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Luis es cardiólogo y entrega su corazón en las pistas de patinaje

Nació en Fiambalá, tiene 34 años y empezó a patinar a los 19. Actualmente, trabaja en el Instituto Cardiovascular del Sanatorio Rivadavia. Allí es el flamante jefe de la Terapia Intensiva.

Por María José Rodríguez
| 07 de septiembre de 2024
Con el alma. Luis eligió San Luis para vivir y aunque aún sufre el desarraigo, la provincia le posibilita desarrollarse.

Dicen que “el amor mueve montañas” y Luis Alfredo Luna, patinador y cardiólogo, hizo hasta lo imposible para cumplir sus sueños: recibirse de médico y hacer patinaje. Sus orígenes son humildes, nació en Fiambalá, un pueblito turístico de Catamarca. Tiene 34 años y se desempeña en el Instituto Cardiovascular del Sanatorio Rivadavia para que otros corazones sigan latiendo.

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Dicen que “el amor mueve montañas” y Luis Alfredo Luna, patinador y cardiólogo, hizo hasta lo imposible para cumplir sus sueños: recibirse de médico y hacer patinaje. Sus orígenes son humildes, nació en Fiambalá, un pueblito turístico de Catamarca. Tiene 34 años y se desempeña en el Instituto Cardiovascular del Sanatorio Rivadavia para que otros corazones sigan latiendo.

 

“Me vine a vivir a San Luis en 2017, un año después de haberme recibido de médico en la Universidad Pública de La Rioja. Viajaba de manera intermitente a San Luis y en un momento se me hizo imposible seguir yendo y viniendo, así que me mudé y en 2020 empecé a trabajar en el Instituto Cardiovascular del Sanatorio Rivadavia, donde empecé la residencia en cardiología y terminé el año pasado. Sigo en el Instituto Cardiovascular, atiendo en consultorios y soy el jefe de la Terapia Intensiva”, dijo brevemente sobre su curriculum profesional.

 

Y sobre lo artístico también contó sus inicios: “Tenía 19 años cuando estudiaba en la universidad, durante el segundo año de la carrera. Y aunque siempre hice miles de actividades, mi pasión es el patinaje”. Luis reconoció que es hiperactivo y su energía positiva es el timón que lo conduce por la vida. 

 

“Soy el más chico de cuatro hermanos. Mi mamá, quien se llama Yolanda, me mandaba siempre a hacer algo. Desde los cuatro años hasta los 18 hice tango y folclore. A los 11 años, más o menos, sumamos los deportes: hice fútbol, básquet, vóley, atletismo y taekwondo. Recuerdo que estaba todo el día en la calle. Mi vida ha sido así desde que tengo uso de razón”, afirmó entre risas. 

 

 

A pleno. A Luis Alfredo le gusta viajar por el país para participar en torneos, pero divide su tiempo porque disfruta de atender a sus pacientes.

 

 

En ese torbellino de cosas que hizo también estudió inglés. “Iba a una escuela rural, ahí teníamos a un profe extranjero, nos daba un inglés más orientado a conversación. Así que aprendí prácticamente solo, porque el idioma me gusta mucho”, afirmó.

 

Luis contó que desde chico le gustó mirar patín sobre hielo en torneos que transmiten por televisión. “Pensaba en lo difícil que debe ser. En 2018, en folclore, conocí a dos chicas que patinaban en alto rendimiento en La Rioja. Una de ellas me dijo que mi cuerpo es ideal para ser compañero de patín, es decir, para patinar en pareja. Empecé a practicar y me resultaba fácil aprender. En un año los profesores me hicieron subir entre 4 y 5 categorías. Esto implicaba sostener una disciplina bastante rígida en los entrenamientos y en la dieta. Generalmente, quienes practican patinaje desde chiquititos tienen una mayor facilidad para hacerlo”, dijo.

 

De carácter autoexigente y competitivo por naturaleza, logró en tres años lo que la mayoría alcanza en diez. “Para mí era bueno. Lo que pasa es que cuando patinaba era estudiante, tenía unos patines hiperbásicos que tal vez son hoy el resultado de mis lesiones crónicas. Aun así, en La Rioja conseguí un buen nivel. Empecé a patinar a fines del 19, en el club municipal Dirección de Actividades Recreativas y Deportivas (DARD). La profe Jimena Dávila sabía que yo era estudiante, que no tenía un mango, pero aun así apostó por mí”, expresó agradecido.

