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Ingrid Betancourt: ser quien se quiere ser

En una charla exclusiva con Cooltura, contó su visión de la violencia en Colombia, la guerrilla, el narcotráfico y el cambio climático.

Por Agustina Bordigoni
| 06 de mayo de 2022
Fotos: Gentileza

El secuestro es una pérdida de libertad total, física y también moral; la imposibilidad de expresarse, la imposibilidad de comunicarse con las personas, no solamente los afectos personales sino también los del país. Fue una pérdida total de libertad. Yo creo que es muy importante entender la diferencia entre ser secuestrado e ir a una cárcel. Cuando uno está en una cárcel hay un sistema de derecho que protege al encarcelado, al condenado. Están los abogados, está la Justicia, está el contacto familiar, está la posibilidad de hacerse oír. Cuando uno está secuestrado la libertad se pierde totalmente”. Así define Ingrid Betancourt, candidata a la presidencia de Colombia, su paso por el cautiverio en una entrevista exclusiva que concedió a Cooltura.

 

Su vida dio un vuelco el 23 de febrero de 2002, cuando era candidata presidencial y fue secuestrada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Desde entonces vivió un suplicio que duró seis largos años. Fue rescatada en 2008 en la llamada “Operación Jaque” junto a otros 14 prisioneros.

 

Unos años después contó su experiencia en el libro “No hay silencio que no termine”, editado en 2010: “Había perdido toda mi libertad y, con ella, todo cuanto me importaba. Alejada a la fuerza de mis hijos, de mi madre, de mi vida y de mis sueños; con el cuello encadenado a un árbol... en condiciones de la más infame humillación conservaba, no obstante, la más preciosa de las libertades, que nadie podría arrebatarme jamás: la de decidir quién quería ser".

 

Solamente alguien que perdió la libertad puede saber lo que realmente esta palabra significa.

 

Con el propósito de ser quien quiere ser, Betancourt regresó a Colombia después de varios años en el exilio, y se presenta nuevamente como candidata a la Presidencia por el partido Verde Oxígeno.

 

Esta vez pretende liberar a Colombia de la corrupción, el narcotráfico, el hambre, las desigualdades y la violencia. El próximo 29 de mayo el país define su rumbo.

 

—¿Por qué decidió volver a Colombia y a la política?, ¿qué cambió en Ingrid Betancourt y qué cree que debe cambiar en Colombia?

 

—La decisión fue una decisión de amor, de querer estar con mi país en un momento histórico muy importante y tratar de devolverle a Colombia su razón de ser, sacarla de la corrupción, del secuestro, de un sistema que ha llevado a los colombianos durante décadas a escoger entre el miedo y el odio, y la verdad es que hay 23 millones de colombianos en la pobreza, y que tenemos que salir de esa política de corrupción para poder cumplirle a los que necesitan solidaridad y apoyo por parte del Estado.

 

 

—Usted apoyó los acuerdos de paz con las FARC en 2016. ¿Qué opina de su implementación y qué cambiaría?

 

—La implementación se frenó, no se pudo desbaratar el proceso de paz y eso es una gran victoria, pero se frenó, y el nuevo gobierno tiene la tarea, una vez elegido, de impulsar el acuerdo y la implementación del acuerdo, de fortalecer las instituciones de transición para que puedan cumplir su objetivo antes de que se les cumpla su fecha de vencimiento, que es en 2028, y proteger la vida de los desmovilizados. En Colombia hemos tenido una ráfaga de masacres y de asesinatos que hay que frenar, y tenemos también que cumplir con lo más importante, que es la devolución de tierras a las víctimas del conflicto y la reparación de las víctimas.

 

 

—Algunos de los temas que preocupan, luego de la desmovilización, es el surgimiento de otros grupos que ocupan territorios antiguamente ocupados por las FARC, y el asesinato de líderes y lideresas sociales. ¿Cómo ve la situación de violencia que continúa en Colombia?

 

—Estamos volviendo atrás en el tiempo, desafortunadamente. El gobierno no ha sabido enfrentar la reactivación de una guerrilla que ha copado los espacios de las FARC y quiere forzar a una negociación que les dé mayores ventajas a las que ya se les dio en el proceso de paz a las antiguas FARC. Detrás de todo esto están los intereses del narcotráfico, y ese narcotráfico es el que alimenta la guerra en Colombia, por lo tanto es muy importante que esta se ponga en la tarea de buscar un acuerdo regional, obviamente con EE.UU., con México, con todos los países de la región que están como Colombia fuertemente impactados por el narcotráfico, de manera que logremos una solución para acabar con las rentas delictivas, que es lo que mantiene a estas organizaciones empoderadas.

