15°SAN LUIS - Miércoles 01 de Mayo de 2024

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El rol de las escuelas en medio de la crisis

Por redacción
| 07 de abril de 2024

Las crisis suelen justificar conductas y decisiones que en condiciones normales serían seriamente objetables. Las crisis le otorgan un peligroso privilegio a corto plazo. Todo se vuelve inminente e imprescindible, hay que hacer muchas cosas difíciles de explicar simplemente porque “estamos en crisis”. En la Argentina las crisis tienen una frecuencia y una duración tan riesgosas como insoportables. Tantas urgencias mal resueltas producen un deterioro muy complicado y difícil de revertir. En nombre de las crisis permanentes muchas instituciones pierden su sentido y su objetivo, desvirtúan su esencia y se ven obligadas a prácticas injustificables.

 

El hambre es inadmisible en cualquier estrato social. Mucho más en los niños. Se deben tomar medidas urgentes para resolverlo cuando aparece. Y suele aparecer en medio de las crisis más profundas. La escuela no fue creada para alimentar a los alumnos. No está en su esencia, no es su misión ni su objetivo. Los docentes no se preparan para darles de comer a sus alumnos. No estudian años y años para eso. Sin embargo, se ven obligados a hacerlo en medio de una crisis nutricional seria. Es paradójico y contradictorio. La escuela es el ámbito donde se alimentan los niños; sin embargo, a la hora de la evaluación, se juzgan otros parámetros para evaluar la calidad del desempeño de la escuela. “No saben las tablas”, “no tienen capacidad lectora”. Pero comieron y, en muchos casos, recuperaron ciertas condiciones imprescindibles de aseo y sanidad. Cierta hipocresía imperante debería valorar y redefinir el rol de la escuela. De otro modo, se cometen injusticias insalvables. Se fija un objetivo, por obligación se ejecuta otro y se pretende medir el primero. Más hipócrita no se consigue.

 

El titular del Poder Ejecutivo de la provincia de San Luis anuncia con bombos y platillos un plan que incluye dos acciones: garantizar que todos los chicos de los jardines maternales y los niveles Inicial, Primario y Secundario reciban su desayuno o merienda, al comenzar cada día. Y luego sumar progresivamente el almuerzo en Inicial y Primaria en las zonas más vulnerables. El Gobierno cree resolver de este modo una situación de pobreza que no alcanza a contener, y pretende realizar un aporte medular a la educación en la provincia. No logra ni lo uno ni lo otro. Pomposamente lo denomina Programa Alimentario Nutricional Escolar (PANE). Tal cual se señaló, todo se justifica invocando la famosa y renombrada crisis. 

 

El debate es muy profundo, y a nadie se le ocurre que no hay que contribuir a la alimentación de los niños y de los jóvenes. Solo que esta precariedad no debería enorgullecer a nadie. No parece que sean medidas para pavonearse demasiado. Hay que tomar, y pronto, decisiones que saquen a la sociedad sanluiseña de la crisis. La escuela ya no puede cargar más obligaciones sobre sus espaldas. Y luego no resiste ni merece duras críticas porque hay otros objetivos que no se cumplieron.

 

La cuestión no es nueva, ni muchísimo menos. Ya son muchos los gobernantes que, carentes de mejores iniciativas, pusieron la responsabilidad en la escuela. En “La tragedia educativa” del Fondo de Cultura Económica, un texto imperdible de Guillermo Jaim Etcheverry, se enuncian algunas verdades que vale la pena refrescar (es casi irrespetuoso descontextualizar estas frases, pero resulta imprescindible hacerlo, en todo caso cabe la recomendación de la lectura completa del texto mencionado):

 

“Las demandas sociales en relación con la escuela son cada vez más exigentes y cubren un espectro tan vasto de cuestiones que la institución corre el riesgo de perder la noción de cuál es su objetivo central… Ante este preocupante cuadro de situación, posiblemente sea la escuela el ámbito institucional en el que la sociedad debería volver a depositar, hoy más que nunca, la custodia de los rasgos definitorios de lo humano. Allí se deberían refugiar las herramientas que permitan a los jóvenes ensanchar su panorama vital, convertirse en ciudadanos responsables, comprender de dónde vienen, compartir la diversidad de la obra creadora del ser humano. Disfrutar, en fin, del “tesoro” que encierra la educación...”.

 

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