Fontanarrosa: Un cronista de fútbol que habla y ríe de todo

iempre es una buena noticia que aparezcan de algún lugar del infinito nuevas obras de autores fallecidos. Porque quedaron guardadas en algún arcón que nadie abrió, por mera casualidad, porque sus herederos por fin decidieron a sacar a la luz aquello que el artista consideraba todavía no apto para la publicación o por algún aniversario; suena reconfortante el plan de conocer esa porción de arte que quedó en el rescoldo de la olla y que por la muerte de su inventor no puede ser dilucidada.

El lanzamiento, hace unos meses, en el mercado editorial de “Quiero verte otra vez”, un libro con textos de Roberto Fontanarrosa, despertó las ilusiones de sus seguidores y de quienes se quedaron con ganas, a raíz de la temprana desaparición del autor, de continuar con las exploraciones lingüísticas, costumbristas y humorísticas del rosarino. 

Presentada como una novela con muchos pequeños capítulos, en realidad el libro es una sucesión de columnas que “El Negro” escribió cuando el diario Clarín le propuso ser parte del equipo periodístico que siguió a la Selección Argentina de fútbol entre 1997 —durante las eliminatorias sudamericanas para el Mundial de Francia— y 2001, en el mismo certamen pero para la cita de Corea-Japón. Una suerte de diario de viaje o de crónicas futbolísticas con el toque personal que el creador de Inodoro Pereyra imprimió a sus textos.

La inserción de personajes como La Hermana Rosa, una mentalista rosarina que pronostica el resultado de los partidos con más yerros que Darío Benedetto en su segunda etapa en Boca Juniors; o con Juan José Serenelli (Jota Jota, alias “El Yaya”) y su divina parodia de Juan José Sebrelli, el intelectual argentino que denosta el fútbol cada vez que puede, arman un correlato novelado, pero a juzgar por las tres novelas que "El Negro" publicó en vida (“Best seller”, ”El área 18” y “La gansada”), al momento de encarar una empresa de ese tipo, el escritor usaba otros métodos.

Más allá de los géneros, el libro reafirma una idea que Fontanarrosa convirtió en sólida durante su vida: a partir del fútbol, se puede hablar de cualquier cosa. De hecho, en “Quiero verte otra vez” hay citas a Oscar Wilde, a César Vallejo y una muy divertida referencia a Ernest Hemingway cuando el periodista describe que encontró garabateado en el baño de un bar de París la primera frase “Adiós a las armas”. En ese mismo restaurante, le quisieron cobrar 50 francos extra por sentarse en la silla que había ocupado alguna vez el escritor norteamericano. 

Economía, artes, humor, matrimonio, medios de comunicación, comidas, cine, sentir nacional y otros temas se suceden en los rítmicos episodios en los que se divide las aventuras del grupo de periodistas de Clarín, que por supuesto que muestra profesionalismo en la cobertura, pero no se priva de recorrer el país y adentrarse en otros placeres.

Uno de los relatos más delirantes recrea la visita del contingente al Moulin Rouge para seguir los pasos de un tío del cronista. Al consultar por una manchas irregulares en el techo, un mozo le indicó que eran resabio de la manteca que tiraba su pariente cada vez que visitaba el lugar.

La aparición de Horacio Pagani, el periodista deportivo devenido en columnista televisivo que fue parte de aquel grupo de enviados especiales tras los pasos de los equipos de Daniel Passarella y Marcelo Bielsa, termina de concentrar la idea de que el libro es un rejunte que de crónicas. Compañero de habitación de Fontanarrosa en muchas de las excursiones continentales, pero también en las europeas y asiáticas, el integrante de “Bendita” recordó con cariño esa época en diversos reportajes que concedió.

Siempre dispuesto al juego y a la chanza, “El Negro” menciona que el perfil del rostro del polémico opinador fue mencionado por una reconocida crítica de arte francés como el ejemplo más acabado del impresionismo abstracto.

“Quiero verte otra vez” es, según dijeron los editores de Planeta, el primer lanzamiento de una serie de inéditos de Fontanarrosa que abarca escritos sueltos, cuentos varios, relatos al viento y textos que demuestran una vez más y por si hiciera falta lo prolífico que fue un autor que, por su acercamiento a lo popular, no fue reconocido del modo en que lo merecía.