Uno de los postulados importantes de la teoría económica es el que refiere a la existencia de los ciclos económicos. Para no entrar en tecnicismos incómodos para la comprensión concreta de los fenómenos, conviene señalar que los ciclos económicos comprenden cuatro etapas: expansión, auge, recesión o desaceleración y depresión o crisis.
Para satisfacer el ego presidencial, podríamos comenzar por la mirada de la teoría austriaca del ciclo económico. Su principal representante, Friedrich Hayek, un gran defensor del libre mercado, sostiene que se evitarían las oscilaciones económicas impidiendo la intervención del banco central y dejando que sea el propio mercado el que determine el dinero disponible para invertir. Es una mirada que reduce un poco causas y efectos. Se diría que son delicias del liberalismo.
Lo cierto es que la realidad económica de la Argentina obliga a contemplar las fases más negativas del ciclo económico: la recesión y la depresión. Una recesión económica es una fase del ciclo económico en la que la actividad económica se reduce, en vez de aumentar. Generalmente, se considera que existe recesión cuando la tasa de variación del Producto Bruto Interno (PBI) es negativa durante dos trimestres consecutivos.
Las recesiones existen desde hace miles de años. Entonces, se conocían como períodos de vacas flacas, por el gran peso que tenían la agricultura y ganadería. Al caer la actividad económica, disminuyen la producción de bienes y servicios, el consumo y la inversión, se despiden trabajadores y, por lo tanto, aumenta el desempleo. También es muy común que la inflación baje en las recesiones debido a la caída del consumo.
La depresión económica es una caída prolongada y profunda en la actividad económica de un país, y se caracteriza por una disminución significativa en el PBI, el empleo y la producción; puede durar varios años. Es más grave y prolongada que una recesión económica.
Por lo tanto, la principal diferencia entre una depresión y una recesión económica es la gravedad y la duración de la caída en la actividad económica.
Lamentablemente, hoy el debate en la Argentina pasa por determinar si hay recesión o ya se ingresó en la etapa de depresión. En marzo, la industria cayó 21,2% y la construcción, 42,2% (explicada por las contracciones en la producción de ladrillos, hierro y hormigón) en la comparación interanual. No hay registro de caídas de esta magnitud, salvo en pandemia.
Son datos oficiales del Indec. Se afirma, entonces, que la abrupta profundidad de la caída, sumada a otros datos oficiales y privados sobre la actividad comercial, el empleo y los ingresos de las personas, podría indicar que el conjunto de la economía podría estar ingresando en una fase de depresión.
El Indec también señaló que la industria y la construcción tuvieron en marzo un desempeño peor que en febrero: las fábricas tuvieron una baja de 6,3%, mientras que las obras retrocedieron 14,2%. En el primer trimestre del año, la caída de la industria fue del 14,8% y la de la construcción alcanzó la friolera del 30,3%.
La retracción de la industria es generalizada: los dieciséis sectores que evalúa el Indec presentaron caídas interanuales. Las mayores reducciones se observaron en Maquinaria y equipo, con una caída del 38%, seguido por Industrias metálicas, con un 34%; productos minerales, con un 36%, y otros equipos y aparatos, con un 43%. El sector de Alimentos y bebidas experimentó una contracción del 14% en doce meses, marcando el décimo mes consecutivo de disminución.
Recesión o depresión, la situación es muy grave y el problema es estructural y profundo. Son datos objetivos de la economía.
Sin embargo, hay quienes evalúan la realidad cotidiana al amparo de lo que parecen reflejar ciertas variables macroeconómicas. Las mismas no guardan demasiada relación con lo que se aprecia con la más simple observación. “Este milagro económico responde a lo que llamamos motosierra”, Javier Milei, presidente de todos los argentinos.


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