Miel de primera calidad en un entorno ideal

Iván Severini es un apasionado de las abejas. Conoce a la perfección sus movimientos y costumbres, sabe cómo tratarlas y ellas le responden ayudándolo a fabricar una miel pura que ya es reconocida más allá de los confines de la Villa de Merlo, donde vive desde hace años con su esposa y sus cuatrillizos, que ya cumplieron 18 años y partieron rumbo a Córdoba para estudiar distintas carreras universitarias. Ellos son el orgullo de Iván y el motivo por el cual la pelea día a día para dejarles un futuro mejor.

La relación de Iván con Merlo surgió gracias a su abuelo Rodolfo, quien viajó a la zona hace más de 40 años y quedó enamorado de sus paisajes.

Este ingeniero agrónomo de 44 años nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, pero su relación con Merlo viene desde el fondo de la historia, y el protagonista fue su abuelo Rodolfo: “Por Rojas pasaba un grupo de vendedores ambulantes de plantas aromáticas de esta zona. Una vez uno se enfermó y mi abuelo se ofreció a traerlo de vuelta a San Luis. Cuando conoció esta zona se enamoró para siempre. Si bien no se quedó a vivir, venía siempre, tanto que a mí me trajeron por primera vez cuando tenía 6 meses”, recuerda.

Don Rodolfo no se hizo la casa en cualquier lugar, eligió Piedra Blanca, un rinconcito enclavado en las sierras, lejos del ruido del casco céntrico, donde dominan los cantos de los pájaros, las ligustrinas floridas y las añosas arboledas. El hombre también influyó en las elecciones de Iván, ya que era apicultor. “Mi primer contacto con las abejas fue a través de un enjambre que se había formado detrás de la casa de Piedra Blanca. Fue magnético, me enganché con lo que hacían los insectos y eso obviamente marcó mi carrera. Después fui a estudiar Agronomía a Córdoba y cada vez estuve más cerca de la apicultura, ahora con preparación”, relata Severini.

Claro que su emprendimiento ‘Miel de mi Terruño’ no nació de la noche a la mañana, requirió de un gran esfuerzo familiar y mucha inversión. Antes de largarse por su cuenta, Iván trabajó ocho años en el Programa de la Mosca de los Frutos, donde adquirió experiencia en los secretos de las especies vegetales y estrechó su relación con el mundo animal a través del manejo de plagas y enfermedades zoonóticas.

“Soy un fanático de las buenas prácticas agrícolas, creo que son fundamentales para hacer un producto de calidad y no poner en riesgo la salud de la gente ni el bienestar de las abejas, que al fin de cuentas son las que trabajan para que yo tenga la miel”, dice Iván, quien aplica el Sistema Hazard, que es una especie de seguimiento de la calidad de los procesos. “Yo llevo un control estricto, anoto cada vez que aplico contra la varroa, que es una enfermedad muy común en la apicultura, y además si quiero hacer miel orgánica, tengo que pasar algunas inspecciones”.

Severini tiene las colmenas madres en un terreno sobre la ruta 5 y compra genética de primera línea en Mendoza y en Junín, provincia de Buenos Aires, para mantener la calidad. Usa la variedad Apis Mellífera Ligústica, de origen italiano. “Son 450 colmenas, que me permiten producir entre 12 y 15 mil kilos por año en dos cosechas, una en diciembre y otra en febrero”, cuenta el productor, quien usa un sistema para multiplicar las reinas que le provee especímenes “sanos, nutridos y prolíficos”, según su definición. La parte administrativa y la comercialización las concentró en su casa paterna, en Piedra Blanca, donde también descansa la nueva bomba elevadora.

