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“La siembra tardía es una tendencia”

Por redacción
| 23 de noviembre de 2014

El maíz es el segundo cultivo en importancia en la Región Pampeana. En la campaña 2013/14 ocupó una superficie de 4,3 millones de hectáreas y se espera una cosecha de alrededor de 23,9 millones de toneladas, según la Bolsa de Comercio de Rosario. Por eso resultaba importante la disertación que anunció la empresa Bioendesa, quien trajo a un especialista en fertilización, el ingeniero agrónomo Gustavo Ferraris, del INTA Pergamino.
Ferraris llegó a San Luis para hablar ante productores y empresarios del agro sobre “Fertilización nitrogenada de maíz. Diagnóstico, fuentes y tecnología de aplicación”. Unas cuarenta personas se acercaron a uno de los galpones que tiene la empresa que comanda Carlos Carletti, con sede en el ingreso a Juana Koslay, donde comienza la autopista Los Puquios. Allí, ayudado por unas imágenes en Power Point, este magister en Ciencias del Suelo habló durante un par de horas de las fechas de siembra, la nutrición de los campos, los distintos fertilizantes y los cuidados que hay que tener en cuenta para lograr mejores rindes de maíz y, en general, en toda rotación de cultivos.

 

Punto de quiebre ¿Tarde o temprano? Por debajo de los 9.500 kilos por hectárea, el 85% de los casos rindió más con la siembra tardía. Con siembras tempranas, el rendimiento se acercó a los 6.500 kilos.


Un calor histórico
“El ambiente productivo de la Región Pampeana sufrió cambios en los últimos años. En 2013 hubo una ola de calor de 16 días seguidos con más de 36 grados, cuyo antecedente hay que buscarlo en 1971, cuando se registraron 11 consecutivos. Y en febrero de este año llegaron las precipitaciones excesivas, con más de 400 milímetros en un fin de semana en algunas zonas”, planteó Ferraris para explicar el por qué a veces es conveniente trasladar la siembra de maíz de su fecha habitual entre setiembre y octubre a comienzos de diciembre. “Es una tendencia creciente”, aseguró, tras aceptar que la soja “gana 12 a 1 en el norte de la provincia de Buenos Aires”.

La Región Pampeana tiene suelos profundos y ricos en materia orgánica y nutrientes, un clima predecible con precipitaciones que van de 600 a 1.000 milímetros, recibe multiplicidad de cultivos y hay detalles que la hacen muy competitiva, sobre todo porque la zona productiva está cerca de los puertos de comercialización, lo que permite bajar costos. Con todas estas ventajas, el especialista detalló los elementos para decidir la fecha de siembra del maíz. “El punto de quiebre son los 9.500 kilos por hectárea, por debajo de ese rinde en maíz temprano el 85% de los casos rindió más con la siembra tardía”, dijo. Y puso ejemplos del período 2010/14: “Con siembras tempranas el rendimiento se acercó a los 6.500 kilos con un coeficiente de variación del 49%, mientras que con la tardía fue de 10.400 kilos y el 12%. Diciembre tiene un potencial productivo menor, pero más regularidad”.

 


