La Policía necesita un plan

Si alguien hace una denuncia a la Policía, de lo que le sucedió en su barrio y dice: “Fue fulano”, ellos dirán: “Sí, sabemos”. Es como que hubiera un grupo pequeño de mafia, un pequeño grupo organizado, donde utilizan a veces los menores, regenteados o manejados por los mayores, para que no tengan imputabilidad penal.
Si alguien saca la cuenta de cuántos de estos grupos hay, puede decir que son 10. ¿Serán otros 10 en Mercedes?, ¿serán 2 o 3 en Juana Koslay? Cuando se suman, ¿cuántos grupos son? ¿50? Si son 50, todos saben y hay 2 mil policías, ¿cómo puede suceder? ¿Cuál es el plan que tiene la Policía frente a esto? ¿Cuál es la legislación que les impide aclarar la situación de estos grupos? ¿Qué hacen todos los organismos del Estado frente a este problema? Un problema que está y que sabemos. Sabemos que son las familias A, B, C y D, que cada vez viven mejor y que se están yendo de los barrios, algunos se han ido al centro.
Sabemos quiénes son y trabajan en el robo. Empiezan como arrebatadores de carteras o motochorros, pero después empiezan a crecer y se contactan con otras cosas, para después terminar siendo una mafia.
Si ya sabemos que están ¿cómo no tiene un plan la Policía? ¿No tiene inteligencia la Policía? ¿Saben lo que es la inteligencia criminal? ¿Quiénes son los que asaltan? Se puede hacer una suerte de radiografía: ¿de dónde vienen?, ¿quiénes son los que alimentan esto?, ¿en qué lugares se producen los hechos? Hay una secuencia, salen a robar, quizás hasta en un horario determinado. ¿Cómo no va a poder hacer nada la Policía? ¿Es tan carente de inteligencia criminal para no detectar esto? ¿Es tan impotente? ¿O hay complicidad?
San Luis siempre fue un pago tranquilo y de buenos amigos, pero ya no es un pago tranquilo y tampoco de buenos amigos. No nos engañemos.
Hay que tener un plan. Hay un ministro que debe tener un plan, y también un jefe y subjefe de Policía que deben tenerlo. No son empleados públicos, son policías. Y la Policía tiene la responsabilidad de velar por los más humildes, porque todos trabajen, porque todo funcione, que no haya quien cometa ilícitos, para que la sociedad funcione bien. La familia de los trabajadores no puede salir sin que le rompan el auto, con lo que cuesta llegar a tener uno. No puede suceder que un chico que está borracho o sin control tire una piedra, rompa y robe.
No roban cualquier cosa. Roban cosas determinadas que van a un reducidor. Y el reducidor después las vende en San Luis. Cualquier ciudadano sabe que si le roban algo, puede hacer una pequeña averiguación, llamar por teléfono al mismo que se lo robó y se lo venderá. Ya está todo organizado. No creo que la Policía no sepa esto, creo que es otra cosa. Se confunde de funciones, roles, no los cumple correctamente y además está sospechada de que tiene que ver en esto. Si no, no se puede entender que en una provincia con 400 mil habitantes pasen estas cosas, donde todos nos conocemos. Es dolorosísimo que nos hagan este verso, esta cultura nueva de que “todos sabemos, dejamos que pase y no pasa nada”.
Tenemos que ser todos conscientes, el vecino, el trabajador, el docente, la Policía, los funcionarios públicos, los municipios. Son muchos factores. Basta reunirse una vez, poner un plan al medio y el problema se soluciona. Con todos los valores que tiene que tener un plan, de respeto a los derechos humanos, también es muy importante respetar el derecho humano de las víctimas.
Los funcionarios y el Gobierno de San Luis, los gobiernos municipales, tienen que tomar una primera decisión. Decimos que somos otro país. ¿Qué quiere decir esto? Que somos una contracultura, no somos la marginalidad de la Argentina. Argentina tiene una cultura que está basada en el capitalismo de amigos, corrupción, economía pública y privada, la falta de trabajo, el desempleo, la cultura de no trabajar, la avivada, la burocracia, el amiguismo, la falta de respeto a las instituciones, la falta de república. Todo esto hace a la cultura nacional. Y esa es la Nación que tenemos. En San Luis hemos creado una contracultura: queremos una economía competitiva, que no haya amiguismo, que no haya corrupción, que haya transparencia.
Cuando un funcionario, del gobernador para abajo, o un intendente, debe tomar una decisión, tiene que pensar si le gusta la Argentina y no le gusta San Luis. O si le gusta San Luis como es y le molesta que la Argentina no la comprenda. Ésa es la primera decisión, porque si está al medio, no le saldrán las cosas. Si quiere que San Luis sea como la Argentina, lo tirará abajo. Si entiende lo que es San Luis, gobernará distinto.
Lo mismo es con la Policía. Está contaminada. Hay que ver lo que hizo Gendarmería con un chico de San Luis, la familia dice que lo asesinaron. ¿Queremos que sea igual la Policía de San Luis, quiere ser igual a los otros? Yo no quiero que sea así. Ésta es la decisión que tienen que tomar los gobiernos, los empresarios y la comunidad de San Luis: cómo quieren que sea San Luis. ¿Quieren que sea como la Argentina? ¿Con deuda? ¿Que esté inmovilizada? ¿Contaminada? ¿Y que no tenga futuro? Esto es lo que nos pasa.
El humor del Gobierno y la política dependen de la Selección Argentina. Si gana tenemos buen humor y si no gana, no. Estamos mal y en San Luis, que podemos no entrar en esta variante, lamentablemente estamos entrando y es tristísimo.
Cada vez que hay algún asalto o algún problema de inseguridad con las familias de San Luis, me duele enormemente y me parece que se puede prevenir, intentar ser mejores y evitar este camino de mediocridad.