El cumpleañitos de "La Mona", desde adentro
Cooltura cuenta cómo fueron los festejos por los 74 años del ícono cordobés, un momento muy especial donde se vive la esencia de un artista que va camino a convertirse en leyenda popular.
Fiesta si las hay. Carlos “La Mona” Jiménez, el mítico cantante cordobés, dispuso de una escenografía descomunal en la playa norte del Estadio Mario Alberto Kempes para celebrar sus 74 años. Eligió la mejor compañía nacional e internacional: Indios, Dread Mar I, Paralamas, Molotov, Residente, Damas Gratis y por supuesto su público, los más fieles seguidores.
El sonido hacía retumbar hasta las columnas del viejo Chateau. Dos escenarios conectados iban alternando los conjuntos para salir a escena, la diagramación permitió que cada artista trabajara con puntualidad.
La elección de los músicos debió ser estratégica ya que tuvieron una hora cada uno sobre el escenario. Excepto el cumpleañero que pisó la escena 23.10, como estaba previsto, y cortó a la 1 para darle paso a Damas Gratis y el Dj Steve Aoki. Sin embargo, no fue solo eso: las luces se proyectaban hacia el cielo en conjunción con los efectos de las múltiples pantallas, lo que hizo que nadie se perdiera los detalles del show.
La sexta edición del Festival Bum Bum explotó cuando su anfitrión subió al escenario reluciendo sus rulos. El protagonista de la celebración vistió un conjunto negro, dorado y rojo que luego se transformó en brillos con el pasar de los temas. Eso no hizo más que realzar su figura al status de rey.
El humor, la sonrisa gigante de La Mona y la cultura popular hicieron una noche divertida con Jiménez leyendo y enseñando las señas de los barrios y localidades de su provincia. Entre esos tantos saludos apareció San Luis; una bandita de amigos que se ubicó frente al escenario con grandes carteles se hizo notar para que el Mandamás los salude a viva voz.
Vasos de los diseños más variados, banderas, remeras y pilusos con la cara del cantante decoraron la escena. Los tatuajes se dejaron ver cuando el calor subió; porque los seguidores de “La Mona” hasta lo llevan en la piel con letras de sus canciones, autógrafos y la cara de Jiménez. El vino con la gaseosa del color que más guste es un sello del evento y qué decir del olor de las parrillas dorando un choripan para recobrar la energía gastada. Todo folclore popular.
Al momento del tunga tunga, los pasos delataron la época en que cada persona vivió al rey, pero ahí la edad no importa. Desde los más pequeños viviendo su primer baile con la familia, hasta los que repiten las citas en el “Bum Bum”, se divierten todos juntos.
Como lo grita lo vive: “Un cuartetero que tiene adrenalina, cantando y bailando me paso la vida y no puedo parar”. La gente se amontonó, se abrazó y se entregó por completo al ritmo de la música. Cada canción fue una invitación a mover el cuerpo, a perderse en la melodía y a conectarse con los demás.
Los conciertos de “La Mona” Jiménez son mucho más que eventos musicales; son rituales que convocan a miles de almas en una danza frenética y unísona. El baile, en este contexto, es más que un simple movimiento corporal; es una expresión de alegría, de pasión e identidad. En cada rincón de Córdoba, y más allá de sus fronteras, late un corazón que pulsa al ritmo del cuarteto.
El amor, la vida del barrio, la delincuencia, las pequeñas cosas, son la inspiración del repertorio, lo que hace que su público se sienta identificado. En tiempos difíciles las melodías se convierten en un refugio, en una fuente de superación que llena de optimismo, fuerza y lucha. Pues sí, si caen se levantan y siguen bailando. Sucede algo que es muy difícil de poner en palabras, pero sus fanáticos lo describieron con cuatro: “La Mona es todo”.


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