En el corazón de sus familiares, Edelia Bianny Ortiz de Balbo murió ya dos veces. La primera fue hace ya casi un año, el 19 de noviembre de 2015, cuando tres jóvenes entraron a su casa valiéndose de una artimaña, la ataron, amordazaron y golpearon, para robarle, en el barrio San Cayetano. El jueves pasado, al condenar a uno de los acusados, Miguel Fernando Castro, a 15 años de prisión, la Cámara del Crimen Nº 2 de San Luis “volvió a matar a nuestra madre”, afirmaron Aldo Néstor y Luis Guillermo Balbo, los dos hijos de Edelia. Consideran que el fallo acarreó toda una paradoja, que la Justicia estuvo bien lejos de hacer justicia. Es más, piensan que los magistrados hicieron todo lo contrario.
Esa impresión se acentúa porque los dos cómplices de Castro, por circunstancias distintas, están libres. “La Puki”, la adolescente que, según admitió, se prestó a golpear la puerta de la despensa de Edelia, para conseguir que la anciana de 79 años sacara llave y que así entraran Castro y el otro asaltante, no está detenida ni llegó a juicio. Por su edad, es inimputable. Cuando ocurrió el crimen, tenía 15 años. Cumplió los 16 hace dos meses. El tercer implicado, Cristian “El Panadero” Giménez, está prófugo. Su destino, un signo de pregunta.
Ahora, Aldo y Luis; sus respectivas esposas, Delia Carmen Fernández Suárez y Miriam Roxana Heredia; sus hijos y nietos esperan que el fiscal de Cámara Nº 2, Fernando Rodríguez, presente un recurso ante el Superior Tribunal de Justicia para que se revea el dictamen.
El sábado a la siesta, aún procesando lo vivido durante las audiencias, los parientes de la comerciante recibieron a El Diario en la casa de Luis y Miriam, en el barrio 132 Viviendas.
—¿Qué sintieron mientras escuchaban el fallo?
Aldo —Primero que nada, indignación. Nunca esperamos que los jueces dictaran tal sentencia. Por la alevosía con la que actuaron con nuestra madre, por el ensañamiento, por el hecho de que hayan conseguido entrar mediante un engaño, por la violencia que ejercieron física y moralmente. La dejaron atada. Hicieron un abandono de persona. Los camaristas –Hugo Saá Petrino, Fernando De Viana y Gustavo Miranda Folch– no vieron eso, pese a que el fiscal de Cámara se los remarcó muy bien en los alegatos. (NdP: Rodríguez, en su exposición, solicitó que a Castro lo condenaran por homicidio calificado por el ensañamiento, la alevosía, crimis causae –es decir, que asesinaron para ocultar otro delito, en este caso, el robo– y por la participación de un menor).
—Es decir, ustedes compartieron la opinión del fiscal en cuanto a la calificación y en cuanto al pedido de que lo condenaran a prisión perpetua…
Aldo —Sí. Es lo mínimo que debieron darle. Mi madre recibió piñas, le quebraron cuatro costillas, producto de patadas, según lo que nos dijo el forense cuando le hicieron la autopsia. Y lo ratificó cuando declaró en el juicio.
Delia —Esto es indigno. Nos preguntamos cómo un juez puede dar una pena tan baja, cuando, durante el juicio, se ha demostrado que hubo ensañamiento. Los testimonios de los médicos, del forense, de los policías, la descripción de la forma en la que se la encontró…
Miriam —Sentí que se burlaron de la muerte de mi suegra. Los jueces escucharon en la Cámara Gesell cómo “La Puki” contó cómo cometieron el crimen. Si no les alcanzaban que la chica admitiera su participación y diera datos de la intervención de Castro y de “El Panadero” Giménez, debieron tomar en cuenta la declaración del forense, que fue muy claro. Que a los 79 años haya sufrido de esa forma, que la dejaran morir, no se lo merece nadie.
