que tiene Fernández, porque crece en una zona donde las precipitaciones son muy escasas, de no más de 300 milímetros al año de promedio, y la comida natural para las vacas escasea.

 

Claro, Martínez es ingeniero agrónomo, entonces los puede ayudar en lo que hace a pasturas y confección de alimento, las explicaciones sobre sanidad y cuidado de las aves quedará en manos de Rey, como para cubrir todo el espectro productivo. De todas maneras, los muchachos tienen mucho entusiasmo, se pasan horas en internet aprendiendo secretos sobre la cría de gallinas e incluso visitaron varios establecimientos que llevan años en la actividad para copiar algunas ideas y aplicarlas en San José.

 

“Queremos arrancar con unas 500 gallinas, vamos a probar, pero apostamos a futuro, el galpón va a tener espacio por lo menos para unas 750 según lo que leímos. No vamos a forzar nada, queremos que el bienestar animal esté por encima de cualquier ecuación comercial”, asegura Daniel, quien tiene algunas gallinas dispersas por el campo, así que conoce cómo hay que cuidarlas y cómo reaccionan ante diversas circunstancias.

 

Piensan comprarlas en Río Cuarto, donde consideran que hay “cantidad y buena calidad como para elegir”. Y después de las ponedoras, en una segunda etapa, planean armar otro galpón y diversificar el negocio con la cría de pollos parrilleros. Pero por ahora todos los esfuerzos están puestos en arrancar. “Hace dos meses que empezamos a armar el galpón y todavía, además de algunos materiales, nos falta lo que se conoce como ‘cielo abierto’, que es el lugar donde se ponen las gallinas mientras limpiamos su hábitat”, agrega el productor, quien reconoce que el esfuerzo hace milagros, “pero siempre falta plata, todo está muy caro y aún no nos pusimos a pensar en el maíz y el alimento balanceado, pero igual vamos a salir adelante, entusiasmo es lo que sobra”.

 

La comercialización es otro aspecto a tener en cuenta, que en general suele ser una complicación para los pequeños emprendedores rurales, porque no sobran los canales donde colocar sus mercaderías. “Ya hicimos algunas indagaciones de mercado y creemos que hay espacio como para colocar los huevos en Villa General Roca y San Jerónimo en primer momento, y luego sí, largarnos a vender en San Luis capital cuando ya estemos bien afirmados”, dice Jorge, entusiasmado con la chance de vivir del campo. “Igual, después de Navidad me traigo el carrito, puede ser una buena opción para hacer comidas, sé que está la Feria de Pequeños y Medianos Productores, donde los track foods venden muy bien”, acota con conocimiento de la realidad puntana.

 

Lo importante es que el proyecto ya marcha y todos los días le dedican varias horas, con entusiasmo inclaudicable y la férrea voluntad de abrirse paso ante las dificultades. Como hizo la carta, que logró llegar a las manos indicadas dentro de un Gobierno que sabe escuchar a los pequeños productores y, en la medida de sus posibilidades, los asiste con lo que tiene: materiales, instructivos y los conocimientos de sus profesionales para que los nuevos proyectos tengan siempre el respaldo de la experiencia.

 

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