 

 

—¿Qué es lo que hace falta para que la violencia termine y para que Colombia se reconcilie con esa parte, tal vez la parte más difícil de su historia? Usted, personalmente, ¿logró perdonar?

 

—El perdón ha sido un camino que hemos recorrido. El perdón está ahí, es un objetivo claro para las víctimas, pero también es un logro. En cuanto a las antiguas FARC, yo creo que ellas han hecho parte del camino, pero les falta mucho. Les falta primero entregar los recursos acumulados durante la guerra para poder pagar y resarcir, y reparar a una gran cantidad de víctimas en Colombia que quedaron en la pobreza a causa de la violencia de las FARC. También tienen que cumplirse las sentencias. El Tribunal de Paz todavía no ha sentenciado a ninguno de los comandantes de las FARC y eso obviamente es algo que tiene que hacerse rápidamente, porque Colombia no puede seguir viviendo con la impresión de que estos crímenes quedan en la impunidad.

 

—¿Qué responsabilidad le cabe al gobierno?

 

—Yo creo que es muy importante cumplir con los acuerdos, acelerar la implementación de los programas que se diseñaron para lograr una paz en Colombia, en particular todos los temas territoriales de ayuda al campesinado y de devolverle a las víctimas la posibilidad de volver a sus tierras. Y está también el tema más complejo, que es el de la seguridad. Ahí sí tenemos que tener una revisión de los procesos, porque no es solamente que esté la fuerza pública protegiendo a líderes y lideresas, también se necesita inteligencia y se necesita justicia, que la Fiscalía esté en las regiones para poder recuperar las pruebas, y que los procesos judiciales lleven a la condena de los actores que están afectando la seguridad de la ciudadanía. Y esto tiene que ser dentro de una política integral, que lleve a las personas muy remotas de nuestra geografía la presencia del Estado a través de vías, a través de conectividad, a través de presencia del Estado en salud, en educación, de manera que podamos repeler el avance de las organizaciones delictivas que quieren intimidar a las poblaciones para poder tomar el control de los corredores por los cuales transita el tráfico de las drogas y de las armas.

 

 

—¿Cuáles son sus propuestas en cuanto a brecha de género?

 

—Hay cosas muy prácticas, como por ejemplo la nivelación salarial. En Colombia las mujeres sistemáticamente ganan un sueldo menor que el de los hombres por un trabajo igual, así que estamos pensando introducir una declaración de no discriminación en los contratos laborales de manera que las mujeres o cualquier persona que se sienta discriminada por su raza, su religión, su condición de género o su preferencia sexual, pueda hacer valer esos derechos ante la Justicia para tener igualdad de condiciones a nivel salarial. Por otro lado, estamos trabajando en una propuesta para que no se castigue a las mujeres en las mesadas pensionales. Tradicionalmente esto pasa en el mundo entero, las mujeres tienen una mesada pensional menor que la de los hombres porque el ahorro pensional se divide en un número mayor de años, porque estadísticamente las mujeres tienen una esperanza de vida mayor que los hombres. Y esto es un castigo a la mujer, que obviamente es muy injusto porque son estadísticas. La mujer no necesariamente vive más que el hombre, pero sí esto se refleja de manera sistemática en un castigo a la mujer desde el punto de vista pensional, y que se acumula con el castigo social cuando las mujeres no pueden ahorrar durante, por ejemplo, los meses de embarazo. Entonces, a partir de que la mujer entra en una fase de maternidad, su curva de progresión laboral se ve fuertemente afectada. Al final de una vida laboral la mujer se encuentra con que, habiendo empezado en igualdad con un hombre a nivel de salario, en igualdad de titulación, de capacitación, de experiencia, al final de su vida sus condiciones no son equitativas. Entonces eso es parte de lo que queremos hacer: trabajar a nivel salarial, a nivel pensional.

 

 

—¿Hay más desventajas?

 