Preferencia por la siembra tardía
Según los cálculos del INTA para la zona, en la campaña pasada el 70% de los productores optaron por la siembra tardía, un número que se redujo al 60% en la actual, pero hay una explicación, al ser un Año Niño (más húmedo) se favorece la siembra temprana. La fecha tardía tiene un rol importante en zonas con riesgo de exceso, especialmente en los suelos más arcillosos del este. Cuando las napas freáticas están cercanas, el maíz tardío se convierte en una alternativa que consume el agua y puede esperar a cosecha.
Siempre aplicando el estudio a la Región Pampeana, ofreció un estimativo de la cantidad de nutrientes que se requieren por tonelada de maíz. Un cuadro mostró que son 23 kilos de nitrógeno, 2,9 de azufre y 3,3 de fósforo. “Del azufre, dos tercios vuelven al suelo, pero del fósforo el 85% se va con las plantas”, explicó Ferraris.
En el caso del nitrógeno la fertilización va a depender del potencial del cultivo, que recomendó “definir antes de la siembra”. “Unos 100 kilos son buena cantidad para 7.000 kilos de maíz por hectárea, subiremos a 120 kilos para 9.000 si el año viene con buena humedad y a 170 kilos del fertilizante para un rinde de 12.000 kilos por hectárea si el ambiente tiene riego”, estimó.
El rendimiento siempre irá de la mano del año climático. “La campaña 2012/13 fue un año húmedo, con mejor respuesta a la fertilización, siempre dependiendo de cuestiones tecnológicas que ayudarán a acertar el momento de la aplicación. Pero la actual está resultando seca, por eso tenemos que tener en cuenta que un aumento de la cantidad de nitrógeno no necesariamente traerá mejores rendimientos”, ejemplificó. Para ampliar el concepto mostró un estudio realizado en campos de Junín en 2012, donde en un buen ambiente hubo más respuesta al nitrógeno cuando se aumentó la densidad.
Específicamente sobre San Luis, que tiene suelos más arenosos y secos hacia el sur y una mayor oferta de nitrógeno por mineralización en el centro, dijo que “el nitrógeno está sujeto al ambiente edáfico, pero también a la relación de precios entre el grano, el fertilizante y el tipo de maíz”. Su consejo fue “dejar de mirar el suelo y empezar a mirar el cultivo”.
En un estudio que exhibió el especialista sobre una franja de referencia captada por una toma fotográfica aérea, mostró que había sectores más verdes. Son los que “necesitan menos nitrógeno”. En esa línea recomendó el uso de sensores de mano en la barra pulverizadora para encontrar los sectores que necesitan refertilización.
Ante la pregunta sobre si cambia la fertilización entre una siembra temprana y otra tardía, mostró un cuadro con incidencias en el rendimiento de los distintos factores. El agua mantenía la misma (22%) en ambos al igual que las malezas (9%), la genética cobra más importancia en la tardía (20 a 12) y lo mismo pasa con la sanidad (15 a 9). La fertilización, en cambio, influye más en la temprana (20 a 15), lo mismo que la densidad (15 a 12) y la rotación (13 a 7). “Las siembras tempranas tienen más potencial productivo, pero también más exigencia de fertilización, en tanto que las tardías rinden más sin fertilizar tanto porque hay más nitrógeno en el suelo, claro que esto no se cumple si hubo un antecesor invernal, como una gramínea o un cultivo de cobertura previo, que consume nitrógeno”, advirtió.
En otro tramo de la charla se refirió a las vías de pérdida más importante que tiene el cultivo de maíz. Una es la lixiviación y otra la volatilización. “La aplicación temprana de nitrógeno aumenta el riesgo de lixiviación, que es el lavado del suelo. Un porcentaje importante de ese fertilizante se halló a más de 60 centímetros del suelo, por lo que no lo toman las raíces. Por eso en suelos arenosos como los de San Luis recomiendo repartir la aplicación durante el proceso”, dijo.
En cuanto a la volatilización, que afecta al maíz pero también de manera particular al sorgo, explicó que es “la descomposición de la urea, que toma un estado gaseoso”. Es un proceso claramente dependiente de la temperatura: “A más calor, más pérdida. En San Luis es un riesgo importante, hay que usar inhibidores líquidos como el UAN (es una solución de urea y nitrato de amonio en agua)”. Ferraris no recomienda la aplicación al voleo, porque “produce más pérdidas que las aplicaciones en el suelo”.
Para el especialista, “es mejor diferenciar la fertilización según el sitio específico”. Y puso el ejemplo de una loma arenosa y un bajo profundo, realidades que pueden darse en un mismo campo. “En un año húmedo tendremos mejor respuesta en la loma, en cambio en un año seco es mejor fertilizar un bajo profundo”, explicó con fotos que apoyaron su teoría.
También se refirió a los complementos del nitrógeno a la hora de fertilizar. “El más importante es el fósforo, que se debe manejar a largo plazo porque la planta toma sólo el 20 o el 30% en el primer año. Pero atención, el resto no se pierde, se puede usar en otros cultivos de la rotación. El fósforo es presente y futuro en la rentabilidad de la fertilización, por supuesto que rinde más cuando el campo es propio que alquilado, tiene más peso en la planificación a largo plazo”. Ferraris consideró vital conocer el nivel de fósforo del suelo. “A más fósforo, menos fertilización para conseguir mejores rindes”, aseguró. Y cerró con unas fotos en las que mostró que cuando la planta muestra tonalidades violáceas es que falta este fertilizante.
Otros elementos esenciales son el azufre y el zinc. “Si faltan, aparecen la clorosis y la necrosis”, dijo. Al azufre, que amarilla los cultivos pero sólo en hojas superiores, lo emparentó con el nitrógeno. Y también se refirió a las deficiencias de potasio que suelen afectar los cultivos: “El primer síntoma es la debilidad y luego la rápida mortalidad de las hojas”, dijo. Advirtió que tres cuartas partes de potasio vuelven al suelo cuando se siembra maíz o trigo, pero en las zonas ganaderas de San Luis eso no sucede.
En el tramo final, se refirió a una cuestión monetaria que preocupa al campo en general, porque aseguró que a nivel país “estamos subfertilizando”. De las cinco millones de toneladas que habría que usar, se están colocando en el suelo sólo 3,5 millones. “¿Quién pone el dinero?”, se preguntó Ferraris. “El dueño de la tierra y el Estado son renuentes a invertir en fertilización y quien alquila un campo no puede hacerlo solo”, reconoció. El problema no es tan grave con el nitrógeno, que se mantiene estable en un millón de toneladas, por lo que no cae tanto el rendimiento, aunque es una mirada a corto plazo que perjudica al suelo. El drama es la falta de fósforo: “Allí la caída es grande, pero el productor tira para adelante porque tiene menos incidencia inmediata”, cerró.

 


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