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Alejandra Espinosa: “No acepto que digan que Abel está muerto”

Por redacción
| 24 de octubre de 2016
Sonriente. de muy buen humor, Espinosa habló en exclusivo con el diario y hasta sonrió para el fotógrafo antes de volver al penal.

Sus aros de perla eran del mismo color que su suéter rayado; su polera y sus borcegos, rojos. No tenía ojeras, ni su piel estaba demacrada. Al contrario, su rostro lucía prolijo, colorido y lleno de vida. La sonrisa no se le desdibujó ni un segundo. Hasta la acentuó más ante los incesantes flashes del fotógrafo de El Diario. María Alejandra Espinosa no parecía una interna del Servicio Penitenciario con diez meses de encierro encima, el viernes 14, cuando fue retirada de la cárcel y trasladada a los tribunales de Villa Mercedes para hablar con el juez Leandro Estrada. Al salir, le contó a El Diario que cuando el magistrado la recibió en su despacho ella lo abordó con dos preguntas. Primero, qué sucede con la apelación que interpusieron sus abogados a principios de año, por qué la Justicia se demora tanto en contestársela. Pero, más que nada, quería escuchar de boca del magistrado con qué argumentos la procesó y la encarceló por el homicidio de su ex Abel Roque Ortiz, desaparecido el 16 de setiembre de 2014.

 


Desde antes de las 9 de la mañana, la mujer de 40 años estaba en las oficinas del juzgado de Instrucción Penal 2, esperando a ser atendida. El juez le había concedido una audiencia para las 9. Pero el inicio de la reunión se atrasó porque Gustavo Ávila, uno de los abogados de la peluquera, se demoró con otros trámites. Dos horas después Espinosa entró al despacho de Estrada.

 


Al mediodía fue retirada de tribunales y llevada hasta la jefatura de la Unidad Regional II, para cumplir con las diligencias previas al traslado a la prisión. En ese viaje la acompañó el fiscal Néstor Lucero. En la puerta del edificio que la Unidad Regional II tiene sobre calle Balcarce la esperaban su hija Verónica y su amiga Melisa, para saludarla y preguntarle cómo estaba.

 


Luego de que los policías de la oficina Judicial le tomaron las huellas y la médica Sonia Paloni terminó de examinarla, la peluquera habló en exclusiva con El Diario. “Pedí una audiencia con el juez  para ver cómo va la causa y porque necesitaba informarme de algunas cosas irregulares que veía”, aclaró. Una de las anormalidades a las que se refería era por qué los jueces de la Cámara del Crimen 1 no se habían expedido sobre la apelación que sus defensores interpusieron hace ya diez meses. “Yo tengo entendido que tienen sesenta días para dar una respuesta”, señaló. Según contó, Estrada le respondió que no le quedaba otra opción que esperar, pues en algún momento el tribunal le contestará el planteo.

 


Pero en lo que más le insistió Espinosa al magistrado fue en preguntarle cuáles son los fundamentos que él tuvo en cuenta para culparla por el asesinato de su ex.

 


Señaló que, aunque jamás lo denunció a través de los medios, fue víctima de una persecución policial. “Yo tuve nueve allanamientos de todo tipo en mi casa, con aparatos muy sofisticados. Y jamás encontraron ninguna anomalía en nada”, remarcó.

 


Subrayó que todo lo que sabía sobre Abel y la noche que desapareció ya lo aportó, en declaraciones judiciales que se extendieron hasta por doce horas. “Ya no me queda nada más por declarar en la causa. Si hubiera algo más, lo diría”, agregó.   

 


Es consciente de que Estrada tiene sus argumentos para amparar su acusación, pero a ella esos fundamentos no le resultan en absoluto contundentes. Tiene entendido que, según la Ley, en toda investigación deben darse cinco elementos para definir la culpabilidad de una persona en un homicidio. “Tiene que haber, al menos, un indicio, un lugar, un cuerpo, un arma y, sobre todo, un porqué yo pude haberle hecho daño a Abel”, enumeró.

 


Otra cosa que, para ella, no tiene asidero es el otro delito, relacionado con el homicidio que le endilgan: “Asociación ilícita”. “Hace dos años junté más de 300 firmas en mi barrio, viajé varias veces a San Luis y le pedí al ministro de Seguridad una cámara para la esquina de mi casa, en Carlos Pellegrini y Gobernador Besso. Si hubiera hecho algo malo no habría pedido nunca una cámara de seguridad”, dijo. Y se reía porque le resulta ridículo que la acusen de delincuente cuando, según ella, no tiene nada que esconder.

