Una multitud colmó las calles de Villa de la Quebrada y mostró su fe

Salmos y cumbias, rezos en susurros y vocinglerías de venta callejera, Vox Dei y Los Playeros, católicos y paganos. Todo en un mismo envase ofrece la festividad más popular de San Luis, la del Cristo de la Quebrada, que cada comienzo de mayo sacude hasta las entrañas a un pueblo que no pierde oportunidad de demostrar su fe, pero que a la vez se entrega a esa feria persa en la que se puede conseguir desde un chori para comer con piernas abiertas hasta un celular de última generación liberado y listo para mandar un Whatsapp.

La calle Sarmiento rebalsa de gente que va y viene mirando lo que ofrecen los puestitos.

El Día del Trabajador fue uno bien peronista, según la particular óptica que tenía el inigualable Luis Elías Sojit ante cada jornada soleada. El tiempo acompañó y la gente colmó Villa de la Quebrada como hace siempre, abalanzádose sobre los puestos de lona para consumir lo que sea, sentándose en las paredes bajitas de la plaza para hacer un alto y comer o bien adentro del templo, que vio pasar uno tras otro a los fieles que se sientan a escuchar misa y pasan de a uno por detrás del altar para tocar la imagen del Cristo, agradecerle algún favorcito o pedir otro para lo que resta del año.

El ritual se repetirá una y otra vez porque esa figura pequeña que fue hallada en el tronco de un árbol tiene un magnetismo especial, difícil de explicar, pero que exalta pasiones y milagros de una feligresía que no sólo llega de los distintos puntos de San Luis, sino también de Mendoza, San Juan, Córdoba y otras provincias que no son limítrofes como Santiago del Estero, Santa Fe y hasta la cosmopolita Buenos Aires.

La Villa, como siempre, los alberga a todos como puede. Desde un par de kilómetros antes de la entrada comienzan a divisarse las carpas y las casas rodantes. Los dueños de terrenitos hacen su agosto en mayo y el humo de los choripanes, que ya se divisa a la salida de La Punta, en la primera de las bajadas que ofrece la autopista 25 de Mayo, invita a pecar desde temprano, aunque pareciera más lógico un café y un churro.

El ingreso tradicional, por calle Sarmiento, rebalsa de gente que va y viene mirando los puestitos. Hay de todos los niveles y para todos los gustos. El primero es uno de productos de campo de una empresa riocuartense, que impacta por el nivel de organización y los productos. Parece un local de un shopping trasladado a la feria. En general, todos los que ofrecen estas prendas y artículos de cuero están más para una sociedad rural que para este ambiente tipo Mercado Central. Son excepciones, la mayoría se compone de cuatro palos que sostienen una lona y un par de estantes, o el piso mismo, para sostener la mercadería.

La gente camina más de lo que compra, se nota porque pocos llevan bolsas en la mano. Como siempre, los que más venden son los de comidas. Los restoranes están completos pasado el mediodía y los que tienen sándwiches al paso tienen su fila bien ordenada. El día no ayuda a los que tienen los buzos colgados, aunque más de uno se tienta con una camiseta algo transparente de Messi, Pipita Higuaín y hasta el alemán Lewandoski. En Dortmund no debe haber un hincha que imagine este aquelarre en el que están sumergidos sus colores amarillo y negro.

El espíritu religioso recién comienza a palparse a unos 100 metros de la plaza principal y la parroquia del Señor de la Quebrada.

En ese sector proliferan los puestos de venta de artículos religiosos y las santerías. El Diario pudo averiguar que hay cierto malestar entre los sacerdotes porque no se cumple una ordenanza que prohíbe la venta callejera a menos de 200 metros del templo.

Agentes municipales y de Seguridad Comunitaria hablan en buenos términos con los que están en la esquina de Tomás Alcaraz y Sarmiento, a media cuadra de la entrada a la parroquia, para que se retiren unos metros y no pongan música fuerte. Es difícil la misión porque los feriantes aseguran que ellos pagaron por el espacio, por lo que habrá que preverlo mejor para la próxima. Al menos las cuatro cuadras que circundan la plaza no tienen venta en las veredas, aunque sí dentro de locales improvisados que no siempre guardan el decoro que requiere una festividad religiosa.

En cambio está muy linda la calle Nueve de Julio con su bulevar estrenado el año pasado. Por allí se puede caminar con mucha más soltura y este año está el atractivo del río, que baja con buen caudal debido a las lluvias estivales. Claro, los que están en los campings de la otra orilla y no tienen auto deben descalzarse y mojarse los pies para cruzar, a menos que elijan el puente peatonal, siempre esquivo a las pasiones puntanas.

Los primeros números apuntan a un fin de semana récord en materia de visitantes. Ya a las 8 de la mañana de ayer habían ingresado 22.644 personas caminando y 14.186 en 2.586 autos, según el puesto de control de la entrada al pueblo. El recuento de las 16, informado por la comisaría de Villa de la Quebrada ya andaba por las 73 mil personas en total, con mayor preeminencia de vehículos, aunque el retorno por la autopista todavía permitía encontrar de frente fieles que iban a pie.

El gobierno provincial aportó su presencia con algunos programas bien conocidos por la gente. Está instalada la carpa de Prevención Vial del Ministerio de Seguridad, el móvil de Dosep, otra carpa para donantes voluntarios de sangre y el camión sanitario, más algunas ambulancias para atender casos menores. "En cinco horas pasaron 28 personas, la mayoría con la presión baja o muy alta, afectados por la caminata o la subida al Vía Crucis. Si tienen medicación, les aconsejamos que la tomen o bien le damos algo para estabilizarlos. Un solo caso tuvimos que derivar, el de un nene que se golpeó y sufrió un traumatismo de cráneo", informó la doctora Eva Pérez, a cargo de una de las postas del Ministerio de Salud.

La salida, como la entrada, es con una radio en vivo y al mango. El Cristo parece feliz, será que su magnetismo sigue intacto.