Caso Romina Aguilar: El viudo, un sospechoso con doble personalidad

De a ratos, cuando habla, el intendente de La Calera, Diego Lorenzetti, hace un guiño con la nariz, parecido a la señal que hacen los jugadores de truco para avisarle a su compañero que tienen buen punto para el envido. Debe haber sido bueno en ese juego, porque miente mucho, según parece haber puesto en evidencia la investigación judicial por la cual terminó procesado y encarcelado, como supuesto autor intelectual del asesinato de su esposa, Romina Aguilar.

Tendría “una doble cara”, como le decía Romina en uno de los tantos mensajes de texto cargados de reproches y “pases de factura” que le enviaba.

Una de esas facetas mostraba a un hombre generoso, a un exelente esposo y padre, sumamente querido por la familia que supo construir en San Luis. Pero su otro costado, el oscuro, comenzó a socavar los cimientos de la imagen que mantenía en público.

Por ejemplo la relación de la pareja, donde no todo era “color de rosa”, como han querido hacer ver los amigos del matrimonio que declararon en la última semana, por pedido de los abogados del intendente.

“Romina le comía los sesos a Diego, estaba todo el tiempo ‘tuc, tuc, tuc’ con los mensajes de texto”, resumió un investigador. “Que no me das bola, que no le das bola a tu hijo, que nunca tenés tiempo para nosotros”, contó. Hasta ahí, nada extraño.

Pero hay otros que son sugestivos y orientan a pensar que Lorenzetti desarrollaba actividades “non sanctas”, probablemente ilícitas, para las que usaba a su esposa y la camioneta de ella.

“No me usés más el auto para hacer esas cosas. Por qué mejor no usás el auto de Rubén”, le dice en un mensaje que recuperaron los investigadores.

“Si yo hablara”, lo intimida en otro.

“Tal vez se refería a las aventuras que él tenía con otras mujeres”, esbozó un defensor de Lorenzetti. Es obvio que no. Si la afectada por la infidelidad era ella, no tendría sentido que amenazara con deschabarlo. Por más que él sea una figura pública y ventilar una conducta de su vida privada afectara su imagen.

Hay más. Romina le decía que “quería la mitad de todo”. Y esa demanda no se daba dentro de una discusión por un eventual divorcio, porque al parecer, pese a las peleas, la pareja no iba camino a la ruptura formal a través de la separación.

Otros mensajes hablan de viajes, de “ir, cargar y volver”.

Todos esos indicios sobre una actividad solapada del intendente de La Calera se conectan de modo directo con un dato que la Justicia va a investigar: los constantes depósitos bancarios que el funcionario hacía a cuentas a las que ahora van a seguirle la pista.

Lorenzetti tiene un sueldo de trece mil pesos como intendente. Es cierto que también tiene una fábrica de hielo y una empresa de mantenimiento industrial, además de los caballos de carrera.

Pero los depósitos –que iban de los diez mil a los veinte mil pesos – eran demasiado frecuentes como para pensar que todo ese dinero salía de esos emprendimientos. A no ser que Lorenzetti sea en verdad como él mismo se ve: un emprendedor muy exitoso y hábil para los negocios.

La doble personalidad que Romina le atribuía a su esposo también sería la que lo hace presentarse como la víctima real del asesinato que fue, según su visión, un mensaje mafioso de los enemigos que se adjudicó por haber emergido como un dirigente político extremadamente solidario, devoto de San Expedito y dedicado al pueblo que lo acogió cuando llegó desde Santa Fe, “con una mano adelante y otra atrás”, como él mismo recordó en una entrevista.

Puede que su capacidad para mantener las apariencias le haya valido para ganar una que otra partida de cartas en el pasado, pero esta vez, la Justicia le retrucó y lo pilló en la mentira.