22°SAN LUIS - Viernes 19 de Abril de 2024

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Uno puede elegir cuándo

Hoy por hoy, es casi una obligación de las nuevas generaciones entender —porque las alternativas económicas en internet son infinitas— ciertas variables en el sistema financiero actual. Primero, porque mientras antes se lo comprenda, más rápido se tendrá un rol activo. Y segundo, porque inequívocamente, tarde o temprano nos involucrará de alguna manera. Puedo dar pruebas de ambos puntos: para el primero basta con decir que hace 10 años el precio de un bitcoin era de 1 dólar estadounidense. El año pasado llegó a 20 mil. Hoy, a pesar de las últimas fluctuaciones en baja, oscila los 40 mil billetes de color verde. Y para el segundo tomaré un ejemplo: oficios como el de programador —entre los rubros que posibilitan trabajar para países en el extranjero— serán los más solicitados en un futuro casi inmediato. Entonces, para mantener el valor de la moneda sin convertir a peso, obtener inmediatez y saltar algún que otro control bancario, el pago en criptomonedas es la opción más elegida, tanto por empleados como empleadores.

 

Hablar de bitcoin, hoy por hoy, es hablar de todas las criptomonedas, o por lo menos de las 5 o 6 mas "respetables" porque el crecimiento o caída de su valor, impacta de lleno sobre las demás. Esto se debe principalmente a una variable netamente humana: la "credibilidad". Movidas como la prohibición del gobierno de China sobre las cripto operaciones o los tuits de Elon Musk —ese sonriente multimillonario sudafricano que representa una suerte de Tony Stark del mundo real— dieron de lleno sobre este factor, llevando a que miles de pequeños inversores se vieran abrumados por la caída del valor de sus cripto. Esto llevó a que muchos de ellos las vendieran apresuradamente y a muy mal precio. Esa tendencia fue aprovechada (y quizás hasta fomentada) por las "ballenas", como se conoce en el mundo digital a los grandes capitales acumuladores de criptomonedas.

 

Cabe destacar que la prohibición de China viene de la mano con la intención del gigante asiático de crear su propia divisa digital: el cyberyuan; y el alegre Elon Musk, ya tiene la propia, el doge, que busca impulsar en los mercados a cualquier costo, sin importar a quién se lleve puesto. Entonces, la evidencia es tan clara como la intención y el rumbo: aunque se dirima en una clásica puja de intereses, el rumbo del barco y su destino es el mismo: las criptomonedas, cualquiera sea.

 

Ninguno, absolutamente ninguno de los jugadores fuertes de la economía mundial actual se mantiene al margen. Muchos gobiernos buscan reglamentar el uso, otros adueñarse de él. Quienes entienden el juego, imitan los movimientos de grandes inversores: comprar en la baja y vender a mediano-largo plazo, cuando el precio es alto. Quienes pretendan ganancias a corto plazo deben entender que la volatilidad es un riesgo siempre latente, pero el crecimiento a través de los años siempre es sostenido.

 

Tanto economistas como asesores financieros de todo el mundo entienden que la falta de regulaciones, la modalidad de traspaso de capital desbancarizado de forma inmediata y anónima, cimentan desde su creación al mundo de las criptodivisas. Incluso la modalidad de ahorro es una parte sustancial de los beneficios que impulsaron su crecimiento. Y aunque el futuro es incierto, validarse en la historia —de más de 10 años a la fecha— impulsa a creer en su evolución.

 

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