 

Al patinador tampoco le importaba caminar alrededor de siete kilómetros diarios, con 8 kilos encima, que era lo que pesaban sus patines. Iba a la universidad y después a entrenar. Sus días transcurrían entre ambas actividades. “Siento que todo valía la pena absolutamente”, manifestó y añadió que siempre que algo le gustó, de alguna manera se las arreglaba para poder llevarlo a cabo. "En 2013 fue mi punto máximo competitivo en La Rioja. Me llevaron a un nacional por primera vez. En las categorías de varones siempre somos poquitos y en ese momento éramos 10. Quedé cuarto y eso me envalentonó, me dio fuerza, era muy feliz, ya que me convertí en un patinador profesional”.

 

Entre las exigencias de ambos mundos, Luis contó que empezó a restarle tiempo al estudio. “Las profes necesitaban que invirtiera más tiempo en el patín; lo intenté y empecé a descuidar los estudios. En eso, mi papá, Antonio, enfermó. Esto hizo que definitivamente dejara de patinar, porque necesitaba recibirme. Él me mantenía en los estudios, sufrió un problema vascular que hizo que se le destruyeran las arterias. Ahora es diabético e hipertenso, casi pierde una pierna y su vida corría riesgo en la operación. Lo único que me importaba era que él estuviera bien y pudiera ver a su hijo recibido lo antes posible”, aseguró Luis.

 

El cardiólogo dijo que en esa etapa estaba terminando de cursar, pero que aún debía 16 materias: “Las saqué en 6 meses; lo único que hice fue estudiar.

 

En 2015, terminé las prácticas pensando que iba a ser obstetra, estaba casi convencido. Un día me tocó hacer la recuperación de un paciente en terapia intensiva y entendí que tal vez ese era mi lugar”, recordó.

 

Finalmente, Luis se recibió el 12 de agosto de 2016. Junto a su mamá, decidió quedarse con ellos un par de meses para descansar. “Había empezado a trabajar en San Luis antes de terminar mis estudios de cardiología y daba clases de patín en mi pueblito; tenía mi propio club. Así pude seguir en el ámbito del patín, pero desde afuera de la pista con los alumnos. Iba a San Luis y volvía a mi provincia”, contó y añadió que llevó este ritmo desde 2015 hasta fines de 2017.

 

“Decidí mudarme definitivamente a San Luis en noviembre. Busqué un club de patín para retomar la actividad. Recuerdo que fueron 16-17 meses de no hacer actividad física, solo viajaba, hacía guardias, llegaba a mi casa, dormía y comía. Aumenté 12 kilos, tenía demasiada ansiedad y me di cuenta de que no era tan feliz”, reconoció.

 

 

Hice tango y folclore hasta los 18 años. Después jugué al fútbol, al básquet, al vóley, hice atletismo y taekwondo”, dijo Luis Alfredo Luna, médico cardiólogo y patinador profesional.

 

 

Luis aseguró que su contextura lo favorece para desempeñarse como patinador de parejas y no para competir en la modalidad individual. “Actualmente, estoy mucho mejor entrenado, en todos los aspectos. Pero la edad suma mucho. Cuando decidí volver a patinar acá en San Luis, quería hacerlo como si nunca hubiera dejado. Me costó, pero tuve que hacerlo, ya que amo patinar; empecé de nuevo en 2018”, indicó. 

 

Instalado en la provincia, Luis tuvo sus primeros entrenamientos en la Unión Patinadores de San Luis (Upsal): “Ahí daba clases el único profe que yo conocía dentro del circuito nacional de entrenadores, un profe muy bueno. Empezamos con objetivos altísimos, como si nunca hubiera dejado de entrenar, y el cuerpo me pasó factura. Tenía ciertas lesiones latentes y tal vez en 7 meses las empeoré casi a su grado máximo, porque esto requirió que me reconstruyera físicamente, que volviera al gimnasio, a hacer dieta, a hacer todo y, además, entrenar. En ese momento podía porque solamente estaba cubriendo las guardias”, contó. 

