SAN LUIS - Viernes 17 de Mayo de 2024

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Rosan Bosch: "En la escuela se aprende a perder la creatividad"

Por redacción
| 19 de septiembre de 2016
Rosan Bosch. Explicó que la arquitectura es un factor clave para alentar o frenar la innovación.

Tranquilamente su cabeza podría funcionar como un juego de Tetris, aunque con formas no tan rectas y cuadradas. Es que la diseñadora holandesa, Rosan Bosch, empezó a revolucionar la arquitectura en busca de romper las clásicas estructuras que limitan la creatividad, una cruzada que le valió el reconocimiento mundial. Por ello, esta semana estuvo de gira por la provincia, donde destacó el armado de las Escuelas Generativas por no sólo ser una política de vanguardia, sino por ser impulsado por el mismo Gobierno, cuando en países del Primer Mundo sólo surge desde los sectores privados.

 


—¿Cómo ve esta iniciativa de San Luis, de combatir la crisis educativa a partir de las escuelas innovadoras?

 


—De acuerdo al tiempo que estuve aquí, he entendido lo que están haciendo, y me parece muy bueno, porque el sistema de aprendizaje, sobre todo en el ámbito público, siempre es algo muy fijo. De hecho, nosotros hemos trabajado más para lo privado. Es increíble, porque cuando analizás la situación, te encontrás con un problema muy serio: cuando van a la escuela, aprenden a perder la creatividad. Y que la solución salga del mismo Estado, es muy importante. Además, por lo que hablé con la gente de aquí, están todos muy comprometidos, y eso es clave para poder cambiar, porque todo el mundo se queja; es muy fácil criticar lo nuevo. Entonces necesitás dedicación para lograrlo.

 


—¿Por dónde hay que empezar para lograr este cambio?

 


—El primer paso es iniciar con los niños, porque ellos son el futuro, y ellos tienen ganas de inventar cosas, de juntarse; y serán los que con el paso de los años crearán nuevas empresas, mejorarán su ambiente. Por eso necesitamos que los chicos que salgan de las escuelas, estén súper motivados, que sepan aprender al mismo tiempo que buscan desafíos.

 


—Pero ¿por qué es tan difícil cambiar las costumbres y el pensamiento de la sociedad?

 


—No creo que siempre sea tan difícil, si en la sociedad cambiamos todo el tiempo. Lo complicado es modificar el sistema educativo. Pasa que tenemos mucho miedo con los niños. A su vez, somos seres culturales que conservamos algunas prácticas: te levantás de la misma manera; usás la misma taza para desayunar; te sientas en la misma silla; etcétera. Es algo que está dentro de tu cuerpo pero aliado a nuestra mente. Es decir, es como que estamos programados para construir costumbres para ser más efectivos. Entonces es difícil romper con eso.

 


—¿Cuáles son los países más permeables a la innovación?

 


—No creo que tengamos uno en el “top”, sino que varían de acuerdo a cada sector. Igual, en Estados Unidos hay iniciativas muy buenas; en el norte de Europa hay escuelas que son de avanzada, como en Suecia, Finlandia, Holanda, Dinamarca; pero no todas, más bien son casos particulares. Pero repito, lo que pasa con San Luis, de ser un proyecto público, es algo muy destacable.

 


—¿Qué políticas usaron para tener el respaldo o la aceptación de la sociedad para poder aplicar estas modificaciones?

 


—Se hacen varias cosas: a nivel político, en Dinamarca o Suecia, hay una ley que establece que a cada niño hay que darle una educación personalizada. Eso ya traía consecuencias muy fuertes, porque si ya estaba escrito eso, entonces en realidad la educación que se daba hasta ese momento no era personalizada. Y una vez identificado el problema pasamos a la pregunta: “¿Y ahora, qué hacemos?”.  Entendimos que una de las claves era tener buenos profesores y que el sistema se enfoque en el aprendizaje del niño y en nada más; ni siquiera en el edificio en sí; sino contar con un pensamiento estratégico y un plan pedagógico. Y cuando comenzó a funcionar, se logró como un punto de referencia para todo lo demás.

 


—Y después sí, llegó el momento de diseñar nuevas estructuras…, con líneas más curvas que rectas ¿no?

 


—Si me piden algo para una persona cuadrada, yo hago diseños cuadrados (risas). Cuando estás dentro del diseño, tenés que pensar que los individuos son individuales, son distintos. Por ello hay que armar cosas que respondan a la diversidad humana, porque no a todos les gusta el gris y lo recto; hay chicos que quieren el azul, el amarillo, con una luz de fondo; hay otros que les gusta estar acostados, otros necesitan moverse todo el tiempo para poder pensar. Y todo está bien, porque mientras más flexible es un ambiente, mejor te sentís, y más te alienta a ser creativo.

 


—¿Cuáles son los pasos que realizan con su estudio para llegar al diseño final?

 


—Nosotros tenemos un departamento de desarrollo que puede estar incluso más de 3 meses con un equipo de 10 personas, investigando los procesos de tal institución para en definitiva mejorar el entorno físico y que salgan los mejores resultados. Por ello ofrecemos diferentes maneras de trabajar, lo que te da una riqueza de imaginación.

 


—¿Pero tienen ciertos ejes de armado?

 


—Claro. Tenemos un sistema que junta los principios pedagógicos con una metodología de la escuela. Como somos diseñadores, hemos mirado cómo es la gente, cómo se mueve en el espacio, cómo se comunica. Y de esa mezcla, armamos un paisaje pintado por principios básicos.

 


Por ello hablo de situaciones de trabajo del día a día, donde no pensemos en una clase rutinaria, de 10 horas, siempre en el mismo banco, sino en una arquitectura que te permita estar en distintos lugares donde se realicen distintas actividades, armando un paisaje en vez de un estructura recta.

 


—Esta idea de "paisaje", ¿también puede aplicarse a la casa común y corriente, de una familia tipo, por ejemplo?

 


—Sí. Pero primero tengo que aclarar que yo no digo de hacer escuelas sin paredes, sin espacios separados, si no que tengan espacios pero diferenciados. Porque tienen que tener ámbitos fijos, adentro, planteando un paisaje.

 


Ahora sí, cuando tomas una casa tradicional, puedes aplicar estos conceptos, para cambiar el conjunto, pero tampoco que sea tan abierto, sobre todo cuando tienes niños (risas). He visto Miami Vice (serie de televisión estadounidense), y me imaginaba esos pisos enteros, con palmeras en el medio, algo muy "cool", pero para cuando estás soltero. Con chicos, es más complicado (risas). Porque en realidad está bien que cada uno tenga su pieza. Cuando mi hijo está con sus amigos, yo no quiero estar con ellos. Lo mejor es que cada uno tenga su espacio, para dormir, para pensar, lo que significa romper con varias estructuras, porque a cada uno le gusta cosas diferentes.

 


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