Un grito o un susurro. En cualquiera de los extremos de su arco interpretativo, Luciana Jury consiguió conmover -que no es otra cosa que tocar la fibra íntima del público- en su primer recital en la provincia. Para llegar al corazón de quien la escucha, la cantora utilizó un recurso eficaz: conmocionarse primero ella misma con la canción elegida y luego transmitir. Parece fácil, pero cientos de cantantes quedan en el camino en ese intento.
Puede ser una chacarera perdida en el venenoso milagro de los recuerdos o una tonada rescatada de algún arcón familiar o un villancico acelerado o una canción romántica que escuchó en la infancia. Cualquier género le queda bien a Luciana simplemente porque su interpretación es perfecta, algo que se consigue sólo cuando la canción se mete en su cuerpo y busca salir de alguna manera.
La última canción del recital del viernes a la noche en La Caja de los Trebejos puede servir de ejemplo. La mayor parte del público argentino conoció “En tu pelo” por la versión cumbiera y triste que hizo Lía Crucet, pero el tema pertenece al mexicano Javier Solís, un bolerista fallecido hace medio siglo. Jury descartó el baile que le impuso su colega y el sabor ranchero del autor original e hizo una interpretación cercana a la milonga, absolutamente personal.
Da la impresión que las canciones toman otra vida, se oxigenan con un nuevo aire, si cantantes como Luciana las interpretan. Y que cualquier música que ande dando vueltas por el universo quedaría bien en la voz de Jury, quien elige los temas con total libertad. ¿O no será al revés? ¿No será que las canciones llegan a la vida de la cantante predestinadas?
La anécdota que contó antes de hacer “El bien que adoro”, una tonada anónima, podría abonar esa teoría. La cantante dijo que mientras su padre estaba mal de salud le llegó de parte del Instituto de Musicología Argentina ese tema rescatado, que empezó a trabajar. Con su padre recuperado, le pidió que le hiciera el cogollo ausente en el original. La letra no sólo quedó perfecta en la estructura musical, sino también en el momento vital de Luciana.
En ese punto vale la pena aclarar para algún desprevenido que Luciana es hija de Zuhair Jury, un excepcional poeta y escritor mendocino que desarrolló su carrera a la sombra de la de su hermano, el inolvidable Leonardo Favio.
Para el recital puntano, la intérprete prescindió de las canciones rockeras que integran su repertorio y se recostó sobre su veta más folclórica. La excepción fue “A quién”, de Gabo Ferro, con quien grabó el estupendo disco “El veneno de los milagros”. “Si no conocen a Gabo, búsquenlo en Google”, recomendó la cantante.
Cuando invitó para que la acompañe el guitarrista puntano Fernando Guzmán, integrante de “Cuyanova”, Luciana quedó encantada con la ductilidad del músico y a “Zamba mercedina”, el tema que habían ensayado poco antes del recital, se sumó por pedido de la cantante “La resentida”. “Vamos a tener que compartir el cachet”, bromeó Luciana.
La noche se abrió con Pilmaiquén Mlikota, una risueña cantante que fue una entrada ideal por la frescura de su propuesta. Canciones divertidas sobre amores no correspondidos y sobre sus creencias conectaron de inmediato con el público.
De ese repertorio se destacó "Insistencia", una canción que va cambiando de ritmos ("es ciclotímica", fue la explicación de la autora) al compás del humor del destinatario. Como una declaración de principios, Mlikota se despidió con "Soy pan, soy paz, soy más", de Piero.
LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casaMás Noticias
