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Chico Trujillo puso a bailar al boliche de Don Miranda

Por redacción
| 26 de septiembre de 2015

En plena madrugada villamercedina, cuando la lluvia con la que amaneció el viernes descargaba su mayor firmeza, unas cuatrocientas personas bailaron al acalorado ritmo de la cumbia en el Boliche Don Miranda. Quienes consiguieron el curioso momento, en vísperas de un día laboral, fueron los integrantes de "Chico Trujillo”, la banda chilena que con poca promoción y espíritu colorido protagoniza un fenómeno global difícil de explicar.

 


Once muchachos divertidos que no quisieron dejarse la alegría solo para ellos son los componentes de un combo que –si habría que buscar un paralelo argentino y popular- serían "Los auténticos decadentes" con letras en serio. Con muchos pasajes instrumentales que acrecentaron el bailongo, el equipo chileno puede empezar en bolero algo que terminará en ska y reformar alguna pieza andina en un caleidoscopio rítmico.

 


Como la denominación grupal es lo que mejor le queda a la banda, ni siquiera la presencia temeraria del cantante, Aldo Asenjo, una suerte de papá Pitufo narcotizado, es suficiente para sobresalir de entre una formación pareja, sin afán de protagonismos ni reacciones desmedidas. Apenas un saludo al inicio, una despedida cálida y la invitación a levantar las manos a la gente, fueron las reacciones de los integrantes hacia su público.

 


El tema con el que empezaron el recital en Villa Mercedes fue una versión propia de “La pollera amarilla”, con más sentimiento y sensatez que la que hizo popular “La Bomba tucumana”. A partir de entonces, los muchachos no pararon de entregarse al desenfreno y la algarabía.

 


Sostenido en una tríada de trombón, saxo y trompeta, el grupo demostró su éxito transnacional con música mundial, tan alegre como para ser bailada en cualquier parte del planeta. Y tan digerible como para que entre el público que se congregó en el boliche, hubiera chicos de  diez años y adultos de 60 embebidos en el universal idioma del baile.

 


Está claro que "Chico Trujillo” es una agrupación cultora de la música colombiana y por extensión de la de todo el Caribe. Su creación más contundente tal vez sea más un neologismo que un ritmo propiamente dicho, pero la "chilombia" se entiende como lo que ellos mismos hacen: música colombiana, hecha por chilenos.

 


La unión sudamericana contó con su instante sublime con “¿Qué le pasa a mi camión?”, un clásico de clásicos de "Los Wawancó" que mojado con la transpiración de "Chico Trujillo" llegó a niveles de exaltación que no se alcanzan todos los días. La extensión territorial fue más al norte con "Cosecha de mujeres”, un tema que por más que se haya grabado por decenas de grupos en todo el continente, no habría que perder de vista que su autor es José María Peñaranda, un colombiano cuyo mayor aporte a la música universal es "Se va el caimán". En ese tema, los chilenos dieron su versión más acelerada y punk.

 


La seguidilla  de covers continuó con “El orangután” y algunas modificaciones en la letra que hacen que sus personajes tengan más debilidades que los originales.

 


Pero describir la propuesta de la banda sólo por sus versiones sería, además de incompleto, injusto. La cadencia de “Loca”, tal vez su mayor éxito, tiene puntos y comparaciones con el bolero primero que nada, pero también con el flamenco y con el rock a medida que va llegando al estribillo. Sin embargo, fue “Caliéntame la sopa con un hueso” –por humor y chispa- la canción que mejor los representó de todas las que hicieron en su debut en Villa Mercedes.

 


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