Eliminar los plásticos innecesarios, rediseñar los productos y extender la responsabilidad de los productores figuran entre las 10 propuestas presentadas por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), en el Día de la Tierra de 2024.
Hasta después de la Segunda Guerra Mundial (1945) “ninguna civilización había vivido con el concepto de utilizar un material (una botella, un plato, un tenedor, un recipiente, una taza, una bolsa) solo una vez”.
Ahora “cada niño crece en un mundo en el que se usa una vez y se tira. La aparente conveniencia que trae consigo esta sociedad del descarte ha provocado una catástrofe ambiental en los ecosistemas. Inunda los desagües. Bloquea los ríos. Asfixia los océanos. Y entra en nuestros cuerpos. Nos hemos dado cuenta de que el mundo desechable no puede funcionar”, aseveró el organismo de la ONU.
La producción mundial de plástico fue estimada en 460 millones de toneladas anuales. Una parte importante contamina suelos, ríos, lagos y mares.
El mundo seguirá necesitando del plástico, “pero debemos ser deliberados sobre dónde y cuándo lo usamos, por ejemplo, nos ayudará a construir automóviles, barcos y aviones de cero emisiones (de gases de efecto invernadero), más ligeros y con menor consumo de combustible”.
Pero para contener la contaminación plástica que crece desde hace 75 años, debe acordarse un tratado internacional vinculante que, en primer lugar, tenga objetivos claros y mensurables con plazos determinados.
En segundo término, deben eliminarse los plásticos innecesarios, de un solo uso, de corta duración y problemáticos. Los ambientalistas señalan en particular a envases, bolsas, cubiertos, pajillas, vasos y similares.
En tercer lugar, deben rediseñarse los productos, para que permanezcan en uso el mayor tiempo posible, apuntalando la economía circular y agregando valor mediante el intercambio, el mantenimiento, la reutilización, la remanufactura y el
reciclaje.
Como cuarto punto, acordar esquemas generales de responsabilidad extendida del productor, basadas en pautas y estándares de los esquemas más exitosos.
En quinto lugar, fortalecer el reciclaje invirtiendo en tecnologías de reciclaje y gestión de residuos ambientalmente racionales que cumplan normas específicas.
Sexto, abordar las sustancias químicas preocupantes. Los trabajadores y usuarios están expuestos a sustancias químicas peligrosas contenidas en los plásticos.
En séptimo lugar, informes y transparencia que garanticen avances reales, permitan todas las demás soluciones y prevengan el lavado verde.
En octavo lugar, explorar y acordar una financiación innovadora para la implementación de los objetivos y metas del tratado.
El noveno punto reconoce que debe garantizarse una transición justa que incluya y considere las perspectivas de todas las partes interesadas, y que genere nuevos empleos decentes para los 20 millones de recicladores que forman la fuerza laboral mundial de saneamiento.
Finalmente, debe abordarse la contaminación plástica existente y futura comprometiendo fondos para capturarla y para las limpiezas necesarias.
El instrumento que comienza a discutirse en Ottawa, capital de Canadá, en estos días, intentará proteger de la contaminación plástica a la naturaleza y sus recursos, como los alimentos y el agua, y, en última instancia, a las personas en todo el mundo.
El decálogo de Pnuma es un buen punto de inicio.
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