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Juliana Menéndez: antes de ser atleta supo que quería ser abogada

Por redacción
| 16 de mayo de 2016
En la oficina. "A la hora de estudiar aprendí del atletismo, de la contracción al entrenamiento". | Familia Menéndez

“Este año salí campeona argentina en los 200 metros pero me odiaba… hice 24.50, debí hacer 24.10. Me odiaba por la marca, quedé a 40 centésimas de ir a los Juegos Iberoamericanos y estar en el registro histórico. Estaba en el pico de rendimiento y pensé que en el Grand Prix de Chile conseguía bajar el tiempo, pero el viento en contra no me favoreció. Y en los 400, sin entrenar la distancia, quedé a un segundo de la marca requerida. No quería caer en justificarme… si no hice el tiempo fue por algo. La primera semana estuve muy angustiada, enojada y lloré mucho”.

 


Se abre la puerta del estudio jurídico ubicado en Ayacucho, pasando General Paz. Juli pide permiso, se levanta de su sillón giratorio y atiende a Brenda, quien la conoce desde que era chiquita y ahora ayuda en su casa.  En realidad es su nueva casa, la que desde hace cinco meses comparte con Nicolás Anglada, su socio en el amor y en el trabajo.
Nico trabaja en un box pegado al de Juliana, deja su actividad y acompaña a Brenda fuera del estudio. Juliana vuelve, toma asiento y no dejará de dar medio giro a un lado y al otro mientras dure la entrevista. Se parece a la Juliana nerviosa antes de cada carrera en sus comienzos en el atletismo, aunque se exprese con la seguridad de quien lleva catorce años destrozando cronómetros, pese a que nunca estará conforme.

 


— ¿Llorás mucho?
— Sí, lloro mucho. No tengo problemas en llorar; me dan ganas y lloro. No me importa quién esté al lado, me descargo y después me siento bien. Era campeona argentina pero estaba angustiada por la marca, después fui entendiendo que debo darme la posibilidad de disfrutar. Hablé con el profesor (Jorge Niño) y eran muchas cuestiones abiertas en la cabeza. Los cambios de vida tal vez me restaron enfocarme en los entrenamientos, en la competencia no me desenfoca nada, pero en los entrenamientos y sin dame cuenta, el cuerpo estaba en un lado y la cabeza en otro… la casa, el trabajo; pero no hay excusas, estaba angustiada. También debo darme la derecha y no autodestruirme.

 


— ¿Cuándo empezaste a hacer atletismo?
— En 2002, con 12 años. De chica me gustaba correr. Corría en los recreos en el patio de la (escuela Paula Domínguez de Bazán), apostaba con las chicas tres años más grandes y les ganaba. Siempre fui competitiva, no me gusta perder a nada. Juego a las cartas y es a morir.

 


— ¿A qué edad supiste que no te iba a soltar este deporte?
— A los 13 años. Ahí cambió todo, las pretemporadas más intensas y el ojo puesto en el ránking. En 2005 fui campeona argentina, tenía 15 años. A los 16 empecé a correr los 400 metros y también 200. En 2006 hice 400 con vallas y fui campeona argentina. Y en los 200 también gané. Pero siempre fui de enojarme conmigo cuando no ganaba. Me acuerdo de todo de todas las carreras.

 


— A ver si es cierto que te acordás de todo. ¿Qué ropa usabas para correr diez años atrás?
— Corría con unos zapatos Nike con clavos, una calza negra y un topcito. Los tengo guardados y los usé hasta que dejaron de entrarme. Incluso el top me lo puse cuando me recibí de abogada. Me acuerdo de todo, cada año fue distinto, especial.

 


— ¿Y lo de abogada, siempre estuvo presente?
— A los 8 años ya quería ser abogada. Por películas… después fui creciendo, fui entendiendo y como sentía que no iba a estudiar naturales, nada del cuerpo, ni nada en lo que vea sangre… tampoco educación física… sabía lo que no quería y terminé la secundaria, me inscribí e hice la carrera en los seis años establecidos.

