Con Aliwen, Ciudad Jardín quiere volver a brillar en el Corso

En el barrio Ciudad Jardín, al otro lado de la Autopista de las Serranías Puntanas, los tambores y las cajas suenan tres veces a la semana, aunque a menos de una semana para que empiecen los Corsos 2016 retumban casi todos los días. Es que la comparsa pre inicial Aliwen ya no aguanta las ganas de mostrar lo que han preparado entre todos los vecinos desde hace meses: los trajes, los bailes, la batucada, que les lleva horas de esfuerzo y práctica. Este año es la segunda vez que marcharán por la avenida Origone y dejarán que la alegría de los carnavales se apodere de ellos.

Son 64 miembros que viven en el barrio y que tienen de 8 a más de 50 años. Son veintidós músicos y el resto son bailarines.

El surgimiento de Aliwen fue a mediados del 2014. "Teníamos algunos chicos que participaban en otras comparsas y como a mi familia, la mayoría de mis hijas y nietos, les gustaba bailar, pensamos en pedir ayuda al intendente (Mario Merlo), que nos orientara porque no conocíamos de instrumentos, y nos dijo que sí. Por noviembre o diciembre pudimos conseguirlos y empezaron a juntarse a practicar los toques, algunos  con la experiencia anterior de haber estado en las comparsas. Los trajes los hicimos a las corridas porque nos dieron un aporte en diciembre y el otro llegó en enero", recordó Blanca Vargas, una de las que dirige el grupo.

El debut, aunque a las apuradas, fue memorable. "Los chicos estaban felices, muchos de ellos ni siquiera iban al centro, no conocían la plaza o la calle Origone y encontrarse con las luces y tanta gente fue una fiesta. La gente los aplaudía por mostrar cómo bailaban y tocaban, las nenas estaban bellísimas, fue mucha la alegría", describió.

La experiencia primigenia los dejó con ganas de mucho más y los animó a prepararse con más tiempo y dedicación para la edición 2016. "Pudimos diseñar los trajes nosotros mismos y compramos tres zurdos más (los bombos grandes), que nos vendió Eduardo (López) de Oberá y una caixa  (o redoblante, para la percusión) a los chicos de Marambú", contó Vargas.

Los diseños de la pasada fueron pensados por Noemí Bentolila, la nuera de Blanca, que combinó la vestimenta que usaban los egipcios, los romanos y los nativos del suelo argentino. Así, los trajes cuentan con una pechera, una capa, un cinturón con taparrabos y unas polainas decoradas recubren las pantorrillas. La confección estuvo en manos de las mamás de la vecindad y les llevó varios días y horas, algunas de la madrugada.

"Noemí corta, yo coso y las demás pegan las gemas. Incluso las jovencitas colocan las lluvias (las hileras de canutillos y piedras colgantes) en los caderines, pero a los varones les hicimos casi todo. Dentro de lo humilde, uno quiere tener todo lo más prolijito posible", confesó la mujer.

Este año pudieron conseguir los materiales en Buenos Aires, que son más baratos, porque el marido de Blanca debió viajar. En Villa Mercedes hay un sólo lugar donde pueden comprar pero "no nos hacen descuentos y todo cuesta el doble. Encima los precios subieron tres veces más", señaló.

Con la valija llena de piedras y strass que trajeron de la Capital, empezaron a bordar los trajes y casquetes, después que los directores de las comparsas consagradas les explicaran cómo armar los atuendos que llevan alambres moldeados.

Los ensayos pasaron de ser tres veces por semana a diarios, debido a la cercanía del show. Se realizará el próximo fin de semana.

En estos días, la ansiedad carcome a los vecinos que no ven el momento de demostrar lo que les llevó tanto tiempo y esfuerzo preparar. "Los corsos son un encuentro de todas las familias, donde podemos expresar alegría, nos divertimos, brotan los colores, las risas, sacamos lo que tenemos adentro, nos expresamos libremente en el arte de la música y el baile. Los chicos están junto con sus padres, que hoy en día están más alejados y así unimos más la familia", consideró Blanca, quien por estas horas practica pasos para tirar el finde.