30°SAN LUIS - Viernes 19 de Abril de 2024

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La hermana muerte, una instancia creadora

Quizá la muerte sea la única verdad concreta en el mundo. Nos vamos a morir. No sabemos cómo ni cuándo, pero el paso hacia la eternidad está marcado en nuestra historia, es una certeza y una verdadera ironía, nacer para morir. Aunque tiene mucho más sentido si la frase se entiende al revés: morir para nacer.

 

Comprender la muerte es una tarea probablemente infinita, pero indagar su significado puede abrir luz en los caminos. Muchos tienen miedo por el solo hecho de pensar en la finitud. Es cierto, el abismo llama al abismo, pero también es real que, como dicen los atisbos bíblicos, hay que estar prevenidos “porque el ladrón viene en el momento menos pensado”.

 

Una reflexión del sacerdote Carlos Spahn rememora a la comprensión del tiempo. Dice que el tiempo es una medición, es limitado, transcurre. Para ser más gráficos, un metro no existe, pero hay cosas que miden un metro. En ese sentido, el tiempo no existe, existe algo que se puede medir con el tiempo.

 

Así, hay un movimiento externo de las cosas. Por ejemplo, puedo mover un vaso de agua de un lado al otro. Y hay un movimiento intrínseco, que no se percibe a simple vista. El caso más descriptivo puede ser la evolución del cuerpo, el acto de crecer en sí no se advierte instantáneamente, es algo que va de a poco, incluso a medida que somos más grandes nuestros órganos se van deteriorando y no lo podemos ver a simple vista, pero la acción está. Y en medio de ello, el tiempo mide la vara.

 

Cada vez que tomamos dimensión del tiempo, parece que pasa más rápido. Se podría decir que esto deviene de un aspecto subjetivo, porque transcurre según la experiencia psicológica vivida hacia atrás. Para un pequeño de 4 años, un año es un tiempo que transcurre de manera extensa ya que su uso de razón es muy reciente. Para un adulto, un año es algo que “pasa volando” porque en su haber hay más experiencia.

 

Concibiendo el tiempo como algo que no existe pero que transcurre, surge el primer llamamiento a una vida mejor. Estamos llamados a la eternidad. La mayoría de las religiones coinciden en ello, algunas con visiones hacia un cielo o un infierno, otras con concepciones de reencarnación, karma y dharma, entre otros conceptos. Pero todas creen que es un paso.

 

La muerte no aguarda. Cuando se da, se separa el alma del cuerpo en un instante. Puede doler en momentos previos si hay agonía, o puede llegar en un suspiro, pero el hecho es inminente.

 

No podemos hacer nada para evitarlo, pero podemos hacer algo para nacer: ser buena gente, practicar la solidaridad, la empatía, concretar buenas acciones, amar al prójimo, perdonar y perdonarse, trabajar las virtudes. Entender que hay cosas que no pueden esperar. En lo personal, creo que es muy reveladora la idea que enseña la Biblia de transcurrir nuestro camino siendo “sal de la tierra y luz del mundo”. Qué bonito haber vivido y que nos recuerden por haber sido luz.

 

Poner en práctica las buenas acciones nos lleva a un doble nacimiento: una suerte de origen del hombre nuevo cada día (tratando de ser mejores que ayer) y el nacimiento eterno, porque la misericordia de Dios sabe esperar, no hay dudas. Y el premio más preciado de los justos no puede ser otro que la gloria.

 

No manifiesto estas líneas desde ningún lugar de superioridad, ni pretendo hacer catarsis pública, tampoco indago este tema como catedrático o teólogo. Soy un simple mortal reflexionando sobre la muerte, pero en medio de la vorágine informativa a lo mejor este texto es una pequeña luz en el camino de muchos.

 

Hay una historia muy reveladora que dice que cuando Dios les dio la libertad a los ángeles para que tomaran un camino, el bien o el mal, la decisión de los mismos se manifestó eterna. Quienes optaron por seguir al creador lo consumaron para siempre. Quienes figuraron la oscuridad la honraron perpetuamente. Me agrada la idea de imaginar que nosotros también tenemos que tener ese temple y que nos podemos jugar a todo o nada por nuestras opciones. No se deberían caminar el blanco y el negro.

 

Incluso aunque no existiese nada del otro lado, ¿no tiene más sentido vivir una vida de virtudes? El que quiera ver lo verá; dicen que hay dos días que no existen: ayer y mañana. La hermana muerte tiene que ser hoy una instancia creadora.

 

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