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Juicio por abusos: una nena le contó todo a su psicóloga

Cuando hacía terapia, la niña de 3 años y medio logró confiarle lo que le había ocurrido en la guardería.

Por redacción
| 17 de mayo de 2019
Los jueces. Silvia Aizpeolea, José Luis Flores y Gustado Miranda Folch integran el tribunal. Foto: Martín Gómez.

La psicóloga que atendió a una de las dos nenas presuntamente abusadas por el dueño de un jardín maternal de San Luis, diez años atrás, declaró este jueves que la niña le confió, durante la terapia, qué le había hecho el docente. El relato que le hizo la menor fue claro, con detalles inequívocos de un caso de abuso. Incluso la chiquita le representó, con acciones sobre unos muñecos, lo que había sufrido.

 

La licenciada en psicología Marcela Monte Riso se presentó como testigo ante la Cámara Penal 1 de San Luis. Su testimonio marcó la apertura de la segunda audiencia del juicio oral contra el imputado, S. G. A, de 38 años.

 

Los padres de una de las niñas, que en aquel momento tenía 3 años y medio, acudieron al servicio de la psicóloga para pedirle que le diera una terapia, a raíz de un cambio drástico en sus actitudes. Era febrero de 2011. “Los papás me fueron a consultar con cierta preocupación por un cambio de conducta de la niña”, explicó este jueves Monte Riso, ante el tribunal.

 

Entre otras actitudes llamativas, la nena había empezado a mantenerse alejada de su padre y, a la vez, a apegarse a su mamá. También manifestaba temor a estar en ambientes con la puerta cerrada. Los primeros síntomas de un cambio los habían notado en diciembre del año anterior: estaba muy rebelde, le dijeron los padres.

 

Mientras duró el tratamiento, hasta octubre de 2011, la psicóloga notó que la niña tenía una gran carga de tensión, que la llevaba a ponerse una mano en la boca, y a mordérsela, lo que daba cuenta, explicó en su informe, que atravesaba una gran ansiedad.

 

La paciente también tenía el hábito frecuente de llevarse una mano a la ropa interior.

 

Como parte de la terapia, Monte Riso hacía que la chiquita dibujara, y en esa actividad notó que “tenía una conducta evitativa” por la cual no lograba dibujar la figura de un varón. Aunque ella la invitaba a terminar el dibujo, “en catorce sesiones no lo terminó de pintar”, detalló.

 

El 1º de marzo de aquel año, según dejó asentado en un informe y ratificó, la nena logró confiarle el episodio del abuso en el jardín.

 

En una sesión anterior, la niña había descubierto, entre los juguetes del consultorio, lo que sería “la familia de Barbie, con una figura masculina que sería Ken”. En esa nueva sesión, la pequeña le pidió los muñecos. Y puso al varón en una caja. “Él se tiene que quedar ahí”, le dijo. “¿Por qué”, quiso saber la terapeuta. “Porque es malo”, contestó.

 

"Ese es el profe"

 

Un rato después, la psicóloga sacó al muñeco de la caja, pero lo puso lejos. Como había otras figuras de niños, la nena le comentó “parece un jardín”. Luego, cuando la terapeuta acercó al muñeco del varón, la niña encerró a la muñeca en un roperito. Y le dijo que la nena tenía miedo. Cuando le preguntó de qué, la menor le contestó “ese es el profe”. “Pero ¿no está ahí para ayudar?”, le consultó la especialista. La nena no quiso hablar. Sólo dijo “no” con la cabeza.

 

Monte Riso notó que se ponía tensa. Luego hizo la mímica de lo que, según le dijo, les hacía el docente a ella y a otra nena, a la que nombró. Cuando la psicóloga le pidió detalles, tomó a los muñecos y reiteró el episodio, esta vez con detalles verbales que dan cuenta de manoseos en la zona genital. Y le dijo que le había hecho doler.

 

Incluso la niña le contó que parte del episodio fue visto por una empleada del jardín, a la que identificó como “la seño Marta”, que se puso a llorar y le dijo al profesor “basta, no le hagas más eso”.

 

Después de la psicóloga declaró Marta González, una familiar del acusado, que trabajó en el jardín maternal. Aseguró que ella nunca vio nada raro o sospechoso en el comportamiento del dueño de la guardería. “Él no tenía nada que ver con los chicos, porque estaba en la parte de la administración, solo tenía contacto con los padres cuando llegaban”, declaró.

 

Aseguró que el imputado jamás dio clases de Educación Física a los chicos (S. G. A cursó esa carrera hasta cuarto año, pero no se recibió). “Daban las maestras, a veces le pedían que las supervisara”, dijo después.

 

Pero, autorizada por el tribunal, la fiscal de Cámara, Carolina Monte Riso, le leyó a la testigo una parte de la declaración que había dado tiempo atrás, durante la primera etapa de la investigación. Y en ella había afirmado que su familiar sí les daba clases de gimnasia a los chicos. “Bueno, al principio empezaron a dar Educación Física y él supervisaba, los chicos le decían ‘el profe’, él les daba clases, pero con las maestras”, acomodó su versión la testigo.

 

González nombró a otras docentes. A ninguna mencionó por el nombre Marta, con lo cual quedó flotando la idea de que ella podría ser “la seño Marta” que le nombró la niña a su psicóloga. Pero ayer la testigo aseguró que jamás vio a ninguna nena llorando, o en una situación que justificara que ella la socorriera. “Nunca vi nada raro”, reiteró.

 

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