 

Para continuar con la cronología de su vida, Luis recordó que antes de que se declarara la pandemia había decidido volver a sus pagos. “No aguantaba mucho, estaba extrañando demasiado, era volver a Catamarca o quedarme a hacer la especialización. Y me quedé a estudiar”, afirmó, pero reconociendo que todavía le cuesta mucho el desarraigo. 

 

“Sentí que la pandemia fue un punto de quiebre, fue la excusa para decir: 'Como no me puedo ir, me encierro a estudiar la especialización'. Me afectó muchísimo la pandemia como profesional, como humano, en todos los aspectos. Aunque de alguna manera me ayudó a reorganizar mi vida. Aprendí a optimizar mis tiempos, a entrenar bien, a comer adecuadamente, a intentar dormir bien con todo lo que implicaba ser médico residente. Tenía 50 mil guardias a la semana, pero sabía que no podía dejar de patinar”, explicó.

 

Si hay algo que se destaca en Luis es la constancia y la decisión de superarse. “Cuando decidí patinar, sentí que tenía que hacerlo por mí. Primero, por entrenar y hacer una actividad que me gusta. Los primeros intentos fueron durísimos porque con 30 años me pesaba el miedo a la vergüenza, la exposición, los nervios. Me fui dando cuenta con el tiempo de que era demasiado autocrítico, casi autodestructivo. Después de la pandemia, tuve el primer gran torneo en San Juan y quedé tercero”, recordó. 

 

Por estos días, Luis continúa sobre ruedas, entrena en el club de patinaje artístico Saiani, ubicado en calle Riobamba. Sus profes son Glenda y Florencia Guzmán.

 

El fin de semana pasado, junto a todos sus compañeros y compañeras, y sus profes, participó en el tercer torneo provincial en las categorías A, B, de la Copa “González Molina”, organizada por la Federación Sanluiseña de Patinaje. La actividad se desarrolló en el Palacio de los Deportes de Villa Mercedes. 
“Gracias a mis profes reencontré el amor a entrenar. Ellas confían en mí más que yo. Siento que si me va mal, es solo una experiencia más. No cambia nada de lo que yo pueda hacer en mi club. Este año empezó complicado para mí físicamente, por mis lesiones. Había decidido no patinar más. Pero le buscamos la vuelta, por eso es que estoy muy feliz donde estoy”, expresó.

 

El cardiólogo explicó que el patinaje le ayudó a construir su amor propio, a fortalecer su disciplina y el esfuerzo. “Esto también lo pude llevar a mi profesión, porque implicaba, desde otro aspecto, el mismo grado de responsabilidad, de empatía, de exigencia, y todo el tiempo. Yo digo que de alguna manera mis dos pasiones no son tan distintas, a pesar de que sean totalmente diferentes, porque ambas requieren de mi compromiso al 100%”, afirmó el médico. Y continuó: “La decisión de estudiar Medicina surgió por una necesidad que tenía y tengo de ayudar a las personas. Actualmente siempre le digo a todo el mundo que mi sueño era ser médico. Después, lo que sigue era como parte de mi plan de vida y ser cardiólogo hoy para mí ha sido más que un sueño, un objetivo, una meta más cumplida”.

 

 

Cuando mi papá enfermó, me di cuenta de que debía apurarme en recibirme y rendí 16 materias en 6 meses”, contó Luna.

 

 

Con 34 años, Luis logró una carrera que ama, un deporte en el que se desarrolla plenamente. No todo termina acá, porque, además, el médico y patinador sueña con tener su propia familia. 

 

“Ojalá esto se perpetúe solo para tener la posibilidad de disfrutarlo con mis seres queridos. Me siento muy bien y estoy muy agradecido a todo y a todos por el tipo de vida que llevo, por los logros que obtuve, por la familia que tengo, por los amigos y la gente que me rodea. Es importante entender, cuando uno es joven, que realmente quien sueña nunca deja de luchar”, concluyó.

 

Dicen que “el amor mueve montañas” y Luis Alfredo Luna, patinador y cardiólogo, hizo hasta lo imposible para cumplir sus sueños: recibirse de médico y hacer patinaje. Sus orígenes son humildes, nació en Fiambalá, un pueblito turístico de Catamarca. Tiene 34 años y se desempeña en el Instituto Cardiovascular del Sanatorio Rivadavia para que otros corazones sigan latiendo.

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