SAN LUIS - Viernes 03 de Mayo de 2024

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Bairoletto y Telma, una leyenda

Por redacción
| 30 de mayo de 2014

Hace unos días, el 23 de mayo, falleció en Mendoza una mujer de 101 años. Su nombre era Telma Ceballos. Había nacido en San Luis, en el sur puntano, cerca de Fortín el Patria. Vivía con su papá, diez hermanos y su mamá de apellido Vílchez. Cuando su padre murió se fue con su mamá a vivir al sur mendocino. Allí, su madre formó pareja con Gerónimo Altamirano.
El padrastro tenía un amigo de unos 40 años, que iba de vez en cuando a visitarlos. Ese amigo miraba a Telma, que por entonces tenía 25 años, pero el padrastro se oponía, no lo dejaba acercarse. Un día, el amor pudo más, se le acercó el amigo en el caballo y le dijo: “Vamos Telma”. Ella subió al caballo y se fueron. Formaron una pareja que tuvo dos hijas, a quienes criaron con muchísimo amor, en el sur de Mendoza.
Este amigo de Gerónimo Altamirano, y esposo de Telma Ceballos, era don Juan Bautista Bairoletto. La propia Telma dijo que así se escribía su nombre.
Bairoletto es una leyenda en el centro del país, en Mendoza, en San Juan, en La Pampa y en San Luis, donde es reconocido como el “Robin Hood de las pampas”. Algunos, como León Gieco, le llamaron bandido rural, aunque yo prefiero decirle “Robin Hood de las pampas”.
Sobre Bairoletto se han tejido leyendas que son casi mitos. Dijo Telma en un reportaje: “Mi padrastro no me dejaba hablar con él, tampoco nos decía quién era Bairoletto, nunca supimos hasta mucho después, porque era el modo de protegerlo de la Policía. Pero él ya me había mirado, y a mí me gustaba también. Así que un día nos escapamos en caballo, él me dijo: ‘¿Vamos?’, y yo le dije vamos”.
Se ocultaron durante unos cuatro años, una vez asentados abandonaron la vida nómade y pensaron que todo saldría bien. Hasta que en 1941 lo encontró la Policía que, según el relato de Telma, no fue quien lo mató. Bairoletto, para proteger a su familia, cuando se dio cuenta que estaba rodeado y lo matarían, quiso evitar que tocaran a los suyos. Los metió en una pieza y les dijo que se quedaran quietos mientras él salía. Se ubicó a la orilla de la casa, se dio a conocer para convertirse en el centro de atención y cuando salió corriendo, mientras la Policía le disparaba, él se suicidó, protegiendo a su familia.
Así fue la vida de Bairoletto, legendaria. Murió defendiendo a su familia.
Después del ’41, Telma dejó de visitar a sus amigos y todo lo que la vinculara a Bairoletto, para proteger a sus hijas y a sus nietos después. Nunca hablaba del tema y trataba de que no la vincularan. Con muchísimo sacrificio, la esposa de Bairoletto, fue una excelentísima madre, buena abuela, persona excelente. Le rendía culto y un amor inmenso a su marido, porque reconocía que fueron muy felices, que ella lo quiso mucho y él a ella.
Contaba escenas familiares de muchísima ternura, como que Bairoletto peinaba a su hija, la acariciaba, le daba la leche de cabra -que él mismo iba a buscar-, cosas de buen padre y de mucha ternura. Ella así llevó a su familia, todos reconocidos, trabajadores, inteligentes, muy ligados a la sociedad.
Alguna vez estuve en Mendoza y me entrevisté con Telma, que hablaba con muchísima ternura de Juan Bautista y contaba historias bonitas, tiernas, emocionantes. Contó que una vez, cuando estaban asentados cerca de General Alvear, los llevaban en un carro por el medio del campo. Bairoletto iba sentado en el pescante, junto al dueño que los trasladaba, mientras ella iba sentada detrás, abrazada con las nenas. Durante la travesía apareció de golpe un paisano muy asustado que les dijo: “¡Tengan cuidado porque anda Bairoletto!”. Y ella, ante el miedo del paisano, abrazó a sus hijas para protegerlas de un supuesto bandido que andaba suelto, que era su propio marido y se hacía el distraído.
Una gran mujer fue Telma Ceballos, una puntana del sur, esposa, amante, divina mujer de Juan Bautista Bairoletto. Un hombre que buscaba la justicia a su manera y que cometía, tal vez para la ley injusta, actos criminales y robos. Era muy amigo de los paisanos y los frutos de sus robos los compartía con los paisanos, sus amigos. A él le interesaba encontrar la felicidad con su familia.
Bairoletto nació en Cañada de Gómez, Santa Fe el 11 de noviembre de 1894 y murió cerca de General Alvear en Mendoza, el 14 de setiembre de 1941, en un enfrentamiento con la policía. Vivió apenas 46 años. Se dedicó a la vida rural, era hijo de inmigrantes italianos.
La leyenda cuenta que en la pampa argentina, donde trabajaba vendiendo cereales, Bairoletto terminó en la pulpería de un pueblo. Dicen que había allí unas chicas y con alguna intentó un romance, algunos dicen que era una prostituta. El comisario y sus amigos vieron al joven, rubio, medio gringo y no les gustó que el extraño tocara o mirara a las chicas del lugar. Dicen que estos hombres tuvieron una actitud agresiva, de maltrato y hasta intentaron desnudarlo para burlarse. Dicen que Bairoletto en ese momento se fue. Pero este acto quedó grabado en su memoria y le dio mucha bronca. Volvió un tiempo después, los encontró en el mismo lugar, se presentó con un arma y mató al comisario y a algún otro que lo había maltratado. En el acto este hecho lo colocó en la marginalidad.
Al pasar a la marginalidad, Bairoletto no tuvo otra opción que dedicarse a cometer actos que la ley en ese momento consideraba ilícitos.
Ahí comenzó la leyenda, de apariciones y desapariciones, que dice que él no asaltaba en La Pampa, ni en San Luis, ni en San Juan, ni en Mendoza, sino que iba a otros lugares. Lo vincularon con otros personajes de leyenda de esa época y con algún grupo anarquista, contestatario, que protestaba contra las injusticias. Se lo vincula también a la vida política de la época.
Han quedado muchas leyendas, de tradición oral. Dicen que iba a robar parando en la casa de distintos amigos que lo protegían, y sabían lo que hacía. Él les preguntaba: “¿Qué querés que te traiga?”, como si se fuera a un viaje. Y cuando volvía, les traía alpargatas, vino, herramientas, como regalo. Esto lo convirtió en un “Robin Hood de las pampas”.
Mi madre me contó que un primo suyo, viajando a San Juan en los años ‘30, en una zona casi desértica, el auto se descompuso y quedaron ahí, en el medio del sol, sin saber qué hacer.  Hasta que apareció un gaucho, les preguntó qué les había pasado y les recomendó que no intentaran ir con el sol tan fuerte a buscar ayuda, porque tenían que caminar unos 30 kilómetros. El gaucho les recomendó que se quedaran en la sombra hasta que cayera el sol, caminaran un par de horas hasta llegar a un lucerío donde les darían auxilio para el auto. La familia agradeció al gaucho que se volvió, les dejó una cantimplora, pan, queso y se fue. Al partir, le preguntaron el nombre: “Juan Bautista Bairoletto”, les dijo.
Fue leyenda este “Robin Hood de las pampas”. Fue una gran mujer Telma Ceballos, la esposa de Juan Bautista Bairoletto, madre, esposa maravillosa, abuela excepcional.
Historia de nuestro San Luis.

 


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