El homicidio de Domínguez sacudió a un barrio tranquilo

Los vecinos del  Justo Daract no estaban preparados para vivir lo que pasó  ayer a la madrugada. ¿Quién lo estaría? Ni esa cuadra, rodeada de familias obreras, comerciantes, trabajadores, matrimonios adultos que ven a sus hijos crecer. Ni los chicos que se juntan  de noche en la plaza del frente, plaza que el sábado estaba totalmente vacía porque el frío y la llovizna los obligaron a refugiarse. Todos y cada uno no soñó nunca, “ni por casualidad” (tal vez lo vieron por tele) que la vida de una persona terminaría en esa esquina. 
Rodolfo Domínguez no era del barrio, no compartía una charla con los residentes de la zona, no se lo cruzaban en el almacén ni en la verdulería. Pero a partir de ayer formará parte, lo recordarán cada vez que el hecho resurja en una conversación de los que fueron espectadores en  primera fila, aun detrás de sus puertas. 
“Pum, pum, pum. Nada más, no hay nada más que decir. Lo único que se escuchó en toda la noche, fueron esos ocho, nueve tiros”, contó un comerciante de la zona. 
Algunos residentes aseguraron que no escucharon nada porque estaban durmiendo, otros pensaron que había sido un accidente o habían robado, pero las luces de los móviles eran tantas que decidieron no salir a pispear.  
“Mi hijo vino a las siete de la mañana y nos dijo lo que había pasado, pero no sabía con certeza, sólo que el chico era policía. Con mi señora estábamos durmiendo, no escuchamos nada en la noche porque dejamos la radio prendida, pero quién se iba a imaginar”, relató uno de ellos. 
Nancy vive en la esquina donde estalló la locura. Casi temblando y con su perrito a cuestas, como si no quisiera soltarlo, relató con pocas, pero certeras, palabras, lo que presenció esa madrugada. “Simplemente, fue una noche espantosa. Le dije a mi esposo ‘no salgas, esos son tiros’. Pensaba que era algún loco suelto que estaba tirando al aire, no imaginé que fueran tantos disparos”, dijo. 
 La mujer estaba junto a su marido cuando atacaron al auxiliar, refugiados en su casa por temor a que uno de esos disparos impactara en alguna ventana, en la puerta o que terminara en sus cuerpos. No salieron hasta que intervino la Policía. 
“Lo único que sentía eran los tiros, fueron muchísimos y en tan poco tiempo. No escuchamos frenadas ni si quiera que un auto o algo salieran corriendo. Este barrio es muy tranquilo, lleno de gente trabajadora. No se puede creer”, agregó. 
Nancy sigue en shock, se le llenan los ojos de lágrimas y deja su mirada al vacío cuando recuerda a Rodolfo tendido en el auto. “No, de él no me voy a olvidar nunca más. Estuvo más de cinco horas ahí. Cuando vino su hermana a reconocerlo, fue desgarrador. No tenía contención, pobre muchacho, pobre familia”.  
Su esposo, todavía nervioso, un poco asustado dijo mientras caminaba por la vereda de su casa de punta a punta, “nos quedamos toda la madrugada, la Policía nos hizo preguntas, también a otros vecinos.  Uno no espera estar durmiendo y levantarse con este panorama, sobre todo cuando no hay problemas en la zona”. 
Las marcas que hizo la Policía en la vereda, siguen intactas. Los restos de vidrio que quedaron sobre la calle permanecen allí. Y los vecinos del barrio Justo Daract esperan no volver a ser testigos de la violencia.