Una jeringa amaneció mi esperanza en pandemia

Por la noche no dormí. Me ganaron la emoción, la ansiedad y ese mensaje de texto, del jueves alrededor de las 14, que nos avisaba que mi mamá iba a recibir la vacuna Sputnik V este viernes a las 8 en el Hospital San Luis. Debo confesar que el 24 de enero pasado, cuando se inscribió en la página asignada por el Ministerio de Salud y el de Ciencia y Tecnología de la Provincia, pensaba que la espera sería más larga, aunque el certificado de inscripción le llegó instantáneamente.

La previa fue alegría y festejo familiar incontenibles. Con mi hermano y Miriam, mi madre, viralizamos la noticia en el entorno cercano.

El día tan esperado estábamos arriba antes de las 7. El reloj aún no marcaba las 7:30 cuando llegamos al hospital. No éramos las únicas tempraneras, unas 30 personas ya cargaban la misma ansiedad en el centro de vacunación para la COVID-19 que está ubicado en el predio, por el ingreso de calle Ciudad del Rosario. Después de las 8, la fila de afuera era interminable.

El procedimiento fue exactamente como lo describen los medios: a mi mamá le tomaron la temperatura, luego los datos para ver si estaba en condiciones de recibir la vacuna (triage) y finalmente le colocaron la primera dosis de la Sputnik V. Antes de partir, le aconsejaron esperar 20 minutos sentada. Y listo. "Mirita" tiene 73 años y la picardía a flor de piel: "En unos días espero, por los menos, estar hablando ruso", me dijo. Intercambiamos carcajadas. 

Pienso en la pandemia, en cómo un virus ha cambiado el día a día en el mundo, en el estrés mental y físico que nos provoca la incertidumbre ante cada nueva cepa. En las vidas que el coronavirus se roba.

Pero después pienso en las vacunas, en esa dosis que viajó desde Rusia (con estrictos protocolos de higiene y frío) para llegar al aeropuerto de Ezeiza y luego, a San Luis. Esa dosis que ya corre por las venas de mi madre y es la esperanza lenta de recuperar nuestra antigua normalidad. O tal vez una nueva, mejor aún.

Confieso que casi siempre tengo la mirada gris, el optimismo no es mi fuerte. Pero hoy, la jeringa con la Sputnik V hizo amanecer mi esperanza en plena pandemia.