 


“A mi criterio por supuesto, porque yo no soy juez ni abogada, no hay pruebas para que yo esté privada de mi libertad. No hay testigos, ni mucho menos un motivo para que yo le hiciera algo malo a Ortiz, cuando él me crió a mi hijo…”, expresó mientras cerraba los ojos como tratando de atajar una eventual lágrima.

 


El periodista le preguntó, entonces, qué cree que pudo pasarle al joven de 29 años. De inmediato, la mujer se repuso, aclaró la voz y dijo: “Se me han cruzado miles de cosas por la cabeza en todo este tiempo, sinceramente. Pero no creo que esté muerto. A mí no se me va a quitar de la mente que él sigue vivo hasta que alguien vea el cadáver, venga y me diga ‘sí, lo encontramos, está acá’. Él está con vida. Yo siento en mi corazón que Abel está vivo”.

 


Para la peluquera, el testimonio de Víctor Gardiola (el hombre que declaró que un vecino de Sampacho le contó que vio cuando cinco personas enterraban a Ortiz cerca de un puente de esa localidad cordobesa) es un comentario más, como tantos otros que circularon. “Lo veo como ‘me dijo, me dijeron’, como algo que pasa de boca en boca”, manifestó.

 


Recordó que, a pocos meses de la desaparición de su ex, en la investigación adquirió relevancia el testimonio de una adolescente que aseguró haber visto cuando “Pochi” fue subido contra su voluntad a un coche, golpeado, llevado y abandonado a su suerte, a orillas de una ruta de Sampacho. También señaló que la Policía buscó a Ortiz en las afueras de esa localidad en una oportunidad y que esos rastrillajes resultaron negativos. “No sé, a menos que hayan hecho mal esa búsqueda, que lo verifiquen”, comentó.

 


“Yo tengo la conciencia tranquila. Ese testigo (Gardiola) no aporta nada en mi contra. Yo no tengo auto azul, ni camioneta blanca”, resaltó. Lo decía porque el hombre declaró que Víctor Ganzer, el supuesto testigo del sepulcro de Abel, le relató que quienes enterraron al joven bajaron de dos vehículos de esos colores. Además dijo que, a su manera de ver, el testimonio de Gardiola no tiene contundencia porque ni siquiera indicó qué día sucedió.

 


Espinosa aclaró que ninguna declaración debe ser subestimada y cualquier testimonio que surja relacionado con la causa debe ser investigado. “Otra imputada, que está conmigo (en la cárcel), dijo hace poco que había visto a Abel un mes después de su desaparición. Lo que ella declaró tampoco tendría que ser subestimado. Todo tiene que ser analizado”, remarcó. La mujer de la que hablaba era su amiga María Vásquez, también acusada por el asesinato del joven y por asociación ilícita.

 


Confesó que le resultó un tanto chocante que Vásquez haya revelado ese dato después de un año y medio, puesto que, aunque siguen siendo muy amigas, ella nunca le confió que había visto a su ex en octubre de 2014. “Hubiera preferido que declarara eso cuando era necesario y que no hubiera dejado pasar tanto tiempo”, dijo Espinosa.

 


Expresó que, pese a que la vida lejos de sus hijos le resulta casi imposible, se mantiene íntegra. Y en eso mucho ha tenido que ver el tratamiento que recibe del personal del penal, de quien está muy agradecida. “Hoy por hoy estoy viviendo en el SPP –dice y se ríe–, en el Servicio Penitenciario, que más que una cárcel es como un reformatorio para los que entran ahí. Por supuesto que ese no es mi caso, porque yo jamás me drogué ni nada. Pero me siento contenida y me atienden muy bien”, subrayó.

 


“No juzgo a la familia Ortiz porque yo también lo vivo a diario. Extraño a mi familia. Es muy difícil el encierro, no estar con los hijos durante las fiestas”, expresó.

 


Antes de que los policías volvieran a esposarla y la condujeran a la Renault Kangoo, que junto a otros imputados por otros delitos la regresaría a la prisión, la peluquera expresó dos deseos. El primero es que  la Justicia sea “coherente y realista” y se guíe “por las leyes y no por los supuestos”. El segundo deseo se lo dedicó a la familia de su ex. “Me gustaría que ellos tuvieran un poquito más de fe y que, antes de siempre buscarlo muerto, lo busquen vivo, porque no hay indicio para que lo busquen muerto. Nunca pierdan la fe. No acepto que me digan que Abel está muerto. No lo acepto”, resaltó.  

 


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