F.P. se sentía atrapada en un mundo que le era desconocido. La vida con su ex no tenía nada de lindo. Estaba muy lejos de parecerse a la vida de casados que había visto en sus padres o las personas que conocía. Empezó con insultos. Siguió con empujones. Con el tiempo, para demostrarle que era él quien mandaba, comenzó a aplicarle las mismas técnicas que, como efectivo de seguridad, usaba con los delincuentes. La sujetaba de los brazos y la tiraba al suelo, para inmovilizarla. Ella lo denunció en cinco oportunidades. Pero eso no cambió nada. Resistió esa vida casi doce años. A principio de año, el ex policía, enceguecido porque la joven había logrado alejarse de él, la llevó hasta la cama que alguna vez compartieron como pareja, la ató de brazos, pies y cuello, la envolvió con una colcha y la violó.
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