“Fue tramado y planificado"
Aldo tiene una sensación, compartida también por sus allegados. El homicidio de Edelia no fue “al voleo”, una obra del azar. Considera que fue “tramado, planificado, estudiado” con días de antelación. “Después de robar, ellos se fueron. Pero es como dicen, el asesino vuelve al lugar del hecho. Tipo 17 ya estaban en el barrio. Y a la noche volvieron, para ver si había movimiento. Hay declaraciones que así lo indican”, acotó Luis. El regreso tuvo, para él, un claro propósito.
Está convencido de que antes de escapar se tomaron el trabajo de cerrar con llave la puerta del mercadito pues su intención “era volver más tarde, a la noche, para llevarse más cosas”. Esa llave nunca apareció, y por eso tuvieron que pedirle a él, que tenía otro juego, que fuera a abrir.
En la misma línea de conjeturas, creen que otros jóvenes que viven en el mismo barrio de la víctima o que pasaban mucho tiempo allí, tal es el caso de Nanda Raúl Vescia, pueden haber aportado datos sobre los movimientos de Edelia, oficiando de entregadores.
Luis presume que “El Panadero” y Vescia programaban el golpe desde hace un tiempo, que le ofrecieron a al menos dos jóvenes más participar, que éstos no aceptaron, y que quien finalmente accedió fue “El Miguelón” Castro.
Según el mismo Vescia les explicó a los jueces, iba con frecuencia al barrio porque la madre de su hija vive cerca de lo de Edelia. Manifestó, además, que trabajaba con su suegro en la colocación de membranas, por lo que, después de las tareas, solía ir a su casa, a almorzar y a ver a su nena.
Una de las primeras versiones que comenzaron a rodar entre los vecinos es que Vescia podía haber brindado, además de la información para hacer la logística del asalto, la referencia de que la comerciante guardaba una cierta suma de dinero. También se dijo que se había ocupado de vender un televisor, uno de los elementos robados de la casa de la anciana. Los policías de Homicidios hicieron un allanamiento en el domicilio de quien lo habría comprado, pero no hallaron el artefacto.
Para Miriam los camaristas no sólo no tomaron en cuenta qué declararon ante ellos algunos testigos –Vescia, por caso– sino tampoco las contradicciones que surgieron en el debate entre las manifestaciones que hicieron en la División Homicidios, que quedaron plasmadas en el sumario, y lo que relataron en el juicio.
Vescia “dijo que el día del hecho estuvo en La Punta. Es mentira. A eso lo hizo al otro día. Después nos comentaron que esa noche, cuando sacaban el cuerpo de mi suegra, él andaba por ahí”, indicó Miriam. Para ellos, no fue el único que se sentó y no dijo la verdad.
Hubo otros testigos a los que, llamativamente, los recuerdos no les llegaban con fluidez, tal fue el caso de Blas Alexander Parrilla, apodado “Bubu”. Los camaristas ordenaron que lo encerraran un rato, a ver si así se le refrescaba la memoria y se mostraba más colaborativo. Pero esa medida, según opinó Miriam, fue inútil. Ella cree que a todos los que mintieron, ocultaron u omitieron los tendrían que haber dejado presos por falso testimonio. “Se burlaron de los jueces. Y Parrilla, en particular, volvió de estar encerrado y siguió mintiendo”, completó Aldo.
En el fallo, la Cámara ordenó hacer compulsa –copia de las actuaciones– y remitirlas al Juzgado Penal Nº 2, “a los fines de que profundice la investigación sobre las conductas del ciudadano Vescia Nanda Raúl y de todos los que hubieran participado como cómplices y/o encubridores en el hecho”.
Una contradicción
Cuando les tocó el turno de declarar, Franco Rosales y Federico Vílchez, dos policías de la División Homicidios que trabajaron en la pesquisa, fueron felicitados por la Cámara, en un gesto poco habitual. “Eso fue, al mismo tiempo, una contradicción increíble. Porque destacaron su tarea, pero después no la tomaron en cuenta a la hora de dar la sentencia. La Policía de San Luis usualmente está en tela de juicio, siempre es tan criticada”, refirió Miriam. Los parientes dijeron que no tiene más que palabras de agradecimiento, por la forma en que desarrollaron la pesquisa.
