Lo encarcelaron por abusar de su hijastra adolescente

A los últimos abusos, según narró la víctima, de 16 años, los padecía en días, horarios y un sitio preciso: eran los viernes a la tarde, cuando terminaba la cursada semanal en el Centro Educativo Nº 19 “Domingo Faustino Sarmiento”, en San Francisco del Monte de Oro, y los domingos al atardecer, cuando regresaba a esa localidad, para volver a clases al día siguiente. Fueron a la intemperie, en un campo situado a la vera de la ruta 9, a donde su padrastro, Adolfo Quiroga, la conducía a empellones después de bajarla de la moto. Todos los detalles que la adolescente dio cuando declaró encontraron correspondencia en otros elementos, tales como la inspección que la Policía hizo en ese campo y el resultado de una prueba de laboratorio, practicada a dos remeras que él escondía en el baúl del rodado. Con ellas se limpiaba después de someterla, aseguró la jovencita. Comprobaron que estaban impregnadas de semen.

“El relato vertido por la niña presenta respaldo suficiente para dotarlo de plena credibilidad, no se visualizan factores de inconsistencia o incoherencia que hubieren de restarle fuerza probatoria a los mismos”, refirió la jueza Penal 3, Virginia Palacios, en su pronunciamiento de ayer, en el que procesó a Quiroga, de 33 años, y ordenó que continúe encerrado, no ya en la Comisaría 14ª de San Francisco, sino en el Servicio Penitenciario Provincial.

La magistrado consideró que hay pruebas suficientes de que Quiroga es autor del delito de “Abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por la calidad de guardador y por mediar situación de convivencia preexistente”, informó ayer el jefe de la Unidad Regional 5, comisario inspector Gustavo Ríos.

Quiroga fue detenido por efectivos de la Seccional 14ª, a cargo de la oficial principal Elvira Saá. Hasta que fue aprehendido, el lunes 25 de setiembre, vivía con su mujer y los hijos de ella en una vivienda del paraje Pozo del Molle, en el kilómetro 25 de la ruta nacional 146. La víctima tiene dos hermanos varones, menores que ella, fruto del vínculo de su mamá con el ahora procesado.

El arresto se consumó, en verdad, cuatro días después de que la chica se decidiera a hablar. Ella se sacó esa mochila el 21 de setiembre, el día que estuvo en un picnic con sus compañeros de escuela, para festejar el Día del Estudiante. Si decidió ventilar todo fue porque esa no fue, para ella, una jornada de alegría y esparcimiento.

Se enteró de que su padrastro había estado comunicándose con la madre de una compañera, para saber dónde estaba. Cuando declaró en el juzgado, en presencia también de la defensora de Familia y Menores 1, Rina Mercau, contó que su padrastro había adoptado conductas de control. Harta de eso, y decidida a que el viernes siguiente Quiroga no volviera a ultrajarla, decidió hablar con una prima más grande.

La adolescente aseguró que cada vez que la sometía, además de desnudarla, su padrastro buscaba besarla a la fuerza y le decía “mi amor”. En esas oportunidades también reiteraba su amenaza de matarla a ella, a su mamá o a sus hermanitos si osaba decir algo.

En oportunidad de declarar, también detalló que los ataques comenzaron hace cinco años, cuando tenía 11. Como en ese entonces ella aún iba a la escuela en el paraje, Quiroga consumaba los abusos a diario, cuando su pareja se iba a trabajar al Plan de Inclusión. Según relató la víctima, la llevó a dos construcciones próximas a su casa, que estaban deshabitadas.

Luego, cuando la chica empezó la secundaria en San Francisco, se quedaba de lunes a viernes con un pariente que vive en ese pueblo. El horror empezaba los viernes, cuando el padrastro iba a buscarla a San Francisco y la abusaba en el camino. Recién ahí la llevaba de regreso al hogar.