SAN LUIS - Sabado 18 de Mayo de 2024

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Una potencia de la ganadería puntana

Por redacción
| 19 de julio de 2015
Todos los animales tienen caravanas electrónicas.

La vista es austera pero majestuosa. Estancia Chischaca se erige a cien kilómetros casi en línea recta hacia el sur de San Luis, en medio del monte áspero al pie de la ruta 11. Es un bastión de la ganadería del oeste puntano, que extendió los linajes de sangre de una actividad enraizada en la historia familiar de sus propietarios. “Somos de una familia de tradición ganadera y este campo va a seguir por ese camino”, aseguró Felipe Tomasevich, ex ministro del Campo de la provincia, uno de los dueños y administrador de esas tierras que adquirieron en 2006.

 

Razas Originarias. Los primeros animales en pisar la estancia fueron de la raza Simmental, de la cabaña "La Josefina" ubicada en la provincia de Buenos Aires, propiedad de los Tomasevich.


El campo tiene 66 kilómetros de largo, en un extenso rectángulo con salida por la ruta 3. Allí, tranqueras adentro, sobre una suave ondulación natural del suelo, se emplaza con soberbia el casco nuevo, que respeta los aires de grandeza del campo y que desde lo alto ilusiona poseer la perspectiva eterna de sus límites territoriales. En el sur aún quedan las instalaciones de la casa originaria.

 


Los primeros animales en pisar la estancia fueron Simmental, una raza continental de doble propósito, con buena producción de carne y leche, que trajeron de la cabaña "La Josefina" de Carlos Tejedor, propiedad de la familia Tomasevich en Buenos Aires. En un principio, la idea fue seguir con el sistema de entrecruzamiento criss cross, que consiste en servir dos rodeos de hembras cruza, uno con un toro Simmental y el otro, con Angus, para ganar vigor híbrido.

 


Con el tiempo, sin embargo, decidieron inclinarse exclusivamente por las Aberdeen Angus, una raza británica de buena fama en la región por su adaptabilidad a los campos del semiárido puntano. Incluso para fortalecer esa rusticidad, este año empezaron a incorporar Braford. “Sólo un 3/8, porque es una raza que convierte bien en estos tipos de campo y es más longeva”, detalló Julio Falappa, el encargado de la Estancia.

 


En ese trayecto de conformación de su rodeo, podrían haber incorporado vaquillonas, pero eligieron la ruta más compleja: “Decidimos transitar el camino largo, a través de un largo proceso de selección hacer nuestro propio rodeo con vacas nacidas y criadas acá”, aseguró Tomasevich, y detalló que hoy cuentan con un plantel de 2.800 madres.

 


Pero ése no es el techo. Las aspiraciones están en consonancia con el potencial del campo.

 


En 2013 delinearon un plan a cinco años destinados a aumentar el plantel a 3.800, para engrosar el objetivo principal de Chischaca: ser una “fábrica de terneros”, el primer escalón en la producción de carne. Es que si bien es un campo de cría, la empresa familiar hace novillos de exportación.

 


“En Chischaca este momento estamos enfocados a retener la mayor cantidad posible de las mejores terneras a través de dos selecciones: la primera se hace al destete y en la recría se hace la segunda que es la definitiva”, explicó Tomasevich. Y para eso retienen unas 200 vaquillonas al año.

 


“Tienen un buen tamaño para la zona, pesan entre 380 a 400 kilos. En diciembre arrancamos con la inseminación que hacemos con el SAV (Servicio y Asesoramiento Veterinario) con un promedio que ronda arriba del 50 por ciento de preñez y el repaso lo hacemos con toros propios puros de pedigree”, aclaró Julio, un cabañero de oficio que dedicó 19 años de su vida a la crianza de campeones.       

 


A las vacas vacías las venden. Al año siguiente, después de la vacunación, hacen el destete en otoño y durante el año mantienen gastos con la venta escalonada de terneros en la zona, o en provincias vecinas como Córdoba. Con este calendario dejan que la madre descanse y pase sin sobrecarga el invierno.

 


Es que en la época invernal, las pasturas escasean. La dureza del frío es implacable y deja grises las pasturas, de ahí que decidieron empezar a sembrar verdeos como triticale o digitaria, para apoyar la recuperación de las vacas tras el destete y para que puedan ingresar al sistema reproductivo rápidamente.  Además, a fines del año pasado sembraron 200 hectáreas de sorgo para picar. “Pero este año no lo picamos”, dijo Falappa.

 


La alimentación es uno de los pilares de la idea de crecimiento. Así, cada año quieren llevar los verdeos hacia nuevas zonas del campo. Por ahora, los cultivos los hacen en la región norte del campo, en el 2016 quieren extenderlos hacia el centro y en 2017 incorporar el sur, la región más inhóspita. Lo mismo con el agua, invertir en cañerías  y aguadas es otro de los ejes de sus objetivos.

 


Pero el tamaño del campo tiene sus vicisitudes, que aún hoy intentan domar con la incorporación de nuevas tecnologías, el ajuste de las metodologías y ganas de inversión en un futuro. Una de esas herramientas es la incorporación de caravanas electrónicas, que les permite llevar un riguroso control de cada uno de los animales.

 


Por eso una de las herramientas que tienen para organizar y mantener controlado el plantel en el monte impenetrable fue incorporar las caravanas electrónicas. “Así como la agricultura se tecnificó, la ganadería también tenía que tecnificarse”, dijo Tomasevich.

 


La realidad es que el chip permite agilizar los trabajos de la manga, disminuye el error humano en el traspaso de datos, y aumenta la eficiencia productiva a través del registro minucioso de información. Carga una serie de datos como la raza, la parición, la sanidad, en una planilla en la computadora. “Te permite saber si una vaca es cabeza de parición, por ejemplo. Además en estos campos, en un encierre de 800 vacas preñadas quizás en el rejunte te falten varias. Con esto te permite saber cuáles son, y en el próximo rejunte ponerles el ojo para saber cómo evolucionaron”, explicó Falappa.

 


También incorporaron sistemas de transporte poco ortodoxos, sacaron la tracción a sangre e incorporaron los fierros. “Con las motos podés llegar en el día a todos los rincones del campo, sin el desgaste que te produce si lo hacés a caballo. Ganás tiempo, atención y en época de parición podés estar más al tanto”, detalló Falappa que agregó que aunque parezca insólito, así aumentaron el índice de parición y dijo que aún conservan los caballos para trabajos puntuales.

 


Otra de las metodologías que implementaron fue la de “bienestar animal”, concebidas por Temple Grandin. No se usan chicotes, ni picanas. El trabajo con los animales se hace despacio y tranquilo deliberadamente para evitar la disminución productiva tanto en fertilidad, como en kilos de carne.

 


Alimentación, agua, genética y bienestar animal son las bases sobre las que Estancia Chischaca construyó su nombre. Fieles a la tradición ganadera, el campo sigue en la eterna e ilusoria búsqueda de la excelencia. La realidad tiene la marca de fuego de que los objetivos a veces, son más cercanos de lo que parecen.

 


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