SAN LUIS - Sabado 18 de Mayo de 2024

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Una mujer relató cómo quiso matarla su ex de una puñalada

Por redacción
| 28 de junio de 2017
Reencuentro, en la sala de juicios. Lucero (izq.) junto a sus defensores. adelante, Sara, la víctima.

Sara Andrea Barroso volvió a ver ayer a su ex pareja, Hilario Lucero, a poco más de dos años de que el hombre intentara matarla en la puerta de su casa, acuchillándola cerca del cuello, en La Toma. El reencuentro fue en la primera audiencia del juicio contra él, en la Cámara del Crimen 1 de San Luis. Sara narró en primera persona, antes los jueces y el agresor, cómo fue el ataque que sufrió el 19 de mayo de 2015. Contó que Lucero esperó agazapado entre arbustos a que ella entrara. Cuando la vio, se le abalanzó. Así, el acusado quebrantó la orden judicial que le habían impuesto de mantenerse a por lo menos 300 metros de ella.

 


Lucero está acusado de “Homicidio doblemente agravado, en grado de tentativa y desobediencia a una orden judicial”. La fiscal de primera instancia pidió que sea condenado a 14 años de prisión.

 


Sara es ama de casa y empleada del Plan de Inclusión Social. En ese momento, por convenio, trabajaba en la estación de peaje Portezuelo, en la ruta 10, camino a La Punilla. Estuvo en pareja con Lucero durante 23 años. En 2015, cansada ya de sus actitudes controladoras, de las escenas de celo que él le hacía en privado y en público y de las amenazas, ella le puso punto final a la relación.

 


Ante una pregunta de la Fiscal de Cámara 1, Carolina Monte Riso, Sara manifestó que si bien Lucero era celoso antes, esto se acentuó cuando ella empezó a trabajar y logró independencia económica. “Le molestaba si me planchaba el pelo, si me delineaba los ojos, si me compraba un pantalón o una campera”, aseveró.

 


Pero el hombre no se fue de la casa. Ella le pedía que buscara adónde ir, que consiguiera un alquiler, pero no se iba.  Dormían en camas separadas, pero se resistía a irse.

 


El 5 de mayo, Lucero fue a buscarla a la cabina de peaje, con un solo propósito: revisarle el celular. Luego de cumplir su turno laboral y de ir a un turno médico para buscar un medicamento, Sara fue a la Policía y lo denunció, por el acoso.

 


Al día siguiente, “cuando iba de mi casa al juzgado para traer la denuncia personalmente, no me dejó salir. Me tiró los pelos, me apretó contra la heladera. Salieron mi hijo más chico (que actualmente tiene 17 años) y mi hija (Antonieta). Me escapé, corrí a la comisaría, a denunciar”, narró.

 


Luego de esa presentación y de hacer los trámites, la jueza de Familia y Menores, Estela Bustos, le impuso a él la prohibición de acercarse a Sara y a su hijo menor. Los otros ya eran mayores. Ese 6 de mayo, Lucero se fue de la casa.

 


De ahí en más, cada vez que tenía que salir a trabajar o hacer una compra, Sara lo hacía en compañía de algún familiar o conocido, pues Lucero la seguía y se mostraba, en claro desafío a la disposición de la Justicia. 

 


El 19 de mayo, cuando volvió de trabajar, Lucero “pasó por mi casa en su moto, a menos de 10 metros. Fui a la comisaría, me explicaron que tenía que presentarme en el juzgado a dar a conocer que no estaba cumpliendo con la medida”, relató.

 


A la noche, salió a comprar en un supermercado ubicado a unos 400  metros de su domicilio. No fue sola: la acompañó su vecina. Al volver, le avisó a su hijo mayor que estaba en lo de la vecina. “Cuando voy a salir de su casa, mi vecina se fijó si había alguien en la calle. No vio a nadie, y me crucé. Cuando entraba, (Lucero) salió de atrás de unos arbustos, agachado, con el arma. Me dijo ‘acá te tengo’. Mi reacción fue insultarlo y golpear la persiana del comedor”, para que sus hijos, que estaban adentro, salieran a auxiliarla, contó.

 


Sara gritó. Lucero, cuchillo en mano, la atacó. Advirtió después que sangraba. Nahuel, su hijo mayor, y el menor la salvaron. Mientras Nahuel, que usa una prótesis en la pierna, forcejeaba con su papá, para desarmarlo y alejarlo, el más chico entró a su mamá al domicilio, para ponerla al resguardo. Un vecino que pasaba también prestó colaboración.

 


“Lamentablemente, tenemos que preguntarte sobre lo ocurrido, aunque no debe ser fácil para vos”, le dijo el camarista José Luis Flores al adolescente, que declaró ayer. En efecto, no debe haber sido sencillo para él hablar de esa escena que sus papás protagonizaron. Tuvo una suerte de doble rol: fue testigo, pues vio el instante inmediatamente posterior al ataque, y ha sido víctima de la violencia vivida en su propio hogar.

 


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