Recordaron, además, que las otras líneas de investigación abiertas decantaron cuando llegó a escena “La Puki”. Su tío la trajo de Formosa, a donde había escapado tras el crimen, y le tomaron una primera declaración, en la que detalló cronológicamente qué sucedió y quiénes participaron. Así fue como la Policía, tirando del hilo de las palabras de la chica, llegó a Castro y a Giménez.
En la sentencia, el tribunal ordenó “reiterar el pedido de urgente captura y detención del ciudadano Cristian Víctor Giménez”. A la familia le han llegado referencias de que “El Panadero” podría estar en San Juan o Mendoza. Para dar con él y extraditarlo para que sea juzgado, “hay que poner gente capacitada para que lo ubique rápidamente”, opinó Luis.
La Cámara también dispuso ordenar a la Jefatura Central de Policía "que informe al juzgado de instrucción con urgencia quiénes integraban desde noviembre de 2015 a la fecha el Departamento de Investigaciones de la Policía, con detalles de nombre, número de documento y jerarquía y domicilio”. La medida corresponde a que hay sospechas de que un familiar de Giménez que integra la fuerza fue a su casa a alertar de que estaba en la mira por el asesinato, facilitando así su huida.
En cambio, en el fallo, la Cámara nada dijo al respecto de “La Puki”. “No hay que olvidar que esa chica está libre, que está aquí, en San Luis. Ella misma contó que le ofrecieron hacer un ‘trabajito’. Y que se decidió a hacerlo porque le pareció fácil, otra cosa que marca que esto fue planificado. Pero cuando llegó, se dio cuenta bien de cómo venía la mano. Tuvo la posibilidad de irse, o de decir ‘pará, esto está mal’. Si tuvo la capacidad para decidir ir, la capacidad para quedarse, es porque entiende. Entonces, que no me digan que no participó. Ella robó, buscó con qué amordazar a mi suegra y colaboró en atarla, y después vendió algunas de las cosas que se llevaron”, argumentó Miriam.
“Sabemos que no la pueden meter presa. Pero este tribunal podría haber adoptado algún tipo de medida –continuó–. Ella misma cuenta que se droga, que va, que viene. Y la psicóloga que la entrevistó (NdP: Analía Ávalos) dijo que puede volver a actuar igual. Los jueces tendrían que haber ordenado que esté custodiada, por lo menos”, consideró.
Para Delia, es necesario que las leyes cambien. “Ella fue una partícipe necesaria del crimen. Fue la carnada. Sin ella, no hubieran cometido el asesinato”, razonó.
Los indigna, además, saber que después del homicidio, “le contó a sus amigas, y no sólo a una, lo que habían hecho, como para sacar chapa, que les tengan miedo. Un amigo me comentó que inclusive hicieron un video cuando la torturaban. Y que ella lo mostraba y decía ‘eh, guacho, mirá lo que hicimos, cuidado con nosotros’”, aseveró Miriam. La Policía no pudo confirmar la existencia de esa filmación.
Los padres de “La Puki” declararon en el juicio. También la psicóloga que la entrevistó en la Cámara Gesell. “A sus padres no se los puede llamar así –dijo Aldo–, si no han tenido responsabilidad en la crianza de la chica”. Quizá las medidas del tribunal podrían haberlos alcanzado a ellos, en tanto deben velar por su hija.
A cinco días de cumplirse el primer aniversario del asesinato, los Balbo sienten que el duelo no acaba, que está lejos de cerrarse. “Es como si nos tocaran una herida de modo permanente. Por un lado, el juicio nos revivió todo. Por otro, estábamos muy expectantes con el debate, deseosos con su resultado. Ahora estamos desilusionados, con bronca, indignados, amén de que tenemos que seguir rogando que encuentren al otro acusado, para volver a revivir todo esto. Es una herida que no va a cicatrizar nunca. Lo único que queremos es tener un poquito de tranquilidad, aminorar el dolor, que haya Justicia”, anheló Delia.


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