Me siento muy mal, me duele mucho la cabeza. Anoche (por la madrugada del viernes) en la comisaría me desmayé, estoy muy mal de los nervios”, apenas pudo describir Mónica Sosa, con la voz entrecortada, cuando aún permanecía internada en un hospital privado de Villa Mercedes. Es inspectora de la Unidad de Control e Inspección Municipal (Ucim) y fue golpeada en la cara por el empleado de un negocio de la zona Estación cuando pretendía hacer cumplir la clausura definitiva porque vendía bebidas alcohólicas en horarios que están prohibidos.
Aunque en su experiencia tuvo enfrentamientos con los propietarios de algunos comercios, nunca fueron más que verbales. No imaginó que la del jueves, después de la habitual ronda en la que controlan que los quioscos y mercados no expendan bebidas alcohólicas a menores ni fuera del horario permitido, iba a ser una noche digna de olvidar.
“A pedido de la jueza de Faltas debíamos clausurar el autoservicio Fénix, que ya habíamos clausurado la semana pasada. Cuando llegamos, enseñamos la orden y colocamos la faja. Nos fuimos, pero a las tres cuadras nos avisan que habían abierto, así que volvimos, hablamos con uno de los dueños mientras filmaba con mi celular para recaudar pruebas de que habían roto la faja”, relató. En ese momento, uno de los empleados que estaba detrás del mostrador increpó a Sosa y comenzó a agredirla. “Me dio un golpe de puño en la cara y me quitó el celular, lo tiró al piso y lo rompió. Cuando me agacho para tomarlo, me agarró del pelo y me golpeó en el otro pómulo”, detalló la inspectora.
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