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¿Qué tan probable es una guerra nuclear?

A meses de que la disputa entre Rusia y Ucrania cumpla un año, la pregunta sobre el uso de las armas de destrucción masiva comienza a cobrar fuerza. LAs consecuencias serían catastróficas.

Por Agustina Bordigoni
| 28 de noviembre de 2022

Con la guerra de Ucrania, la idea de que el mundo asista a un conflicto nuclear volvió a surgir como en los tiempos de la crisis de los misiles en Cuba, durante la Guerra Fría. Pero, ¿cuán cercana es esa opción y qué pasaría en un escenario semejante?

 

Tal vez parte de la respuesta pueda encontrarse en los “Principios básicos de la política estatal de la Federación Rusa en el dominio de la disuasión nuclear”, que fueron publicados por decreto de Vladimir Putin en 2020. El documento establece las condiciones en las que Rusia podría lanzar un ataque nuclear. Básicamente, “una amenaza a la existencia del Estado ruso” sería condición suficiente.
 

 

Un Estado “amenazado”

 

Una de las ideas del documento en donde se establecen estos principios es la de la “legítima defensa preventiva”, un concepto que está presente en otros instrumentos, como la Doctrina de Seguridad Nacional elaborada por el gobierno de George Bush en los Estados Unidos, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

 

El problema de este concepto es la ambigüedad: sobre lo que significa que la defensa sea legítima, qué se considera un acto de tal magnitud y cómo puede ser entendido como tal, en tanto es meramente preventivo.

 

Por consiguiente, ese concepto difícilmente ofrece respuestas sobre el futuro cercano. Lo que sí está claro es que no es una decisión que Putin pueda tomar solo: para eso necesita de la aprobación del ministro de Defensa y del jefe del Estado Mayor Conjunto.

 

La otra cuestión a tener en cuenta es qué se entiende por amenaza al territorio ruso, sobre todo después de los cuatro referéndums organizados por Rusia en provincias ucranianas: en Donetsk, Lugansk, Jerson y Zaporiyia los resultados (si bien no fueron reconocidos por la comunidad internacional) fueron favorables a la anexión, aprobada días después por decreto por el Kremlin.

 

Hay quienes especulan con que estas anexiones justificarían un ataque nuclear: si bien formalmente pertenecen a Ucrania, los plebiscitos le darían argumentos a Rusia para defenderlos como su territorio, y entonces la existencia del Estado sí se vería amenazada: "Aquellos que intenten meterse en nuestro camino o crear amenazas para nuestro país y pueblo deberían estar atentos: la respuesta de Rusia será inmediata y traerá el tipo de consecuencias que jamás han experimentado en la historia", dijo Putin luego de ordenar la invasión a Ucrania el 24 de febrero de este año.

 

Desde entonces, la idea de un ataque nuclear estuvo presente. Pero a pesar de que Rusia cuenta con un importante arsenal (6.200 ojivas nucleares según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo), el Kremlin sabe que su uso generaría una respuesta inmediata de otros países. Y en ese escenario, no existen ganadores: todos pierden.

 

 

Nunca, bajo ninguna circunstancia, desarrollar, probar, producir, fabricar o adquirir, poseer o almacenar armas nucleares u otros dispositivos nucleares explosivos. Tratado para la Prohibición de Armas Nucleares.
 

 

Antecedentes: la crisis de los misiles

 

"Durante la última semana, evidencia inequívoca ha establecido el hecho de que una serie de sitios de misiles ofensivos se están preparando en esa isla prisionera. La finalidad de estas bases no puede ser otra que la de dotar de capacidad de ataque nuclear contra el hemisferio occidental", decía John Fitzgerald Kennedy en un discurso televisado el 22 de octubre de 1962.

 

Hace exactamente 60 años, el descubrimiento de misiles soviéticos desplegados en Cuba, a 150 kilómetros de las costas estadounidenses, generó una crisis que puso al mundo al borde (o al menos ante la percepción del peligro) de una guerra nuclear.