“Me costó 33 mil pesos, pero la saqué con la Ley de Valor Agregado que tiene la provincia, por lo que recibí un reintegro del 80% del monto invertido. Fue en 2014 y me cambió la forma de producir. Tenía una bomba de fundición de hierro para trasvasar la miel que no era higiénica ni estética. Con la nueva paso la miel al tambor en cinco minutos, mejorando todo el proceso”, asegura Iván, quien se prende en toda feria en la que pueda mostrar su producción, como en su momento fue Alimenta San Luis. “Vendimos muy bien esa vez”, recuerda. Actualmente ofrece la miel en los comercios de la zona e incluso en San Luis, pero tiene limitaciones para ampliar el recorrido: “Recibí varios pedidos desde Traslasierra, pero como me faltan los registros RNE y RPA no puedo sacarla de San Luis. Los estoy tramitando, llevan tiempo y dinero”, reconoce.

“La abeja es receptora de la calidad ambiental y la Villa de Merlo es muy buena en ese sentido. Muchas veces escucho decir que la miel de esta zona es más rica que otras y es por las flores que crecen acá que permiten una excelente polinización, pero también porque en otros lados no le dan buen tratamiento a la miel. Todo influye”, asegura.

La miel tiene dos presentaciones, sólida o líquida, que en el fondo es lo mismo, aunque en cuestión de gustos nada está escrito. “La sólida tiene partículas de fructosa que se acomodan distinto a la boca. En realidad es la misma miel que se cristaliza con el tiempo, pero impacta más en las papilas gustativas. Y si es miel de algarrobo, cristaliza más rápido aún”, dice con la seguridad de quien estudió Agronomía y además está involucrado hace años en el negocio. En cuanto a las plantaciones que mejor se acomodan a las abejas, recomienda el algarrobo, que tiene su momento ideal en noviembre, melilotus (enero), chilca, usillo y jarilla, que florecen en marzo.

Severini está convencido de que “los tres pilares para una buena producción son el medio ambiente, la sanidad y contar con una reina prolífica. El ambiente que ofrecen Merlo y su región es propicio para la actividad gracias a una flora diversa muy rica en cantidad y calidad de especies de interés apícola. "La sanidad va de la mano con la genética y el buen ojo del apicultor, y tener abejas prolíficas también es signo de excelente genética y alimentación de las reinas en sus primeros días de vida como larva. Por eso trabajamos con genética de reconocidas cabañas, adquiriendo unas pocas reinas madres seleccionadas de Apis Mellífera Ligústica. La cruza que producen las hijas de estas reinas con zánganos locales,  da como resultado un híbrido de excelentes resultados productivos, sanitarios y mejora la mansedumbre”.

La forma en la que se obtienen estas reinas es por el método Doolitle, que data de 1888 y consiste en realizar traslarve (tomar larvas de la colmena con reina que se quiera multiplicar) y trasvasar una a una en las copas especialmente preparadas para tal fin con un poquito de jalea real diluida en agua para que estas larvas no se deshidraten. “Las larvas a levantar no deben tener más de 24 horas de eclosionadas del huevo. Inmediatamente son colocadas en una colmena sin reina que se preparó especialmente tres o cuatro días antes, con mucha cría por nacer y muchas abejas nodrizas (jóvenes) ya que éstas son las encargadas de alimentar correctamente a las larvas que serán futuras reinas”, describe Severini.

“De esta forma, a los 11 días se sacan con cuidado de no golpearlas en estos capullos o celdas que estarán a horas de nacer las nuevas reinas y serán colocadas de a una en las colmenas seleccionadas, donde se sacó previamente la reina improductiva o vieja. De esta forma la nueva reina se fecundará a los pocos días y comenzará  a poner entre 2.000 y 3.000 huevos diarios, dando lugar a muchas abejas en la colmena. Así nos aseguramos una buena cosecha con rendimientos promedios parejos”, completó el proceso.

El hombre no se guarda nada y cree que es necesario compartir los conocimientos. “Muchos apicultores no tienen en cuenta el tipo de reinas que poseen en sus colmenas y pierden parte de su cosecha por problemas de enjambrazón, al tiempo que pierden dicho enjambre, que no deja de ser una colmena más”.