 


— ¿Cómo fue entrenar y a la vez estudiar?
— De 2010 al 2014 dejé por una lesión. Una fascitis plantar y desgarro en el talón. Fue tras los Juegos Odesur en Colombia 2010. Me llevó más de un año recuperarme, una lesión muy complicada. Un médico llegó a sacarme sangre y en plaquetas me las inyectaban en la planta del pie, por entonces una novedad. Me dolía hasta para caminar y decidí cortar para no volver, y enfocarme en los estudios. Me había cansado de competir, de entrenar, de esa parte fea que es la lesión, por la cual pasás de ser la mejor a de-saparecer. Uno crece y lo puede entender, pero no es fácil. Hasta que un día me agarró la loca y decidí volver.
— ¿Hay mucho esfuerzo para llegar al alto rendimiento?
— No fui a cumpleaños de 15, no fui a Bariloche de viaje de egresados, desde los 13 años que cuido la alimentación y el descanso... tengo que planificar cuándo ver a mis amigas, no puedo ir a tomar unos mates en cualquier momento, saben que los miércoles puedo juntarme y acomodás tu círculo íntimo a vos. Pero hoy haría exactamente lo mismo. Lo que no haría es dejar. Me lamento de la continuidad perdida, no es fácil volver.

 


— ¿Cómo es un día de descanso y alimentación?
— Duermo ocho horas, y a veces otros veinte minutos de siesta si estoy muy cansada, no más. En el desayuno un café y dos tostadas de pan lactal con queso light.
En almuerzo y cena consumo arroz blanco acompañado con carne. Otras veces ensaladas, siempre con carne en el menú. Pastas y sopas.
Mucha fruta. De tres a seis por día. Después de entrenar dos, y si es doble turno entonces son cuatro frutas. Consumo las de estación, ahora mandarina; en verano durazno y ciruela, también bananas y manzanas.
No meriendo, me descompone. Solamente meriendo si tengo tarea de pesas, no de pista.

 


— ¿Y no te dan ganas de comer otras cosas?
— Me dan ganas de comer tortitas, palmeritas, tortas… pero no, ahora soy más exigente, antes era más relajada. El fiambre me encanta, pero no como. Después en la pista el hígado te pasa factura.

 


— ¿Y la vida de pareja?
— Es más difícil entrenar que convivir. Nos vamos a casar, pero todavía no. Cocino aunque nadie me tenía fe. Estoy aprendiendo, era una princesita a la que le hacían todo, y este cambio fue importante. Lavo, plancho, mantengo la casa… Brenda me ayuda a planchar. Hago la comida y a Nico muchas veces le hago diferente. Le cocino omelette, hamburguesas o cosas que yo no puedo comer. O pastas rellenas y le hago salsas y tortas. Es una vida distinta pero nos acomodamos bien.

 


— ¿Y además del estudio jurídico, la casa y los entrenamientos, tenés otra actividad?
— Estoy en la Secretaría de Deportes de la Provincia, en Deporte Social en el Ave Fénix, con Juan Pablo Funes. Sigo los objetivos del área, en los que básicamente todos buscamos que el deporte sea un nexo para ayudar a la gente.

 


— ¿Los entrenamientos, en qué consisten?
— De lunes a sábado; y martes, jueves y viernes doble turno. Y todos los días del invierno doble turno. De 8:30 hasta las 11 pueden ser pasadas intensivas o pesas; y a la tarde carrera, saltos y elongación. Ahora será entrenar y entrenar para la Copa Nacional de Mayores, en octubre, y los nuevos Juegos Argentinos, como los Evita.

 


— A la familia, ¿en qué lugar la ponés?
— Es fundamental, mi papá me sigue como si fuese Messi. No hubiese llegado a nada sin el apoyo de mi familia, en lo sentimental y en lo económico. Un apoyo constante.

 


— ¿Larga la carrera, cómo te sentís…?
— Cuando me madan al taco (de partida), me quiero comer el mundo, esa adrenalina, el hambre de ganar, de querer mejorar… y ésa es mi mejor fortaleza, ganas de matar al que se me cruce, se me cruza y lo piso. Después de la carrera ya está, ya pasó.

 


— Terminó la carrera, supongamos que tenés 40 años, que es hasta donde querés llegar a competir... ¿qué sigue?
— Que los chicos que hagan atletismo traten de disfrutarlo, que no sea una presión. El atletismo, el deporte en general, te cambia la vida, te ayuda, te da otra perspectiva. Esos abrazos del deporte, ese amor no se ve en otros lados. Hay que ser apasionados, la pasión es fundamental en todo. Yo no sería la que soy de no ser por el atletismo.

 


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