La Boleta Única que nadie explicó: confusión, cuarto oscuro y cero capacitación
Claudio Poggi votó el domingo 11 de mayo. Entró, saludó, posó para las fotos y luego se metió en el cuarto oscuro. Así, con esa naturalidad. Como si el cuarto oscuro todavía existiera.
Y no es que haya querido hacer trampa, ni que escondiera algo. El problema no es ese. El problema es que el cuarto oscuro está prohibido por la Ley de Boleta Única de Papel, y sin embargo, ahí estaba. El gobernador votó como se votaba antes. Y nadie dijo nada. ¿Nadie lo sabía? ¿O será que solo su mesa tenía reservado un “modelo tradicional”?
La imagen no debería ser motivo de burla, sino de preocupación. Porque si el propio Gobernador —con todo su equipo, su logística, su organización— no recibió una instrucción clara sobre cómo votar, ¿qué queda para el resto?
La ley exige que los votantes elijan su opción en un lugar “visible para las autoridades de mesa”, sin cuarto oscuro. Un cartón, una mampara, algo que garantice privacidad pero que no permita lo que la vieja cabina habilitaba: que pasaran cosas. Esa era la idea.
Pero algo falló. O todo. Porque ni las autoridades de mesa corrigieron, ni hubo capacitaciones eficaces, ni se difundió el cambio. Lo que se suponía que era un acto pedagógico de transparencia, terminó siendo un caos interpretativo. Cada escuela improvisó. Algunas mesas con mamparas, otras con cajas, otras con nada. Y al parecer, una con cuarto oscuro.
¿Quién debía garantizar que se cumpliera la ley? Las autoridades de mesa. ¿Quién las capacitó? Buena pregunta. ¿Y quién fiscalizó que se aplicara el nuevo sistema correctamente? Nadie.
El gobernador votó mal, sí. Pero no es el único. El sistema falló. El operativo falló. La comunicación falló. La culpa no es del que entra al cuarto oscuro, sino de los que lo siguen montando como si nada hubiera cambiado. O peor aún, de quienes no tienen idea de que ya no debería estar ahí.
Y así votamos.


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