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Feria del Trueque: un lugar para la familia, la amistad y el trabajo

Quienes la integran aseguran que el espacio es vida, disfrute y un lugar que sirve de subsistencia.

Por redacción
| 19 de junio de 2022
En la avenida. Durante los fines de semana y feriados, el espacio arroja más de 1.500 puestos ambulantes. Foto: Martín Gómez.

La Feria del Trueque se extiende por toda la vereda oeste de avenida Lafinur, entre Junín y el extremo norte. Para la mayoría de sus integrantes, el espacio es sinónimo de familia, disfrute, nostalgia, trabajo y vida. Los feriantes se distribuyen a lo largo de casi mil metros y algunas veces hasta llegan a ocupar la calle.

 

Mario Orozco es uno de los primeros puesteros. Aseguró que integra la Feria prácticamente desde sus inicios. “En el Trueque estoy hace más o menos veinte años. Arranqué en la Estación (de Trenes). Vendo artículos antiguos, partes de aperajes, estribos, rebenques, arriadores”, dijo en diálogo con El Diario de la República.

 

Antes de optar por atender su puesto, Orozco acompañaba a sus hijas en la venta de ropa, hasta que descubrió que él también tenía las herramientas para sumarse. Ahí decidió poner su primera lona. “En un momento había menos negocios. Esto empezaba en el ferrocarril y llegaba hasta un poco más allá del puente. Después la gente se fue sumando y ahora llega hasta Junín. Ya casi no hay lugares”, comentó el vendedor.

 

Para muchos, la posibilidad de ser parte simboliza el pan de cada día, pero para los que no frecuentan el espacio, que se levanta los fines de semana y feriados, implica una molestia y una dificultad para el tránsito de vehículos y peatones. Más allá de los amores y odios, cumplió 20 años en marzo y la historia sigue escribiéndose.

 

Orozco detalló que, en su caso particular, ya tiene un lugar reservado en el que en cada encuentro se lo puede divisar. Si por distintas razones no asiste, da aviso para que lo ocupe quien lo necesite. Las amistades que logró a lo largo de los años le permiten vivir. “Cuando no vengo me preguntan qué me pasó. Me gusta estar aquí”, añadió.

 

Su historia tiene un anclaje de sociabilización; posee otros trabajos y actividades para vivir. Asimismo, hay personas que atraviesan complicaciones económicas y, en ese marco, la Feria les permite un respiro. Marcelo Amaya y Héctor Salinas son ejemplos de ello.

 

Amaya estaba acompañado por su esposa, hijas y nietos al momento de la consulta periodística. Relató que asisten para salir adelante. “Acá venimos a sobrevivir porque lo precios se han ido por las nubes. El costo de la harina, del pan, ya no se puede solventar. Venimos todos los fines de semana y a veces los feriados. Un día de Trueque para nosotros es llevarnos algo. No es mucho, porque la plata alcanza para vivir dos o tres días”, explicó, mientras miraba a su familia que compartía mates, al mismo tiempo que atendía el puesto.

 

Hace casi nueve años que se levanta los sábados y domingos a feriar. “Vendemos ropa, calzados, cubiertas que sé traer porque las encuentro en la calle. Salgo a rebuscármela. Soy jardinero, pero también hago albañilería y electricidad en viviendas. Gracias a Dios la gente acá es humilde, compasiva y compañera. Hay muchos que nos hemos conocido a través del Trueque”, agregó.

 

Salinas vende por necesidad mientras consigue distintas actividades en la semana. Se dedicaba a la metalúrgica hasta que quedó sin trabajo y decidió sumarse a la Feria. En su puesto están las herramientas con las que solía realizar sus tareas. “Yo vengo a las siete de la mañana y me quedo hasta las ocho o nueve de la noche. Hay días que son muy pesados, con mucho calor y otros con frío, pero no queda otra. Tengo 62 años, no me puedo jubilar todavía y bueno, no queda otra”, sostuvo.

 

 

 

 

 

Disfrute

 

Avenida Lafinur se convirtió con el paso del tiempo en un espacio para conocer personas, disfrutar del día y, de paso, llevar un poco de dinero a la casa. Así lo viven Emilia Agüero y su esposo, Teófilo Fernández.

 

“Somos jubilados pero venimos al Trueque para distraernos un rato, vendemos lo que tenemos. Hace más de diez años que asistimos. Nos juntamos con amigos, conocidos y comemos algo”, señaló la pareja.

 

En el Trueque no siempre son los mismos: la gente va y viene. Algunos tienen asistencia perfecta, otros deciden ir solo algunos días y están los que fueron una vez y no volvieron más.

 

Para Lucía Bazán, la Feria es algo más familiar. Ella no vende todos los fines de semana, lo hace cuando necesita juntar algo de dinero y conversar con compradores y feriantes.

 

“Cuando era chica mi familia venía y yo los acompañaba; de eso hace más de once años, creo. Ahora de grande, cuando necesito, vengo y vendo lo que ya no usamos. Hoy vine con mi mamá; paso un rato con ella e interactúo con otras personas”, comentó la joven.

 

Las cosas que se pueden encontrar varían según el gusto, la necesidad y la demanda.

 

Hay puestos de ropa y de calzado, nuevos y usados. También se encuentran plantas y plantines, juguetes, opciones gastronómicas como churros, choripanes o empanadas. No faltan las antigüedades, la bisutería, los libros, los CD y películas, artículos tecnológicos como teléfonos celulares, cafeteras y licuadoras. Algunos venden perfumes, pañales o muebles reciclados. Incluso hay repuestos para todo tipo de elementos y artefactos, griferías, entre otras curiosidades.

 

“Soy carpintero. Arreglo instrumentos musicales, lustro muebles, sillas y hace siete años que estoy acá”, expresó Clemente Ferreyra.

 

“Tengo una casa chica, en donde está mi taller. Como la gente no se llevaba las cosas que ya les había arreglado, comencé a vender a precios cómodos lo que tenía”, continuó.

 

Para él, la vida en el Trueque es tranquila, nadie molesta. “Se vende de todo un poco, pero a precios bajos. Si yo te doy una mano a vos, vos me la das a mí. Así es acá. Con el tiempo haces grandes amistades”, finalizó.

 

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