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Mariano escuchó a su corazón y es un ejemplo de superación

Por redacción
| 05 de marzo de 2017
Familia y amistad. Mariano (medio) junto a su mamá mirta y su amigo Ezequiel Farías. Fotos: Héctor Portela/gentileza Mariano Santillán.

Mariano Santillán tiene 36 años, nació en Salta pero desde hace veintiocho que vive en Villa Mercedes. Cuando nació, un inconveniente durante el parto le ocasionó la pérdida del 96 por ciento de la capacidad auditiva. A pesar de las limitaciones y los obstáculos durante su infancia, nunca bajó los brazos y hace dos semanas logró uno de sus mayores objetivos: ser profesor de educación física. Ahora sueña con dar clases en escuelas para sordos y ayudar a otros con discapacidad a cumplir sus sueños.

 


“Estoy muy feliz y muy orgulloso de mí”, le dijo a El Diario con una gran sonrisa. Aunque escucha muy poco, a lo largo de su vida, el empuje y la voluntad que lo caracterizan, le permitieron hablar con una cierta fluidez. A eso se le suman sus amigos y su mamá, (una compañera fiel) que lo acompañan y traducen a través de lengua de señas, todo lo que Mariano quiere transmitir.

 


Antes de llegar a la cima y ser un flamante docente, transitó un largo sendero en el que las dificultades dejaron sus huellas pero que también, aseguró, lo hicieron más fuerte y más sabio. Si bien desde pequeño recibió mucha estimulación por parte de su familia, se topó con escuelas e instituciones que, quizá por falta de experiencia, no le permitieron desarrollarse.

 


Su mamá, Mirta Saavedra, contó que cuando llegaron a la ciudad, fue muy difícil encontrar un establecimiento que le brindara la educación que Mariano necesitaba. “Nosotros vinimos a Villa Mercedes por la promoción industrial, mi marido trabajaba en una fábrica y lo trasladaron acá. Antes de llegar hablé con varias instituciones y me dijeron que había docentes para sordos, pero no era así. Cuando me enteré, me desesperé porque no sabía cómo iba a hacer. Y después, gestioné para que trajeran una maestra que vino desde Río Cuarto, eso ayudó bastante”, dijo Mirta. "Además -continuó- nuestra casa siempre estaba llena de carteles para que él supiese cómo se llamaba cada cosa, cada espacio", destacó.

 


Desde entonces, Mariano pasó por diversas escuelas como la “Justo Daract”, la “Pedernera”, el colegio Industrial, hasta que finalizó el secundario en la Vª Brigada Aérea. “En algunas duró un año o dos, porque como no tenían maestros especializados, no lo aceptaban porque era sordo. También fue durante esa etapa que sufrió muchas burlas por parte de sus compañeros”, manifestó la madre del joven.

 


Cuando finalizó el colegio, se fue a Mendoza. Allí estudió inglés y para ser auxiliar de contable. También se capacitó en computación y dedicó la mayor parte de su tiempo a aprender el lenguaje de señas a través de cursos a distancia y en el Centro de Idiomas de la Universidad de La Punta.

 


Pero fue luego de unos años cuando descubrió otra de sus pasiones, la podología. Mirta hace pedicura, y contó que cuando comenzó, Mariano la observaba atentamente.  “Un día me pidió que le enseñara y lo hice. Después arrancó a trabajar conmigo desinfectando los instrumentos o barriendo, yo le pagaba. Entonces le gustó y me dijo que quería trabajar. Le dije que tenía que ser más que yo entonces se fue a Córdoba para estudiar podología, no lo quisieron recibir porque era sordo y decidí anotarme yo para poder acompañarlo. Iniciamos la carrera y en el 2007, nos recibimos juntos”, relató entre risas.

 


Actualmente Mariano tiene su propio consultorio en el barrio Jacinto Parda, donde vive desde que arribó a la tierra de la Calle Angosta. “Me gusta tener mi lugar, poder atender a la gente que tiene problemas en los pies, como por ejemplo los diabéticos. Quería trabajar en el hospital pero prefiero mi consultorio”, dijo el profesor con la ayuda de su amigo Ezequiel Farías, que lo tradujo en lenguaje de señas.

 


Aunque obtuvo su primer título, Mariano quiso continuar aprendiendo y a pesar de las dudas que le generaba y con la ayuda de dos amigas, se anotó en el Instituto Cultural Argentino (ICA). Para el docente, finalizar las dos carreras, representa un gran logro que alcanzó gracias a que nunca le faltó estimulación. Es por eso que entre sus fines, Mariano desea que todos los chicos sordos, puedan recibir la misma educación que obtuvo él.

 


“Creo que es bueno que hayan escuelas para sordos y para chicos con discapacidad. Pero también sería bueno que haya más instituciones que tengan el lenguaje de señas presente y que no solo les enseñen las materias de la escuela, sino también como lograr cosas en la vida”, reflexionó.

 


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