 

Los ataques preventivos por parte de los Estados Unidos se estudiaron como opción, pero finalmente el gobierno de Kennedy decidió bloquear a la isla y mientras tanto intentar una solución negociada.

 

"Actuando, por tanto, en defensa de nuestra propia seguridad y de todo el Hemisferio Occidental, y bajo la autoridad que me ha sido confiada por la Constitución, aprobada por resolución del Congreso, he ordenado que se tomen las siguientes medidas iniciales inmediatamente para detener esta ofensiva: establecer una estricta cuarentena en todos los envíos de equipos militares ofensivos a Cuba.

 

Todos los buques de cualquier tipo con destino a Cuba, de cualquier nación o puerto, en que se detecte que contengan cargamentos de armas ofensivas serán devueltos. Será la política de esta nación considerar cualquier lanzamiento de un misil nuclear desde Cuba contra cualquier nación en el Hemisferio Occidental, como un ataque de la Unión Soviética a los Estados Unidos, que requiere una plena respuesta de represalia contra la Unión Soviética.

 

Hago un llamamiento al presidente Jruschov para que detenga y elimine este movimiento clandestino, temerario, y esta provocativa amenaza para la paz mundial y para las relaciones estables entre nuestras dos naciones".

 

La idea de ataque preventivo y amenaza estaba, como hoy, sobre la mesa.

 

La crisis duró trece largos días, luego de los que la Unión Soviética retiró los misiles de Cuba. "Jruschov había calculado que si triunfaba en esa aventura, su posición sería abrumadora en caso de una negociación. Por la misma razón, Kennedy no podía permitir semejante extensión del poderío estratégico soviético en el continente americano", afirma Henry Kissinger en su libro "La diplomacia" (1994).

 

Los términos y los actores que participaron entonces y hoy permiten establecer analogías sobre el peligro, pero también sobre la posibilidad de que las armas nucleares siguen siendo herramientas meramente disuasorias.

 

 

Acuerdos en desacuerdo

 

El Tratado para la Prohibición de Armas Nucleares entró en vigor en el año 2021 y fue ratificado por más de 50 estados; sin embargo, las potencias nucleares no son parte de este compromiso. Ni Rusia, ni Estados Unidos, Reino Unido, China o Francia firmaron el documento.

 

El tratado establece que los firmantes se comprometen a “nunca, bajo ninguna circunstancia, desarrollar, probar, producir, fabricar o adquirir, poseer o almacenar armas nucleares u otros dispositivos nucleares explosivos”.

 

Y es que las armas nucleares, si bien no representan al parecer un peligro tan evidente a corto plazo, sirven como herramienta disuasoria, antes como ayer, durante la crisis de los misiles. La sola amenaza de su uso genera una gran preocupación y es utilizada como herramienta de negociación ante la presencia de un conflicto internacional. Por eso, tal como sucedió durante la Guerra Fría, vuelven a mencionarse como un peligro inminente.

 

Para países como Corea del Norte, desde el fin de la guerra con Corea del Sur, las armas de destrucción masiva representan una garantía de seguridad frente a la presencia militar estadounidense, que se mantiene en su vecino del sur a partir de entonces. Con el compromiso de que Corea del Sur no iba a armarse, los Estados Unidos se comprometieron a oficiar de “paraguas” ante cualquier amenaza proveniente de Corea del Norte.

 

Por ahora, las posibilidades de que se usen con motivo de la guerra de Ucrania parecen muy lejanas. Existen primero otras herramientas de negociación, como los cortes en el suministro de gas por parte de Rusia a Europa o las sanciones económicas de Europa y los Estados Unidos a Rusia, que si bien extienden el conflicto y afectan a muchas personas, ejercen como instrumentos de presión y no tienen las mismas consecuencias que un arma de destrucción masiva.

 

La herramienta está al alcance de la mano (o de un botón) que nadie parece estar dispuesto a apretar, pero sí a utilizar como una amenaza constante.

 

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