—Queremos también implementar un sistema de cuidado para la mujer. En Colombia las mujeres mayoritariamente viven en una relación de desventaja con respecto al hombre. El 40% de los hogares en Colombia son hogares cuyas cabezas son mujeres, cabezas de familia que están solas para educar a sus hijos, y esta soledad y esta responsabilidad que se asume solo por la mujer implica una gran dependencia frente a todas las posibilidades de cuidado, ya sea de tus hijos o de los adultos mayores. Entonces es muy importante que las mujeres tengan la posibilidad de contar con un sistema donde se les asegure que sus niños van a estar cuidados, que sus adultos mayores van a estar cuidados, para que ellas puedan ir a trabajar. Esto está obviamente ligado con una reforma muy fuerte para poder garantizarle a las colombianas que sus hijos van a tener atención de los 0 a los 5 años. Esta educación preescolar es muy importante porque en Colombia todavía hay gran rezago a ese nivel, sobre todo en los sectores rurales, pero también en las ciudades. Y esto ya de entrada es una desigualdad que se acumula y que incide en la posibilidad de tener un nivel económico en la vida mayor que el de los padres, y estamos viendo cómo el hecho de que, por ejemplo, los niños muy pequeños en Colombia no tengan los alimentos necesarios (el 30% de las familias en Colombia no se alimentan sino una vez al día) incide en la capacidad cognitiva de los niños y sobre la capacidad de tener una población adulta que esté capacitada para enfrentar los retos del tercer milenio. Entonces, hacer lo posible para invertir los recursos en la temprana edad va de la mano con todo lo que nosotros podemos hacer para una política de género hacia las mujeres.

 

 

—¿Cómo es en ese aspecto la situación económica?

 

—A todo esto hay que añadirle la posibilidad de que la mujer tenga acceso a créditos, a financiación, y por eso el sistema integral que queremos establecer para la mujer en Colombia tiene no solamente que ver con el sistema de cuidado, sino también con todo un andamiaje que le permita, en situación de crisis familiar, tener apoyo económico, apoyo legal y también apoyo psicosocial, porque nos hemos dado cuenta de que una de las razones de las altas tasas de femicidio en Colombia es que la mujer, cuando se encuentra en esta situación de vulnerabilidad intrafamiliar, no tiene la posibilidad de salir de esos espacios de violencia, y estos espacios la afectan a ella, la ponen en riesgo, pero también afectan a los hijos. Apoyar a la mujer en Colombia es, yo creo, una de las maneras de empoderar a una gran parte de la población más vulnerable e incidir para acabar con las trampas de la pobreza que afectan mayoritariamente a las mujeres.

 

 

—¿Cómo cree que debería ser la relación de Colombia con los demás países, especialmente con los de la región?

 

—Nosotros tenemos varios proyectos: uno es crear la Alianza para el Progreso, que sería una alianza entre todos los países del continente, de Canadá hasta la Patagonia, un poco con la idea de que América Latina no sea el patio trasero de los Estados Unidos, sino realmente un socio que logre impactar con su peso en las decisiones que se toman en el concierto internacional.

 

 

—¿Cómo ve la situación general en estos tiempos?

 

—Yo creo que después de la pandemia, y con la guerra en Ucrania, hay una gran cantidad de cosas que a nivel comercial han cambiado. En particular, la crisis de las cadenas de suministro implica que tenemos que comenzar a pensar en cómo vamos a suplir en la región y nos vamos a independizar del comercio que venía de Asia, que obviamente en este momento no solamente políticamente crea problemas, sino también desde el punto de vista de la huella de carbono en términos ambientales, que implica una responsabilidad que se tiene que enfrentar. Eso lo podemos hacer juntos, podemos desarrollar todo un comercio intrarregional que abastezca al continente en óptimas condiciones no solamente de precios internacionales, sino de huella carbono.

 

 

—¿Qué se puede hacer en la guerra contra el narcotráfico?

 

—Tenemos que unirnos para revisar las políticas de la guerra contra las drogas. La droga definitivamente es uno de los problemas más álgidos en la región. Es lo que está empoderando la violencia, todas las delincuencias que hay en la subregión, toda la corrupción que se da y está afectando a nuestro continente. Esto ningún país de la región lo puede hacer solo, tenemos que encontrar una manera de responder y acabar con el negocio de la droga, y esto es una decisión que tenemos que tomar en conjunto. También en conjunto tenemos que mirar cuáles son las opciones para estabilizar nuestras poblaciones que viven en los sectores agrícolas. Obviamente es un problema que no atañe a Argentina, pero sí las migraciones que están creando, los flujos migratorios hacia EE.UU. son la consecuencia de esa violencia, de esa presencia de la droga y también del cambio climático. Y yo creo que ahí todos tenemos que entrar a mirar soluciones y hacer del continente un espacio de paz, un espacio de prosperidad, un espacio de protección ambiental que nos permita trabajar juntos.

 

 

—¿Qué otras cosas se pueden hacer mientras tanto?

 

—Uno de los proyectos que tenemos que ir pensando es el de una gran red ferroviaria por el continente que nos permita mayor productividad, mayor competitividad, mayor integración... y estos son proyectos que si comenzamos a trabajarlos juntos pueden unir a nuestros pueblos de una manera muy positiva, muy constructiva, para enfrentar los retos que vienen, que son muchos.

 

 

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