Filipe Pereira, artista de la porcelana

Internado en las sierras, a muy pocos kilómetros del centro de la ciudad de San Luis, Filipe Pereira contagió su amor por la pintura sobre porcelana, una técnica que aprendió cuando era niño y de la que sabe todos sus secretos. El artista portugués llegó a la provincia invitado por Casamia Taller y congregó a un grupo de mujeres que disfrutan de ese estilo y que vinieron incluso desde fuera de la provincia para tomar clases con el artista.

Pereira volvió a Argentina tras catorce años de ausencia y San Luis fue la elegida para el reencuentro. Durante más de una década trabajó en el país, pero cuando recibió el año pasado la visita de "Pelusa" Martín en su casa, prometió venir a la provincia. “Estoy muy contento y gracias a estas chicas que están en el taller yo estoy hoy acá, en el campo, donde todo se siente fresco”, dijo Filipe en un alto del seminario que dictó en Cuchi Corral.

“Ha sido todo muy bueno, muy intenso, sin stress. Cada quien espera su turno y eso ayuda”, confió el sábado a la mañana el artista tras interrumpir la sesión de pintura de flores, la temática de ese momento. Por la tarde, trabajaron en diseño de animales. “Dentro de la pintura en porcelana, sé que mi estilo es bastante difícil porque la mayoría está acostumbrada a trabajar con diseños o a calcar, y yo pinto a mano libre. Sé que han tenido un poco de trabajo porque es bastante difícil, pero no me gusta la copia, me gusta hacer un trabajo que sea único”, acotó.

Nacido en la isla de Madeira, en el Atlántico frente a Marruecos, Filipe habla un perfecto español, porque cuando era muy chico se mudó con su familia a Venezuela donde su padre llegó por trabajo. “Nací en un paraíso y mi abuela, que vivía en el campo, tenía unas hermosas vajillas de porcelana antigua. Inclusive cuando comía apartaba la sopa para ver los diseños”, confesó entre risas sobre sus inicios.

Cuando lo mandaron a estudiar a Italia, una de sus profesoras, que pintaba porcelana, organizó un bazar de Navidad para recolectar fondos para la escuela: “Me pareció una maravilla y ahí comencé”, contó Pereira. Tras vivir un tiempo en África donde abandonó la pintura, cuando tenía doce años se trasladó a Venezuela y continuó. Cuando terminó la universidad, una carrera vinculada a la administración, optó por no ejercer y dedicarse a la porcelana.

Actualmente Pereira recorre el mundo en los doce meses y da seminarios en noventa y cuatro países. El año que viene ampliará su campo de acción a Mongolia y Madagascar, entre otros. “Espero llegar a los cien países”, dijo entusiasmado con los nuevos desafíos.

“Siempre encuentro muy buenos profesionales, en todos los lugares. En Argentina hay un grupo muy grande, hay mucha gente que pinta. La porcelana tuvo un auge muy fuerte, después en la crisis del país bajó y está comenzando a resurgir”, explicó Filipe y reconoció que hay mucho furor en los países árabes.

Una de las ventajas del arte que cultiva es que puede ser no sólo decorativo y puede estar plasmado en artículos de uso diario, como esos platos que admiraba Pereira cuando niño en la casa de su abuela. La técnica para esos casos es similar, sólo que la pieza debe ser horneada, a más temperatura, a unos ochocientos cincuenta grados.

Después del fin de semana en las sierras, Pereira reemprenderá su viaje con pinceles y colores: lo esperan Portugal, Noruega, Uruguay, París y Teherán. “Me atienden muy bien donde voy, tengo la ventaja que me adapto bien a las situaciones y siempre capto lo positivo”, dijo el artista que pasea la técnica que lo admiró tan lejos, en Madeira.